NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

GIRONA - OSASUNA

Jesús Iribarren: "Jugué en Osasuna y Girona, no me mojo"

Iribarren (Murchante, 1936) jugó en Osasuna y Girona. Una excusa perfecta para recuperar la historia de este jugador que fue prometedor en su época.

Actualizado a
Jesús Iribarren.
Carles Meléndez

¿Es especial para usted el Girona-Osasuna de hoy?

—Jugué en los dos y los quiero mucho, así que no me mojo para el ascenso. Pero eso sí, soy de Osasuna. Lo siento por Girona.

—¿Cómo llegó a Osasuna?

—Estudiaba en los Jesuitas y me llamó la selección juvenil de Navarra. Fue Abraham Cornago, el presidente de la federación, quien me recomendó.

—¿Ganaba dinero?

—4.000 pesetas mensuales, como los otros solteros. Los casados cobraban 7.000...

—¿Qué tipo de jugador era?

—Era un 10. Tenía mucha clase, pero también mucho miedo.

—¿Miedo?

—Porque pesaba 64 kilos y el fútbol de entonces no era el de ahora. Jugué con Salvatierra, con Santamaría el del Zaragoza, con Mauri, con Garay... Todos mucho más fuertes que yo.

—¿Qué le decían los técnicos?

—Tuve a Eizaguirre, el portero de la Real, a Aldecoa... Con Eizaguirre coincidí incluso como jugador. Tengo una anécdota...

—Por favor.

—La Real y Osasuna jugaron un partido amistoso para celebrar el ascenso rojillo, en San Juan. Yo estaba cedido en el Tudelano, y me llamaron. Combiné con Recalde y Sabino, e hice lo que hacía en el colegio de los jesuitas: miré para un lado y se la metí a Eizaguirre por el otro. Eso, a un internacional, le jodió mucho.

—Me hago cargo, claro...

—(Risas). Eizaguirre era un primer espada, de los mejores porteros junto con Carmelo.

—¿Cómo era aquel Osasuna?

—Llegó Eizaguirre de la Real, Egaña, González, Sertutxa, Marañón, Glaría... Un equipazo. Yo era suplente.

—¿Coincidió con Zoco?

—Sí, pero él estaba cedido al Oberena. Con Ignacio siempre tuve muy buena relación; coincidí con él y Félix Ruiz en los juveniles. Eran muy buenos, triunfaron y fueron juntos al Madrid.

—¿Y usted?

—Se llegó a interesar el Barcelona. Todavía tengo la carta de Samitier por ahí. El Sevilla también me quiso, por Juanito Arza, pero no fui por los estudios...

—¿Y cómo llegó a Girona?

—Acababa de terminar la carrera y quería hacer prácticas en un despacho. Por mediación del fiscal de la Generalitat en Girona, fui para allá y estuve con el hermano del alcalde practicando como procurador.

—Y se casó con la hija del presidente del Girona...

—La conocí por mi profesión, en una terraza. No por el fútbol. Y mire, nueve hijos y 20 nietos.

—¿Cuántos años jugó allí?

—Dos años. Una de medio y otra de interior. El primero descendimos a Tercera. No me fui por el trabajo en el despacho. Y volvimos a ascender. El caso es que dejé el fútbol con 24 años para ejercer.

—¿Tan joven?

—Bueno, miento. Luego fui al Tarazona. Les pregunté: “¿Qué me vais a dar?”. “60.000 pesetas”, dijeron. Y yo dije: “Venga hombre, regaladme un Renault Gordini”. Y me lo regalaron (risas). Era una preciosidad. Se portaron muy bien. Era un pueblo de 15.000 habitantes. Allí jugué unos partidos fantásticos.

—¿Hizo muchos amigos en su carrera en el fútbol?

—Por ejemplo Chus Pereda. Éramos íntimos. Fuimos internacionales juveniles. Pero a mí no me preseleccionaron. Después él fue al Indautxu y yo a Osasuna. Y coincidimos en Segunda. Le he querido como a un hermano. Era más bueno que el pan. Llegó a poner un negocio en Tudela y yo le arreglé los papeles.

—¿Qué más recuerdos tiene de aquella época?

—Pues uno ajeno a los campos. Ya retirado, yo tenía un Citroen CX Turbo. Algún hijo mío estudiaba en Barcelona y estando allí una noche nos encontramos el coche destrozado. Tenía matrícula de Madrid, sabe, y el Barça había empatado con la Juve en Turín. Y por allí pasaron algunos radicales y me lo pisaron, de arriba a abajo.

—¿Y qué pasó?

—Pues se enteró José María García y me llamó, y entré en directo. Y el Barcelona se portó bien. Fue a jugar a Pamplona, que le ganó Osasuna 1-0 y le eliminó de la Copa, y un directivo nos iba a dar 25.000 pesetas por lo del coche. Y se las dimos a Cáritas, sabiendo que tenía seguro a todo riesgo.

—Fue un detalle, muy bien.

—Bueno, la broma me costó unas 300.000 pesetas de la época (risas). Siendo un acto vandálico, el seguro no quiso hacerse cargo de nada...