El final de un viaje maravilloso

El final de un viaje maravilloso

La última parada del incierto viaje que Rafa Nadal inició el 6 de febrero en Viña del Mar no empaña lo maravilloso del recorrido. Tras 221 días de incertidumbre, siete meses y medio parado, la lesión más larga y preocupante de su carrera, nadie pensaba que fuera a acabar el año número uno del mundo. Mientras él se mordía las uñas, Djokovic y Murray crecían y Federer luchaba por no perder comba. "Todo eran dudas", recuerda siempre Toni Nadal cuando se le recuerda la reaparición. "No funcionaba ni la movilidad ni el juego". Pero entonces, sobre la tierra de Sudamérica que le vio explotar en 2005, llegó un título en Sao Paulo y una victoria sobre Ferrer, el cuatro del mundo, en Acapulco. Comprobó que podía seguir mordiendo a los buenos.

A partir de ahí, el tenista con la mente más prodigiosa supo que no le había abandonado el tenis. Y que si el físico le acompañaba sería capaz de todo. Como de derrotar en el cemento de Indian Wells a Federer, Berdych y Del Potro de una tacada para conquistar el Masters 1.000 en su primer torneo en cemento. Ahí se vio al Nadal reciclado. "Todo el mundo se mueve por necesidad", reflexiona su tío... Y él necesitaba correr menos, golpear la bola más dentro de la pista, atacar. Reservar energía para darlo todo en las grandes batallas y no castigar su cuerpo. Fueron cayendo torneos y puntos. Tantos, que tres años después vuelve a cerrar el año como número uno del mundo. El viaje comenzó siendo una aventura y acabó convirtiéndose en un placer. A pesar del tropezón en la última estación en Londres.

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