El fútbol de Chequia está añorando tiempos pasados
El primer rival de España en la Eurocopa de Francia revive sus días de gloria en un museo. La separación de Eslovaquia en 1992 le mermó.
En Praga uno se siente bohemio y nostálgico, como si caminar por las húmedas baldosas del Puente Carlos permitiera escuchar las voces y oler los perfumes de quien por allí algún día transitó. Una melancolía que el fútbol checo también bombea en cada esquina, tanto a nivel de clubes como de selección. El primer rival de España en la Eurocopa brinda recuerdos e imágenes de un tiempo brillante que ahora mismo parece irrepetible.
Por eso entre la población, sobre todo la adulta, resuenan más los nombres de Nehoda, Masopust, Viktor, Panenka o incluso el más reciente de Nedved que los que integran la actual selección de Pavel Vrba. Únicamente Petr Cech, de entre los activos, puede equipararse a aquellos que para los checos son verdaderas leyendas. La separación de Eslovaquia y la República Checa en 1992 restó posibilidades a un país que conjuntamente había alcanzado cotas inimaginables en el panorama futbolístico.
Esa partición en dos de Checoslovaquia aún se considera uno de los cambios geopolíticos más pacíficos de la historia de Europa. Todo un ejemplo de conducta y convivencia entre nuevos vecinos. Al mismo tiempo, cortó con la historia de una selección que llegó a ser dos veces subcampeona del mundo (Italia 1934 y Chile 1962) y una vez campeona de Europa (Yugoslavia 1976). El once campeón continental en tierras yugoslavas estaba formado por lo que hoy serían ocho eslovacos y tres checos, aunque estos últimos eran las estrellas del equipo (Viktor, Panenka y Nehoda). El técnico, Vaclav Jezek, también era checo.
Museo. Quizá por eso —y por la mayor fuerza histórica de sus clubes— la República Checa se ha adueñado la prolongación del camino recorrido por ambos países cuando aún jugaban bajo la misma bandera. Ayudan también sus buenas participaciones en Eurocopas posteriores a la separación, incluido un subcampeonato en 1996.
Pese a ello, en el museo de la federación en Praga los recuerdos van más allá de esta gesta. A las camisetas de sus dos únicos Balones de Oro —Masopust y Nedved— les acompañan otras de la selección checoslovaca de la Eurocopa de 1976, con la peculiar estrella roja sobre el pecho como recuerdo de su pasado comunista. Lo que más destaca, sin embargo, es el trofeo levantado en aquella tarde de Belgrado. En una urna acristalada que preside la sala central, los checos echan la vista atrás y rememoran lo que fueron los mejores días del fútbol del país, esos que hoy parecen tan lejanos e imposibles para el primer rival de España en la Euro.