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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 19 DE JULIO

¡Bombazo! Corea elimina a Italia (1966)

Actualizado a
¡Bombazo! Corea elimina a Italia (1966)
Central PressGetty Images

Fue la primera verdadera gran sorpresa de un Mundial, la primera victoria del tercer mundo futbolístico sobre el primero. Corea del Norte había llegado sin necesidad de hacer otra cosa que eliminar a Australia, porque solo se habían apuntado cinco equipos asiáticos. Israel y Siria fueron colocados en la zona europea, Filipinas fue rechazada por deudas en sus cuotas con la FIFA y Corea del Sur se retiró. Así que sin más enemigo que Australia, a la que ganó los dos partidos, Corea del Norte se plantó en Inglaterra. Le cayó el grupo de la URSS, Chile e Italia. Empezó con una derrota por 3-0 ante la URSS, pero impresionó su movilidad. El español Gardeazábal, que arbitró, hizo una broma a la que hoy se le verían tintes racistas: «No sé si es que cambian a los once en el descanso, ¡como todos parecen iguales!». El caso es que el segundo partido lo empataron con Chile, lo que ya fue una sorpresa. El tercero lo jugaban con Italia, que a su vez venía de ganar a Chile y perder con la URSS. Tenía un equipo con grandes figuras: Albertosi, Salvadore, Facchetti, Mazzola, Rivera…

Italia era favorita. Perder con la URSS cabía entre lo previsible: la URSS había sido campeona de la Eurocopa en 1960 y subcampeona en 1964, pero perder con Corea no se lo imaginaba nadie. Así que incluso reservó a algún jugador para que se recuperase de sus golpes. De todos modos, el equipo que saca no es ningún saldo: Albertosi; Landini, Guarneri, Janich, Facchetti; Bulgarelli, Fogli; Perani, Mazzola, Rivera y Barison. Corea tiene una alineación de puros desconocidos, entre los que uno, Pak Doo Ik, está llamado a ser célebre en el mundo entero al día siguiente por su gol, el gol partita, como lo llaman en Italia, el único gol del partido. Un contraataque rápido, una llegada por el callejón del ocho y un tiro cruzado a la derecha de Albertosi, raso y duro, al que el portero no llega. Para entonces Italia ya jugaba con diez, por lesión de Bulgarelli, el capitán.

El segundo tiempo es un frontón. Italia va y va y no encuentra el gol. Los defensas coreanos ganan siempre el último balón por milímetros, o el remate se va por poco, o Lee Chang-Myung, un gato en la portería, salva lo imposible. Bajito, elástico, es la pesadilla italiana, sobre todo en un remate de Rivera que parece imparable. El resultado final resulta increíble: 0-1. Corea pasa como subcampeona de grupo, junto a la URSS. Italia y Chile se marchan. La prensa italiana clama: «¡Vergogna!». El viaje de regreso se hace por Génova, tratando de regatear a los tifosi, pero se sabe y se les recibe a tomatazos. Mientras, Corea, que no tenía reserva preparada, es hospedada por una orden religiosa para seguir en la competición.

En cuartos, Corea se enfrenta a Portugal y la bomba amenaza con hacerse aún mayor: en el minuto 24 resulta que los coreanos ganan ya por 0-3. ¿Será posible? Entonces surge Eusébio, el hombre al que Oliveira Salazar declaró dos años antes «Patrimonio del Estado» e impidió que se fuera a la Juventus. En el descanso, ya ha marcado dos goles. Dos a tres. Luego, otros dos, cuatro a tres. José Augusto, en el 79’, cerrará el partido: 5-3. Corea se marchaba, pero rodeada de gloria, no como Italia. En su país fueron recibidos como héroes.

Aunque años después, cuando el Mundial de Corea (del Sur) y Japón, se supo que la vida no había tratado demasiado bien a Pak Doo Ik, el dentista que en aquel lejano 1966 alcanzó gloria universal al apartar del Mundial a la selección italiana. A partir de aquello, Italia cerró durante algún tiempo la importación de extranjeros, como había hecho España a raíz de su fracaso en 1962.