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PERIDIS

“Mi héroe es Iniesta. Me molesta que se mezcle fútbol y política”

Peridis confiesa que le llamaban Di Stéfano en sus años colegiales mientras zigzaguea entre el fútbol y el misterio de las catedrales.

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“Mi héroe es Iniesta. Me molesta que se mezcle fútbol y política”
AStv

—¿Es verdad que antes que Peridis a usted le llamaban Di Stéfano?

—Sí señor, en el colegio de los Maristas de Palencia. Resulta que yo tenía 16 años, era un estudiante externo y vivía de patrona en casa de la señora Modesta, que tenía radio y ella me dejaba escucharla. Entonces cuando jugaba el Real Madrid yo escuchaba el partido y lo memorizaba. Y a la mañana siguiente los alumnos internos, a los que no les dejaban seguir el partido los frailes, me esperaban muertos de ansiedad agarrados a los barrotes del patio a que yo les narrara el encuentro.

—¿Y les repetía el partido entero?

—Hombre, digamos que las mejores jugadas. Los que me esperaban eran mayores que yo, eran los de PREU, y me preguntaban: ¿cómo ha quedado el Madrid? y yo, por ejemplo, 2 a 0 contra la Fiorentina, o 7-3 contra el Eintracht de Francfurt en esa histórica final. Y ahí me arrancaba, el primer gol comenzó en una jugada de Rial, que centra a Gento, que avanza por la banda, regatea a un rival, a otro, coloca la pelota a Di Stéfano, la para con el pecho, la baja al pasto, tira a puerta y….¡gooool! ¡gooool de Di Stéfano! Bueno, casi siempre pasaba lo mismo, y yo me convertí en un líder en el colegio.

—Usted jugaba de portero.

—Yo era portero y quería jugar en el Real Madrid, ya ves. Cuando venía a Madrid yo me escapaba a ver los entrenamientos al estadio Bernabéu. Y un amigo mío, que era notario y tesorero del Real Madrid, me escribió en un papel de estraza una especie de pase para poder asistir a los entrenamientos. Eran otros tiempos, claro. Y allí estaba yo, junto a mis ídolos, muy cerquita de ellos. Era el año 1959 y resulta que Juanito Alonso, el portero del Madrid, estaba lesionado y me invitó a pasar al campo para que me pusiera de portero. Y Didí se puso a lanzarme golpes francos, y yo vestido de paisano, y solo veía el balón pasar como un rayo a mi lado hasta que me vio el entrenador, Fleitas Solich, y me echó del campo.

—El caso es que no hizo carrera como futbolista.

—Hombre, muy pronto tuve claro que eso no era para mí, había que ser muy fuerte y constante y para jugar de portero había que tener muchos güevos, yo veía a los porteros del Plus Ultra, a Patiño, por ejemplo, que se dejaban la cabeza y casi la vida en los entrenamientos, ufff, demasiado para mí. Además, encontré pronto trabajo como dibujante y se fue diluyendo mi afición.

—¿Ahora, en plena Eurocopa de Francia, en qué punto se encuentra su pasión futbolística?

—Ahora con esto del libro y demás estoy en manos de mi editor, así que me temo que no voy a tener mucho tiempo para seguir el asunto. Tengo que decir que yo, en mis primeros años, era del Valladolid hasta que me hice del Real Madrid. Mi hermano es del Barça a muerte desde que mi madre le bordara el escudo de ese equipo en una chaquetita preciosa cuando tenía 5 años. Y mi hermano Pablo es del Atleti, igual que todos sus hijos. En mi caso yo digo que ahora llevo la bandera de Panamá, la bandera de conveniencia. He adorado a ese gran Barça de los últimos años y mi gran héroe es Iniesta, aunque me fastidia mucho lo del catalanismo y que se mezcle el fútbol con la política.

—Así que su militancia madridista se agotó.

—Más o menos. Mourinho fue el detonante para que me apartara casi del todo del Real Madrid. Nunca le soporté, lo que hizo con Casillas y sus formas dentro y fuera del campo. En aquellas épocas remotas el Real Madrid era verdaderamente un equipo señor, elegante, jugaba limpio. Era una belleza ver jugar a aquel Real Madrid. También me gustó mucho la época de la Quinta del Buitre porque tenían mucha clase y a mí siempre me ha gustado el fútbol de arte.

—¿Qué le inspira Iniesta?

—La genialidad del fútbol, la inteligencia, el buen gusto. Además creo que una de las finalidades del deporte, y del fútbol en particular, es conducir a los chavales por el camino de los buenos valores y eso lo reúne Iniesta, a diferencia de otros grandes futbolistas como Cristiano Ronaldo, por ejemplo, que le veo muy sobrado, pagado de sí mismo, demasiado arrogante, le sobran gestos.

—Un arquitecto y pensador como usted ¿cómo contempla el gran espacio de los estadios de fútbol?

—Como las grandes catedrales y grandes cosos y anfiteatros como los romanos. El fútbol ha sustituido, de una manera más civilizada, al concepto del circo romano. Dentro de él se mueven y encauzan pasiones y frustraciones. Yo creo que el fútbol tiene algo de muy primitivo, como lo podía tener el boxeo o los toros. Concita multitudes, representa a países y tiene, también, algo de carnaval, porque hace aflorar los peores instintos algunas veces. Personajes que presentan un rostro de furia, sombrío que no corresponde a su carácter en la vida normal.

