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CAFÉ, COPA Y FÚTBOL | ROBERTO ÁLAMO

“En el cine, Zidane sería Marlon Brando; Cristiano Ronaldo, Al Pacino y Messi, De Niro”

Desde que salió de Villaverde, su barrio madrileño, Roberto Álamo continúa su camino a la perfección en su oficio de actor. Acaba de recibir su segundo ‘Goya’ por encarnar a un tipo teñido de maldad y el tormento. Es un madridista puro.

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“En el cine, Zidane sería Marlon Brando; Cristiano Ronaldo, Al Pacino y Messi, De Niro”

Es la cara de una importante casa de apuestas, ¿cuánto apostó porque el Goya al mejor actor protagonista de este año iría a parar a sus manos?

No aposté nada porque pensaba que no lo iba a ganar. Siempre que soy nominado a algún premio me ocurre lo mismo, pienso que no voy a ganar y no me preocupo. La preocupación llega cuando pronuncian mi nombre y el corazón se acelera porque no llevo nada preparado y no sé qué decir a la hora de recibir el premio. Te aseguro que no esperaba ganar.

En los dos Goyas que tiene en su poder se impuso a su compañero de reparto Antonio de la Torre, ¿cree que Antonio se lo pensará dos veces antes de aceptar hacer otra película con usted?

Sí, ya me lo ha dicho (ríe). Mira, es una casualidad total compartir reparto con un compañero y amigo y, además, que los dos seamos nominados dos veces seguidas por las mismas películas. En fin, Antonio se merece ese premio igual o más que yo.

Cuando le dieron el Goya hace cuatro años por ‘La gran familia española’ estuvo ocho meses en paro, ¿Cuántas ofertas de trabajo ha recibido en los últimos días?

Bueno, a ver, me ofrecieron un guión la noche de entrega de los Goya y esta semana, dos series de televisión, así que vamos mejorando.

Le premiaron con el Max de teatro por encarnar al boxeador Urtain, ¿por qué se le dan tan bien los papeles en los que viaja por el lado trágico de la vida?

No lo sé porque yo en la vida no soy nada trágico pero es verdad que me desenvuelvo bien en ese género. Algo en mí debe haber de trágico aunque no lo demuestre en la vida real.

Dijo que interpretar a Urtain en el teatro le había hecho mejor persona, ¿cómo fue eso?

Una de las grandes cosas que tiene este trabajo es que encarnas a seres humanos, por lo general. Y, según mi educación y formación, no puedes juzgar a esos seres humanos a los que interpretas porque si los juzgas te pones por encima de ellos. Si intentas comprenderles te sitúas a su nivel y entonces ya puedes sentirles más de cerca. En el caso de Urtain, un tipo a primera vista algo brutal, que pasó de levantar piedras a dar mamporros, cuando te sumerges en su vida adviertes que detrás de esa brutalidad había un ser humano bien salpicado de tormentos. Urtain era un niño herido, un niño con problemas. La obra de teatro concluye con la relación de Urtain con su padre y llegas a entender porque todo ocurrió en su vida de esa manera tan trágica. Así que cuando comprendes ese tipo de cosas te conviertes en mejor persona porque se abre tu nivel de comprensión hacia el otro.

¿El lado oscuro y criminal que late en el inspector Alfaro de ‘Que Dios nos perdone’ también lo ha llegado a comprender?

Necesito contemplar a ese tipo de personajes como seres humanos e intentar descubrir o comprender por qué hacen lo que hacen. Esos tipos fueron niños, tendrían papá y mamá y se criarían en un determinado ambiente que posiblemente marcara el resto de su existencia. A la hora de actuar yo necesito ese conocimiento. Si yo juzgara a un personaje como Alfaro me saldría un malo estereotipado, un malvado vulgar como tantos otros hemos visto en el cine. En la película a este hombre se le ve la ternura entre las grietas y ese corazón que late con tanto tormento. Eso también es importante para que le llegue al espectador y no lo rechace a la primera. Y no faltan los momentos de humor entre toda la polvareda dramática, y para todo eso también tiene que haber un gran escritor y un gran director detrás.

¿Cómo lleva ser un hombre tranquilo en la vida y representar a un tipo tan violento como el inspector Alfaro?

Se lleva bien porque si fuera realmente como el inspector Alfaro sería tremendo, sobre todo para la gente que me rodea. En la vida soy muy tranquilo, pero cuando dicen “¡acción!” me vuelvo loco.

¿Esa manera de preparar sus papeles y llegar a comprender a los personajes que interpreta tiene mucho que ver con las enseñanzas que recibió de Cristina Rota?

Desde luego Cristina Rota tiene mucho que ver. Ella, como Coraza o William Layton, trajeron a España la escuela del Actors Studio de Lee Strasberg. Aquí no se conocía esa manera tan moderna de enseñanza, tan sacudida de todo amaneramiento. Que Dios nos perdone es una gran película, entre otras cosas porque a pesar de ser muy reciente ya es atemporal, su estilo no quedará en evidencia con el paso del tiempo como le ocurre a muchas películas, incluso las más clásicas. Un ejemplo de película atemporal, clásica, eterna es El Padrino, se rodó hace más de 40 años y aún mantiene, y lo seguirá manteniendo siempre, su vigor moderno y rotundo.

