Bale y el fútbol como juego de instantes

Lo comentábamos en El Larguero: si a Bale, después de su fenomenal carrera, se le hubiera escapado el gol, simplemente porque Pinto hubiese acertado, ahora le estaríamos tratando como un chupón. Pero marcó y es un héroe, porque el suyo fue un gol de leyenda, hermoso, que valió un título. El fútbol es así: un juego de instantes. Trabajas todo el año y la semana previa al partido, planeas, corres, sufres, cierras caminos, los abres. Produces un tipo de juego destinado a guardar tu portería y a amenazar la contraria, pero todo eso hay que rentabilizarlo en media docena o poco más de instantes decisivos.

Bale, jugador de continuidad en el Tottenham, se ha reconvertido en el Madrid en un jugador de instantes, un goleador que llega por fuera. Vino sin pretemporada, arrastró lesión, juega (el miércoles no) fuera de su sitio natural. Sus compañeros son otros que los que tenía, ha de adaptarse a ellos y ellos a él. Mientras eso ocurre, salva su temporada con goles. Marca muchos, porque tiene una gran pierna izquierda, ve bien la portería y difícilmente al compañero desmarcado, de manera que se las juega casi todas. Es un goleador desde el extremo, como los ha habido otras veces. Un jugador de instantes... Por ahora.

Es el héroe del partido. Su carrera descomunal nos hizo sentir lástima por Bartra, rengo y esforzado, que no tuvo fuerzas ni para sacarle del campo con su empujón. Bartra, con su ejemplo continuo y con su gol (otro instante, éste desconectado del juego), fue la cara noble del Barça. Al otro extremo estuvieron Alves y Messi, perezosos y descuidados, causantes de las pérdidas de balón decisivas en los dos goles del Madrid. Y junto a todos, Casillas, protegido de la fortuna en el instante decisivo del remate de Neymar al palo. Agradeció al palo, saludó a los vencidos, levantó la Copa. Suyo fue el instante final.