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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 2 DE JULIO

"Excelencia, hemos vencido a la pérfida Albión" (1950)

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"Excelencia, hemos vencido
a la pérfida Albión" (1950)

Al Mundial de 1950 fuimos tras eliminarnos con Portugal para la clasificación: 5-1 en casa y 2-2 allí. España tenía entonces una buena generación de jugadores, en especial el Athletic de Bilbao, con su célebre delantera a pleno rendimiento. Se trabaja la preselección a fondo, empezando con una lista de 53 jugadores. Incluso, mientras finaliza la Copa, se envía a jugar a México un equipo con los jugadores eliminados en esa competición. Los días 9 y 15 de junio se realizan los tests finales, ante el Hungaria, el equipo de apátridas, casi todos fugados de la Europa del Este, los más de Hungría. Lo entrena Daučik y la estrella es su cuñado, Laszlo Kubala. Al final del segundo partido, ganado por 6-3 por los españoles, se anuncia la lista oficial: Eizaguirre, Acuña y Ramallets, porteros; Asensi, Gabriel Alonso, Antúnez, Parra, Gonzalvo II y Lesmes II, defensas; Silva, Gonzalvo III, Puchades y Nando, medios; Basora, Juncosa, Igoa, Molowny, Zarra, César, Panizo, Rosendo Hernández y Gaínza, delanteros. Se consignan todos porque aquel equipo fue cuarto en el Mundial, la mejor clasificación hasta la fecha.

El sorteo nos coloca en un grupo junto a EE UU, Chile y los inventores, los ingleses, que van por primera vez a un Mundial, un poco como con condescendencia. El comienzo es peliagudo: a nueve minutos del final estamos perdiendo con Estados Unidos por uno a cero. España, pegada a la radio, no lo puede creer. Finalmente, la selección se desmelena e Igoa (81’), Basora (83’) y Zarra (89’) dan la vuelta al marcador. El siguiente es Chile, ante el que debuta un jovencísimo Ramallets, que había sido la sorpresa de la lista. Victoria tranquila, 2-0, con goles de Basora y Zarra. Y ahora, a por los ingleses.

Que, la verdad sea dicha, venían de perder con Estados Unidos. Pero eran los ingleses, caramba, y quizá se tratara solo de un descuido. España entera está junto a las radios y escucha con temor reverencial los nombres de Matthews, Finney o Wright en la voz de Matías Prats, que glosa algunas grandes paradas de Ramallets, rebautizado al regreso como el «gato de Río». Descanso con empate a cero, tertulias nerviosas en bares y familias. Empieza la segunda parte y, al poco, Matías Prats describe una subida por su banda del lateral Gabriel Alonso, con centro al área, pasado, que Gaínza devuelve de cabeza a la frontal del área chica, allí aparece Zarra, que se adelanta al meta Williams y «¡Gooooooooooool! ¡Gooooooooooooooool de Eeeeeespaaaaaña! ¡Goooooooooool de Telmo Farra…!». Porque Matías Prats, cordobés, no pronunciaba bien el sonido «zeta», y lo disimulaba en «efe», mejor que sesear. El truco le funcionó durante toda su brillantísima carrera porque consiguió que no se notara.

El marcador no se mueve más. Ramallets y sus escuderos no lo permitieron. Al final del partido todo es euforia. Matías Prats hace que acerquen a su micrófono al presidente de la Federación, Muñoz Calero, entusiasmado. «¿Algún recado para el Caudillo?», le pregunta Matías Prats al exaltado dirigente. «Claro que sí: Excelencia, hemos vencido a la pérfida Albión y le dedicamos gustosos la victoria.» El exceso provocó la protesta de la Embajada inglesa y le costó el cargo.

España pasó a la fase final, una liguilla de cuatro que acabó en el «Maracanazo», con Uruguay campeón. Empatamos con Uruguay, perdimos con Brasil y perdimos con Suecia. Al final, cuartos. No estaba nada mal, porque además nos traíamos un gol de Zarra a la pérfida Albión.