El profesor cambia de casa y deja un marrón en el Madrid

Cuando el pasado mes de enero el Madrid anunció la renovación de Xabi Alonso, las dos partes dieron síntomas de que se había llegado a un acuerdo casi por obligación. Las rotundas palabras del tolosarra afirmando que se quedaba porque el Madrid era su casa se las ha llevado el viento. La realidad es que al presidente no le hacía demasiada gracia darle un pastón a un futbolista que inicia una lógica cuesta abajo y no abre mercado internacional (dichosas camisetas) y el jugador no parecía del todo convencido de poder aguantar el ritmo físico y mental que exige un club tan grande como el Madrid. Pero la presión popular y la insistencia de Ancelotti llevaron a firmar un acuerdo que se ha descosido a las primeras de cambio.

La operación es de alto riesgo, porque Kroos es muy bueno pero se va el mejor mediocentro de la historia reciente del Madrid junto con Redondo. Y se va a un gran rival europeo, donde Guardiola le va a mimar para que llegue a tope a los partidos decisivos de la temporada. La realidad es que el club poco ha podido hacer para retener a un futbolista que no ha querido aceptar pérdida de protagonismo en la caseta. Alonso se va con el cariño de la afición y el respeto de compañeros y rivales, pero también dejando un marrón importante en el vestuario. Ancelotti se ha quedado, en quince días, sin dos de los centrocampistas que le dieron la Décima al club y eso no se soluciona fichando cromos que cuesten mucha pasta. Se soluciona con tiempo y con paciencia, que no son precisamente dos de las cualidades que sobran en el Bernabéu.