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ATLÉTICO 1-LAS PALMAS 0

Saúl y Moyá salvan

Marcó un golazo en el 59' para la victoria al Atlético, cuatro partidos después. Buen partido de Las Palmas, que reclamó un penalti. Dos balones a los palos.
Las Palmas-Eibar en directo: LaLiga

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Saúl y Moyá salvan

No podía ser otro quien espantara los miedos, la crisis: lleva el 8, el número de Luis. Y fue él, fue Saúl quien hizo ese gol que tanto costaba y que ahuyentaba los nervios que, en el 58’, empezaban a ser runrún en el Calderón. Porque cada minuto que pasaba parecían dos. Y el Atleti no marcaba. Y el Atleti las tenía, pero no las hacía. Y Las Palmas dominaba. Pero entonces apareció él, el 8. Fue con su zurda, con un disparo a media altura que se fue a la red de Javi Varas besando el palo derecho. Fue tras atrapar un rechace en el borde del área. Es respirar.

Necesitaba esa bocanada de aire un Atleti acostumbrado a jugar finales pero no en diciembre. Había salido con ímpetu, con la garra del Atleti de siempre, del viejo Atleti, pero eso sólo le duró 25 minutos. Su presión incisiva fue menguando a medida que las ocasiones de gol llegaban pero no entraban. Gameiro le ponía ganas, todas las ganas, pero o le falta un número de pie para rematar (en el 5’ y el 38’) o le sobra y se trastabilla en el área (17’).

En el 14’, tras una volea de Saúl que se estampó en el palo, Las Palmas había empezado a quitarse de encima la presión del Atleti y ahora crecía y crecía alrededor de Roque Mesa. El equipo de Setién sólo tuvo que hacer lo que mejor le sale: bajar el balón al suelo y jugarlo. Helder encontró pasillo a la espalda de Vrsaljko y sus centrocampistas fueron ganando césped metro a metro, hasta hacerlo todo suyo. El Atleti ya estaba descompuesto.

No le salían las jugadas de pizarra ni tampoco las cosas a Griezmann. Sus mano a mano terminaban siempre en el cuerpo de un defensa o sus carreras en la nada. Y como el balón no entraba y no entraba lo que pasó es que los nervios crecieron y crecieron en la grada y ya se pitaba que el escudo se toque (tres veces, en el 6’, 62’ y 89’), que Godín despejara sin sentido un balón al aire o que Saúl entregase mal una pelota. En el 33’, sin embargo, el estadio enmudeció.

Es difícil escuchar el silencio en un estadio que llenan 40.000 personas, el silencio en un lugar que siempre canta y empuja como el Calderón. Pero lo había. Estaba. Un silencio ansioso. Un silencio lleno de miedo. Lo calló Lemos con un balón a la cruceta que confirmaba lo que se veía: las Palmas mandaba, era el dueño del partido y del balón ante un Atleti encogido, como si lloviera.

La caseta nada cambió. Cada jugada era un pase impreciso si lo daba un rojiblanco, Gameiro seguía haciéndose un lío cada vez que pisaba territorio Varas y en el Calderón cada vez hacía más frío. Y pudo hacerse de noche a las cinco de la tarde si entre la red y Roque Mesa no se hubiera interpuesto Moyá. Volvía a ser titular en Liga casi dos años después. Volvía tras una lesión de rodilla, un quirófano y meses a la sombra. Volvía y ahí estaba de nuevo, porterazo. Aquí salvó y en la jugada siguiente, escrito está, Roque Mesa, precisamente Roque, el mejor del partido hasta ese momento, perdía un balón y Saúl marcaba.

El partido se acabó, aunque le quedaran 32 minutos. Las Palmas podía tener el balón pero ya no el peligro. No hubo más ocasiones reales. Aunque saliera Gaitán, aunque estuviera Torres, el partido murió al estilo Cholo Simeone. Marcar y dormirlo. Marcar y matarlo. Recuperar la sonrisa tras un gol del 8, como tantas y tantas veces antes en la historia de un estadio al que sólo le quedan once tardes de Liga. Solamente once. Y ninguna ya en 2016.