¿Tiene mucho interés en encasillarse en el papel de malvado?

No, ninguno, es más, creo que sería un cómico excelente.

¿En qué momento de su vida un chico como usted, de Villaverde Alto, decidió que iba a ser actor?

Tenía ciertas cualidades artísticas como el dibujo y la interpretación, era buen imitador, por ejemplo, y siempre me rondaba la cabeza la idea de ser actor, pero hubo un detonante decisivo: el día que vi en televisión, en el año 1982 la película Días de vino y rosas, de Black Edwards, con Jack Lemmon y Lee Remick. Tenía doce años y esa no es una película para niños, desde luego, es muy dura, pues bien, después de verla me tiré tres días llorando a escondidas y me repetía una y otra vez a mí mismo que quería ser como Jack Lemmon. Es decir, quería ser un actor de esa categoría que fuera capaz de generar esas emociones en la gente. Cuando cumplí 18 años le dije a mi padre que había decidido ser actor, no le gustó mucho pero me dijo que si yo me pagaba los estudios, adelante. Y me puse a trabajar de camarero y hasta ahora.

¿A estas alturas de su carrera considera que se cumplió el sueño de ese chaval de barrio que quería ser como Jack Lemmon?

Esos deseos, casi utopías que sientes de niño, cuando eres mayor es difícil que se logren. No tengo la sensación de haber logrado nada especial, es verdad que conseguí ser actor y vivir de mi oficio, pero lo de ser como Jack Lemmon es otra cosa. En mi caso, la fantasía de un niño sirvió para seguir un camino, nunca para llegar a una meta.

Tiene temple en la vida, pero ¿se calienta mucho viendo partidos de fútbol?

No me enfado ni me altero en exceso, soy madridista a tope y sigo los partidos del Madrid con pasión y nervios, tanto los de fútbol como los de baloncesto. Soy chachista, del Chacho Rodríguez, y espero que vuelva pronto a casa.

¿Le da tiempo a ver mucho fútbol?

No me pierdo un partido del Real Madrid, tanto de fútbol como de baloncesto, y si no los puedo ver en directo los grabo.

¿Qué siente cuando el Bernabéu pita a figuras como Cristiano Ronaldo?

No entiendo porque ocurre eso. Cristiano Ronaldo es un superclase que se ha forrado a meter goles con el Madrid, ha ganado dos copas de Europa y es capaz de solucionarte un partido feo si tiene un día mediano, no digo estelar. Puede tener un mal día pero es el mejor jugador del mundo. Nunca le pitaría.

¿Cree que Zidane será un histórico entrenador del Real Madrid?

No tengo ni idea, pero quiero pensar que sí. Me gustaría mucho que Zidane llegara a ser historia pura del Real Madrid. Por varias razones, me cae muy bien, es un tipo ejemplar y entrena a un equipo que es conocido en todo el mundo con la elegancia que ello exige. Dudo que un niño que contemple a Zidane adquiera malos hábitos y eso es muy importante porque las grandes figuras del deporte tienen una gran responsabilidad y deben portarse como es debido, y él lo hace.

¿Usted educa a su hijo en la cultura madridista?

La verdad es que no, pero a mí sí me educaron en esa cultura. Te puedo contar que mi hijo, que acaba de cumplir cinco años, no tiene ningún interés en el deporte. Mientras yo veo los partidos del Madrid en la televisión mi hijo está a su bola, dibujando o jugando con sus cosas. No sabe quién es Cristiano Ronaldo, ni Messi ni Zidane, ni nada de nada de fútbol. Sin embargo, parece muy puesto en política, mi hijo tiene un don extraordinario para el dibujo y el otro día le pregunté a quién estaba dibujando y me dijo: “A Donald Trump”. Y el chaval lo había pintado con su flequillo amarillo y todo, iba esposado y flanqueado por dos hombres que portaban dos sacas de dinero. Yo le pregunté al niño por qué le habían detenido y él me respondió que ese hombre era malo y el dinero que tenía se lo habían quitado para dárselo a los pobres. Cosas suyas.

¿Con qué estrellas universales del cine compararía a Cristiano y a Messi?

Difícil cuestión. En una entrevista que me hicieron hace años dije que comparaba a Zidane con Marlon Brando, que para mí es mejor. A ver, diría que Messi podría ser una especie de Robert de Niro de los años 70 y Cristiano, Al Pacino.

Parece que el Real Madrid está condenado siempre a ganar y a jugar bien, ¿cuánto hay de maldición en ello?

Creo que no hay ninguna maldición, es más bien un deber que tiene este equipo por toda la gloriosa historia que arrastra, no es fácil pero así es la vida.

Su nombre real es Roberto Martínez, como aquel histórico jugador del Real Madrid de los años 70, ¿por qué se lo cambió por Roberto Álamo?

Pues, a ver, a ese gran jugador se llamaban Pipi cazagoles y no me gustaba la idea de que a mí me llamaran Pipi, no me gusta nada ese apodo, y lo siento por los que se llamen Pipi. Así que dije, nada, fuera, fuera, y me puse Roberto Álamo, que era el pueblo al que yo iba a veranear.

¿Apuesta en los partidos?

Jamás he apostado nada.