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VALENCIA-ESPANYOL

El atajo del Espanyol le condujo al punto de partida

La sangre del Valencia no avivó al Espanyol de Quique, un cordero más que un lobo. Esa mutación es la que se lleva esperando desde hace 18 jornadas.

BarcelonaActualizado a
Quique Sánchez Flores.
MIGUEL ÁNGEL POLO

Épocas pasadas. Quique habló en la previa de no coger atajos, pues la intensidad es innegociable en el Espanyol. Y, curiosamente, el equipo blanquiazul se desvió del camino que había estado recorriendo en las últimas jornadas. Los atajos fueron sombríos y no condujeron antes a la meta, sino todo lo contrario, les llevaron al punto de partida. El Espanyol recordó al de épocas pasadas, tan vulnerable en defensa como improductivo en ataque, más pendiente de anular al rival que de imponerse por sus méritos. Una derrota que deja al equipo de Quique en ese páramo que es la zona media de la tabla, sin horizontes.

Miedo a perder. El comienzo del equipo perico sorprendió a todos. Se esperaba un Espanyol revolucionado, con tal de jugar con los nervios de un Valencia a las puertas del descenso y de una afición que había estado protestando al son de “Peter, vete ya”. Pero parecía que eran los pericos los que tenían miedo a perder. Agazapados, viéndolas venir, se dejaron dominar. La banda de Diego Reyes y Álvaro Vázquez fue una autopista para Gayà, asistente y correcaminos que sacó tajada de la debilidad blanquiazul. Solo David López encontró luz con el balón, desubicados Sevilla, Jurado, Fuego, Álvaro, Hernán y hasta Gerard, menos participativo.

Aspirina blanquiazul. Con 82 perdidas de balón, el Espanyol parecía (sobre todo en los primeros 45 minutos) que era de otra categoría a la del Valencia. Los cambios de Melendo y Reyes, junto con el paso atrás que dio el equipo de Voro, le devolvieron la posesión, pero de nuevo evidenciaron que al Espanyol le cuesta un mundo crear juego, progresar y llegar al área. Únicamente lanzaron tres veces a puerta, y en ningún momento Mestalla vio peligrar una victoria ante un equipo que fue una aspirina, una vez más.

Dos espejos. El encuentro sirvió, como dato curioso y positivo, para que Gerard Moreno y David López alcanzasen los 50 partidos en Primera. Dos canteranos más del Espanyol que llegan a esa cifra redonda. Dos jugadores que simbolizan lo que es el club y lo que debería ser en el futuro, dos futuros capitanes de verdad, un espejo para los otros ocho canteranos que estuvieron ayer en Valencia.

Cordero y no lobo. Hubo récord de canteranos y también de aficionados pericos. Los más de 500 que acudieron a Mestalla regresaron son un mal sabor de boca, decepcionados por el partido del equipo, poco valiente pese a las bajas, intentando sumar desde la prudencia y no desde el descaro. La sangre del Valencia no avivió al Espanyol, un cordero más que un lobo. Esa mutación es la que se lleva esperando desde hace 18 jornadas.

Un largo camino. Porque más allá de los resultados, que en muchas ocasiones pueden ser accidentales o engañosos, este Espanyol sigue sin solidificarse. Las estadísticas son ventiscas, que aparecen y desaparecen en función de las semanas, que pueden provocar que el Espanyol esté cinco partidos sin recibir goles, que empate ante el Atlético o que no sea capaz de ganar a Deportivo y Valencia, dos conjuntos de la zona baja. Por el momento el Espanyol sigue sin saber adónde ir. Lo que está claro es que el atajo de ayer no lleva a ningún sitio.