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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 1 DE MARZO

Rafael Moreno, Pichichi, se convierte en mito (1922)

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Rafael Moreno, Pichichi, se convierte en mito (1922)

Rafael Moreno Aranzadi, para el mundo del fútbol «Pichichi», era un bilbaíno nacido el 23 de mayo de 1892 en una familia importante. Tanto, que su padre llegó a ser alcalde de la ciudad. Un señorón de esos que hubieran querido para su hijo una gran carrera y una gran posición, pero el joven Rafael no pensaba más que en el fútbol. En los estudios fue un fracaso, su padre se hartó de decirle que no servía para nada, pero para algo sí servía: para el fútbol. Aquel extraño deporte apareció en Bilbao justo cuando Rafael Moreno tenía edad de corretear por las calles y dar patadas en las campas. Así que llegó a jugador del Athletic, popular y famoso, en la primera década del pasado siglo, cuando el fútbol empezaba a ser poco a poco una pasión naciente en la ciudad. Como lo era él, con su apodo Pichichi, que le vino por ser muy delgado. En 1913 está en el estreno de San Mamés, donde marcará el primer gol (según algunos autores, otros se lo adjudican a Zuazo), y en 1915 marca tres goles en la final de Copa. Tiene un noviazgo sonado con una chica de una de las familias notables de Bilbao, los Merodio. La boda es un acontecimiento social en la ciudad. En 1920 acude a Amberes con la primera selección española que se forma, en la que es titular. Pero al regreso el público le exige más, le tiene muy visto y empiezan las broncas. En un amistoso internacional del día de Navidad, el Sparta de Praga golea al Athletic en San Mamés y el público la toma tanto con él que decide que sus días de fútbol han pasado. Deja de jugar para hacerse árbitro, porque su afición le impedía alejarse definitivamente de este juego.

Una epidemia de tifus que ataca Bilbao en 1922 se lleva a Pichichi en dos días. La consternación es tremenda, la gente se arrepiente de las broncas finales, se le erige un busto en San Mamés, ante el que aún es costumbre que ofrezcan flores todos los equipos que visitan por primera vez aquel sagrado recinto. La memoria popular transforma un bonito cuadro de Aurelio Arteta, llamado Idilio en los campos de sport de San Mamés, en el que Belauste hace la corte a una chica, apoyados ambos en la valla, en «El cuadro de Pichichi y su novia», como aún se le conoce. Pero el mayor impulso a su popularidad se lo dará el periodista Lucio del Álamo, que había sido admirador suyo en la infancia. Cuando fue director de Marca estableció unos premios en distintas categorías para los mejores de la liga. De ellos solo han subsistido dos, los que se atenían a criterios objetivos. El premio Zamora, al portero menos goleado, y el premio Pichichi, nombre que escogió para el máximo goleador, llevado posiblemente por la añoranza de sus tiempos de joven admirador del genio bilbaíno. Pichichi fue un gran jugador, ingenioso y hábil, al que hizo más popular un cierto halo romántico que destiló de su vida y de su muerte prematura. Marcaba bastantes goles, pero no era estrictamente un «maximo goleador». Sin embargo, su nombre ha quedado asociado a esa suerte suprema. El escritor Juan Antonio Zunzunegui tiene una novela, Chiripi, en la que es fácil reconocer en muchos pasajes la figura del magnífico interior bilbaíno.