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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 24 DE OCTUBRE

El último partido de Gárate (1976)

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El último partido de Gárate (1976)

Fue un Atlético-Barcelona, en el Manzanares. Gárate, que venía arrastrando unas molestias en una rodilla mal curada, salió unos minutos en sustitución de Rubén Cano. No volvería a jugar más. Para entonces tenía treinta y dos años y su juego, mucho más técnico que físico, le hubiera dado para mucho más. El suyo fue un caso extrañamente desgraciado.

Gárate era un favorito de la afición rojiblanca y de la de toda España. Había nacido en Sarandí, provincia de Buenos Aires, de padres de Éibar. Regresó con ellos y jugó en el equipo de esta ciudad hasta saltar al Indauchu, un vecino del Athletic de Bilbao, que dio gran cantidad de jugadores para la Primera División en aquellos años. Mientras, estudió la carrera de Ingeniería Industrial. El Atlético le fichó en el verano de 1966, y aunque en principio sus compañeros, particularmente Griffa, le reprochaban que era demasiado frío, pronto creció como jugador y se hizo tan competitivo como elegante era. Se trataba de un jugador de gran control, soltura con el balón en los pies, habilidad para abrirse hacia la banda izquierda, sacando al central para crear huecos, y un magnífico remate, con los pies o con la cabeza. Todas sus acciones estaban revestidas de gran elegancia, una virtud que en él no era solo física, sino moral. Gárate era un jugador muy deportivo, querido por todas las aficiones, de esos que te duele ver maltratados por los defensas rivales, seas del equipo que seas. Su presencia en la selección fue además casi permanente desde 1967 hasta 1975.

El 1 de febrero de 1976 sufrió un corte en la rodilla por una entrada de Indio, defensa del Elche, que le clavó un taco. En principio pareció un corte sin importancia. Cuando cicatrizó volvió a jugar. Pero cada poco le aparecían unas molestias persistentes. Aquella temporada aún lograría jugar y ganar la final de Copa, ante el Zaragoza, con un gol propio (fue 1-0), pero algo no andaba. (Aquella, por cierto, fue la primera vez que el rey Juan Carlos I entregaba la Copa, y la recibió Gárate de sus manos.) Las molestias volvían. En verano consigue alinearse en algunos amistosos, pero es sustituido. Los médicos se vuelven locos buscando la causa de sus molestias, hasta que se descubre que un parásito microscópico que habitaba en el césped se le había introducido en la rodilla, pasajero en el taco de Indio hasta que desembarcó en ella. Eso había creado ahí un cultivo difícil de detectar primero, de combatir después. Los viajes a especialistas fueron aburriendo a Gárate, que en ese partido de octubre jugó, sin saberlo, sus últimos minutos oficiales.

Su carrera tuvo, al menos, un bonito epílogo. El Atlético ganó esa liga (cantó el alirón en el Bernabéu a dos jornadas del final) y el club dispuso que la correspondiente copa la recogiera Gárate de manos de Pablo Porta, presidente de la Federación. La entrega se hizo en un partido de homenaje que se le dedicó, al poco de acabar la liga, el 1 de junio de 1977. Fue un partido entre el Atlético campeón y una selección vasca, el equipo de su tierra, en el que había grandes figuras como Iribar, Kortabarria, Villar, Rojo, Satrústegui, Zamora o López Ufarte. El Manzanares se llenó en una noche emotiva. Desgraciadamente, Gárate no pudo jugar ni un minuto. Su puesto lo ocupó, como durante toda la temporada, Rubén Cano. Sus últimos minutos habían sido los de aquel lejano mes de octubre del año anterior.