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AS COLOR: Nº 6

Luis Guijarro: el primer representante moderno

Precursor de los más importantes agentes españoles, fue el primero en tratar la intermediación como una industria: era el Jorge Mendes de entonces.

Actualizado a
Luis Guijarro, representante de futbolistas.

Desde 2001, las federaciones nacionales son las que conceden las licencias FIFA para poder representar futbolistas y España es el segundo país del mundo con mayor número, cerca de 600, sólo superado por Italia. Fernando Torcal, José María Minguella, Alberto Toldrá padre, Ginés Carvajal, Herminio Menéndez, José María Orobitg, Miguel Santos, Fermín Gutiérrez, Petón (Bahía), los hermanos García Quilón… Son muchos los nombres de representantes españoles con renombre no sólo en el fútbol nacional, sino también en el extranjero, que han gestionado traspasos de gran calado. Aunque todos ellos tuvieron unos precursores, los que iniciaron el camino y vieron en la representación una profesión, y también un negocio.

En el origen, allá por los años cuarenta y cincuenta, aparecieron los llamados ‘patrones de pesca’ u ojeadores al servicio de un solo club: Luis Colina, Patrick O’Connell fueron algunos ejemplos o, incluso, Pablo Hernández Coronado, que inventó la figura del secretario técnico. Después apareció Ángel Rodríguez, ‘El Feo’, una autoridad, que ya fue un intermediario al uso, dedicado a colocar futbolistas por toda la geografía española a cambio del correspondiente porcentaje. También Juanito Cadenas, el armenio afincado en la zona alicantina Bogossian o el antiguo defensa del Atlético de Madrid, Alfonso Aparicio, que llevó al fútbol estadounidense a Carmelo Cedrún, Santisteban o Enrique Mateos, fueron otros que se dedicaron a recomendar y ‘colocar’ futbolistas.

Sin embargo, por encima de todos ellos se erigió Luis Guijarro, que dio un paso más: fue el primero en tratar la intermediación deportiva no como un trabajo, sino como una industria. Hasta entonces, lo habitual era colocar a un jugador en otro club a cambio de la  correspondiente comisión, pero él fue adquiriendo los derechos federativos de jóvenes promesas que despuntaban para luego venderlos a importantes clubes. Junto a un hermano, tenía un negocio de venta de automóviles en el centro de Madrid, y en sus ratos libres, que cada vez fue arañando más, se dedicó a la compraventa de jugadores y contratación de equipos en la organización de torneos. Luis Guijarro supo ver como ninguno el desarrollo de los tiempos que corrían. Eran los años sesenta, el despegue económico ayudaba a comportarse como nuevos ricos a clubes y presidentes que en realidad no lo eran, y las divisas del turismo impulsaron hacia el alarde a no pocos alcaldes del litoral español. Si el de Benidorm se miró en el espejo de San Remo para organizar su festival de música ligera, otros prefirieron dirigir su mirada hacia el fútbol, montando torneos veraniegos. A los clásicos Teresa Herrera o Carranza fueron añadiéndose los Costa del Sol, Ciudad de Palma, Valencia Naranja, Villa de Bilbao, Ciudad de la Línea… El aficionado acogía con gran fervor la visita de míticos clubes como Bayern de Múnich, Ajax, Anderlecht, Feyenoord, Standard de Lieja, Ferencvaros, Fiorentina, Estrella Roja, e incluso de otro lado del Atlántico: Palmeiras, Botafogo, Fluminense, Peñarol, Estudiantes de La Plata… Pero montar torneos representaba mucho trabajo. Ahí estaba Luis Guijarro. Él se encargaba de proporcionar equipos y engrasar la máquina publicitaria.

En el número 6 del antiguo AS Color, Gerardo García hacía una semblanza del afamado agente y le entrevistaba en su despacho de la calle General Sanjurjo. Luis Guijarro contaba cómo fueron sus inicios: “Empecé en Francia, con el Stade Français, Marsella, Niza, Nancy y otros equipos, y entre los primeros fichajes importantes que realicé para el fútbol español se cuentan los de Ben Barek y Marcel Domingo (que también sería entrenador del Atlético)”.

Luis Guijarro subrayaba en la entrevista: “Son muchísimos, casi imposible recordarlos, la cantidad de traspasos que he realizado en los treinta años que llevo en el mundo de la representación”. Era uno de los más solicitados agentes a nivel europeo, quizás como lo pueda ser en la actualidad el portugués Jorge Mendes, dueño de Gestifute, no sólo por el volumen de jugadores que gestionaba, sino también por el renombre de muchos de ellos. Además, es curioso, ambos empezaron en mundos totalmente opuestos: Guijarro, vendiendo coches y Mendes regentando un videoclub. Uno gestionaba y el otro gestiona grandes cracks del planeta fútbol. De hecho, en la entrevista, Luis Guijarro estaba dispuesto, “si se abre la importación”, acotaba Gerardo García en el titular, a traer a la Liga española a grandes futbolistas como Tostao, Overath, Djazic, Pachamé, Muller, Cruyff o Beckenbauer “por cuatro perras”. Tenía poder para ello. El representante, que tenía el carnet número uno de los 14 agentes de la UEFA que había entonces en Europa (hoy día hay más de 6.000 licencias), contaba, por ejemplo, que consiguió el primer contrato como entrenador a Di Stéfano (en el Elche); que llevó a Helenio Herrera al Barcelona, “traspasado por setecientas mil pesetas”; también colocó “a Peiró o Seminario en Italia”; o que pagó "por Gento una cifra irrisoria: un millón doscientas mil pesetas”. Evidentemente, estas aspiraciones de Luis Guijarro chocaban con el tema de la importación, y así se lo reflejó a Gerardo García: “Se puede importar vodka, caviar, se pueden contratar artistas o técnicos de otros países, pero no se pueden traer futbolistas: se ha abierto la puerta de los oriundos, pero con el veto de la no internacionalidad, con lo cual no se resuelve absolutamente nada”.

A pesar de los años, el mundo de la representación no ha cambiado tanto, al menos conceptualmente, aunque ahora los agentes se lleven en las operaciones entre un 15 y un 17 por ciento y entonces era un 10. Así al menos lo entendía Miguel San Román, exportero del Atlético de Madrid y amigo personal de Luis Guijarro, quien quiso llevarle al Mallorca cuando el guardameta estaba en el final de su carrera. “Luis Guijarro era un hombre de negocios, pero era un amigo, un confidente, no te dejaba tirado nunca. Era muy respetado en España y en Europa. Hizo dinero y siguió con el negocio de venta de automóviles con su hermano. Era un número uno”.

Así era Luis Guijarro, el hombre que inició, con su ‘olfato’ y sus ideas, la modernización de la representación de futbolistas.