—La cultura actual del fútbol tiene poco que ver con aquella que usted vivió siendo un chaval.

—Claro que no, porque ahora estamos en la civilización de la imagen. El espectáculo y el mercado han hallado en el fútbol un tesoro, es una mina de oro como enfrentamiento entre países en paz.

—¿Qué es lo que cambiaría del fútbol del siglo XXI?

—No sé, algunos abogan por un tipo de arbitraje más electrónico para salvar los errores humanos, pero yo creo que no va por ahí la cosa. Lo bueno del arbitraje es que cabe el error humano y hay alguien a quien echarle la culpa. Existe un tipo, que puede ser empleado de banca, que pone firmes a un tío famoso en el mundo entero y que gana miles de millones. Eso me parece fantástico, lo más democrático del fútbol. Y también me gusta que no gane siempre el mejor como puede ocurrir en el atletismo y otros deportes, pero en el fútbol el azar suele estar muy presente e intervienen factores que lo hacen aleatorio y eso le da una emoción extraordinaria. Nunca un equipo pequeño podría ganar a uno muy grande, y sin embargo, ocurre. El Tenerife impidió que el Madrid ganara dos Ligas consecutivas, por ejemplo.

—En la Edad Media no había fútbol, usted que es un gran apasionado del medievo ¿haría un viaje en el tiempo hacia esa época?

—De paseo sí, a verlo, a vivir en el medievo ni borracho. Se vivía muy mal y había muchas privaciones, aunque no muy distintas a las que tenían nuestros abuelos. Mi madre, con 10 años, llevaba las ovejas a la montaña desafiando el ataque de los lobos. Ya cuando era muy mayor le dije a mi madre que le contara a los nietos sus historias con los lobos y decía: ay hijo, eran muy descarados los lobos! A veces me miraba uno y no echaba para atrás, y para que se fuera había que decirle palabrotas muy feas. Nuestros padres y abuelos han vivido situaciones miserables, se tiraban trabajando en el campo desde niños, no había tiempo para los estudios, no había agua corriente en las casas, water, no digamos, las bestias convivían con las personas, y comida, la justa.

—Aún así, ciertos episodios medievales no han sido tan oscuros como se han pintado.

—Es verdad, ese concepto de la oscuridad es de Petrarca, piensa que el siglo XIV es un siglo horrible, con pestes, heladas, inundaciones, persecución de judíos, guerras, herejías….en Europa se liquidó el 40 por ciento de la población. La novia de Petrarca murió a causa de la peste y eso, entre otras cosas, le influyó para hacer un retrato siniestro de su época. Pero el siglo XII fue el primer renacimiento, había buen clima, buenas cosechas, crecieron los pueblos y las ciudades y reventó el Románico, se construye algo tan grandioso como el Pórtico de la Gloria y las catedrales han sido la mejor obra de arquitectura que ha hecho la humanidad hasta ahora.

—Las catedrales tuvieron una función que iba mucho más allá del mero culto religioso.

—Sin duda, la ciudad hace la catedral y la catedral hace la ciudad. Es el departamento tecnológico, es la autopista, es el gran salón de reuniones. Allí se experimentan las vidrieras, las formas del hierro, las esculturas…las pinturas. Todos los oficios se experimentan en la catedral y hay un avance tan grande que ahora no te creas que sería tan fácil hacer una catedral como aquéllas. Entre otras cosas porque ya no hay artesanos tan finos por mucha alta tecnología que nos alumbre.

—Acaba de publicar ‘La maldición de la reina Leonor’, una novela histórica que se centra en uno de los períodos más luminosos del románico, ¿en qué fuentes bebe?

—Llevo muchos años pateando España tras las huellas del románico. En mi Fundación estamos haciendo la Enciclopedia del Románico de la península ibérica, van a ser 64 tomos y estarán en todas las más importantes bibliotecas del mundo. Gracias a los escribanos que acompañaban al séquito real allá donde fueren tenemos constancia de muchos datos que nos explican la historia.

—Aparte de sus viñetas en El País, sus novelas y sus estudios medievales hace tiempo que puso en práctica un novedoso proyecto para luchar contra el paro: las lanzaderas, ¿han tomado nota los partidos que quieren gobernar España?

—Están muy interesados, pero este plan tiene que tener un foco de acción no gubernamental. Este plan de lanzaderas es muy sencillo, consiste en que los parados se ayuden unos a otros a buscar empleo. Y la cosa funciona. Se están colocando más del 50 por ciento de los participantes en los últimos cinco meses.

—¿Cómo vivió la final de la Champions y el llanto del Atlético?

—Uff, es que, vamos a ver, el Atleti ha chocado dos veces contra el Madrid en esa final y hay que tener en cuenta que en la Copa de Europa el Madrid juega en su casa, es su sitio real, y esa fortuna le va a perseguir durante mucho tiempo.

—¿Que Zidane entrene al Real Madrid le ha reconciliado con el equipo?

—Sí, Zidane pondrá en el Madrid la serenidad de tipos como Ancelotti, que era un señor. Florentino ha tenido mucha suerte con Zidane y el francés se lo merece. También me he reconciliado con él porque lo del cabezazo a Materazzi no me gustó.