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RAYO VALLECANO

Bebé: “Sufrí mucho, pero ahora disfruto más lo que tengo”

Es el único fichaje que pidió Paco y ha encontrado su sitio. Con su sonrisa espanta una dura infancia que le enseñó que el esfuerzo y el talento son la llave para ser único.

Actualizado a
Bebé ha encontrado su sitio en Vallecas.
Rafa Aparicio

—¿Qué balance hace de estos primeros meses aquí?

—Muy bueno. Estoy gozando mucho en Madrid y en Vallecas. Todos me han recibido muy bien, es como una familia, no me lo esperaba. Esta temporada será muy buena para mí.

—¿Qué está aprendiendo?

—Antes tácticamente no era muy bueno. En el Benfica aprendí mucho y ahora con Paco trabajo para ser completo. Me gusta escuchar y aprender.

—¿Qué aspectos trabaja más?

—Buscar los espacios, ir al medio a recibir, defender con el equipo... Eso me faltaba y voy mejorando.

—¿Cómo es Paco?

—Paco me ha dado confianza, pidió a la dirección deportiva que me contratara. Le debo mucho. Ha demostrado su valor con esta manera de jugar.

—Está encima de ustedes...

—Siempre me habla. Sabe que tengo capacidad para llegar donde quiera. Cuando me distraigo o me relajo, no me deja.

—Es un jugador alegre fuera y dentro del campo.

—Soy happy y lo aprovecho. Me gusta desbordar y jugar rápido. Me gusta disfrutar y hacer cosas que los demás no hacen, pero a veces no es el momento y complico las jugadas. Soy alegre y me gusta contagiárselo al resto.

—Y eso que no tuvo una infancia fácil...

—Por eso. Sé que no me pasará nada parecido a lo que sufrí, no va a ser peor. Mis padres se divorciaron, mi madre no tenía tiempo para ocuparse de nosotros y a mi padre no lo vi más. Nos crió mi abuela Ilda, a mi hermana y a mis tres hermanos, era mucho. Y no me portaba bien. Ahora es diferente, puedo dar a mi familia y a mi gente otra vida.

—¿Qué aprendió en la Casa do Gaiato?

—Me enseñaron muchas cosas. El respeto y el saber que para alcanzar una cosa hay que trabajar mucho. No ha sido fácil llegar a donde he llegado. He sufrido mucho, no comía de niño y no tenía dinero para los transportes. Me castigaban en el orfanato e iba a entrenar y a jugar sin que lo supieran. Cuando una cosa llega muy fácil acaba muy rápido o no da resultado, pero cuando tú te sacrificas lo disfrutas más.

—¿Sigue teniendo contacto con la gente del orfanato?

—Sí, con todos. Son mis amigos. Siempre que voy a Portugal paso una tarde por allí para hablar con ellos. El orfanato sigue, ahora hay menos niños y los más grandes se fueron. Continúa el padre Arsenio.

—¿Qué no olvidará?

—Me acuerdo del primer día, tenía nueve años, llegué mal porque no quería ir, estaba triste, pero fue el día más importante de mi vida porque, a partir de ese momento, sabía que cambiaba. Sería otro Bebé. Aprendí todo de nuevo, la escuela, todo. Recuerdo que todos los días jugaba al fútbol.

—¿Fue su primer contacto con el fútbol?

—Prácticamente. Antes no me interesaba. Allí empecé a jugar todos los días: mañana, tarde y noche. Éramos veinte por cada lado porque éramos muchos, 150 chicos. Tengo ganas de repetir eso, pero no es posible.

—¿Quién era su ídolo?

—Drogba, pero también Cristiano, que es portugués. Tengo la misma manera de correr, de chutar... Es de mis favoritos.

—¿El punto de inflexión de su carrera fue el campeonato europeo de sin techo de 2008?

—Me mandaron a representar a Portugal. Fui a pasarlo bien, pero metí muchos goles y la gente empezó a hablar de mí en los periódicos. Me sorprendió.

—En poco tiempo dio el salto al Manchester United.

—Fue muy rápido, una sorpresa. Un día estaba entrenando y de repente me dijeron que fuera, que iba a firmar cinco años de contrato. No sabía si era broma. No estuve ahí mucho, pero lo aproveché.

—Su historia es de cuento: del orfanato al United.

—Era el sueño de muchos niños, parece una locura. Cuando llegué allí estaba con los mejores del mundo. Me costó un poco, la primera semana respiraba profundo, pero me habitué. Asimilé dónde estaba.

—¿Quién le imponía más?

—Ferdinand, Giggs, Rooney… Unos meses antes los veía en la tele y luego corría, saltaba y hablaba con ellos. Giggs me llamaba mucho la atención: veía cómo le pedían fotos, autógrafos, camisetas...

—¿Y en Manchester no incidían tanto en la táctica?

—Sí, pero yo llegué allí sin mucha formación, con lo que tenía: talento, velocidad, fuerza... pero hacían falta más cosas. Si ahora me contratara un grande sería diferente.

—Manucho también jugó en Manchester. Aquí son amigos.

—No coincidí allí con él. Aquí me ha recibido muy bien, parece que nos conocemos desde hace mucho. Somos amigos, vamos al entrenamiento juntos, nos reímos y bailamos. Ponemos música para animar a la gente. La música es todo. Para jugar bien tengo que estar alegre y con Manucho es imposible no estarlo.

—Jugó en Inglaterra, Turquía, Portugal. ¿Qué liga le gusta más?

—He conocido muchas ciudades, países, pero en España estoy a gusto. Este es mi sitio. No sé si es el estilo de jugar, los españoles, que me encantan, o la comida. Algo me dice que debo estar aquí.

—¿Cómo es su vida en Madrid?

—Vivo a cinco minutos de la Ciudad Deportiva. No me gusta comer fuera, soy más de estar en casa. Mi abuela y mi mamá quieren venir. Las traeré a algún partido pero, de momento, quiero adaptarme. Me gusta dormir y estar tranquilo en casa, con mi primo, viendo una película. No me gusta estar solo. En el orfanato estaba siempre con mucha gente y se me hace difícil. Cuando tengo días libres me voy a Lisboa a ver a mi familia y mis amigos. Ahora lo haré.