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BETIS

El maestro y el artista: la vuelta de Joaquín resucita al ‘CurroBetis’

En el centro del platillo de Heliópolis, Curro Romero, el Faraón de Camas, y Joaquín, el jugador más internacional de la actual plantilla bética, intercambian experiencias.

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El maestro y el artista: la vuelta de Joaquín resucita al ‘CurroBetis’
AStv

Hay un puñado de lazos o hilos invisibles que unen a Curro Romero, el mito faraónico que vence al tiempo, y a Joaquín Sánchez, fino de cintura como un junco marinero. Hilos de pura sensibilidad o sentimiento que también unirían o unieron a ambos con Camarón de la Isla, el Beni de Cádiz o el mismísimo Duomo de Florencia. Uno de esos hilos o vínculos se llama Real Betis Balompié, ese equipo hecho por y para lo difícil: en sí mismo, tan espíritu genial para el alboroto y el asombro como lo pueden ser el mismo Romero, el camero Francisco Romero López, y el portuense Joaquín Sánchez.

En el centro geométrico del Estadio Benito Villamarín, el platillo verdiblanco que domina el barrio de Heliópolis, AS reunió a Romero y a Joaquín; el icono vivo del toreo que tantas veces abrió la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Caballería y el artista que se adueña de las bandas de medio mundo en un solo palmo de terreno.

Después de celebrar el 44 cumpleaños de Roberto Ríos (hoy, en el cuadro técnico del Betis), en la Ciudad Deportiva Luis del Sol, Joaquín saludó a Curro Romero con veneración sobre la hierba rabiosamente verde de un Villamarín recién resembrado. Al fin, Curro y Joaquín (que se ha puesto delante del toro) son capaces de crear arte con los pies metidos en una pandereta. Pero ya se sabe que, como proclamaban los viejos cronistas “una cosa es Curro, y otra todo lo demás de la Creación”.

El domingo 20 de abril de 1980, Joaquín Caro Romero escribió sobre las dos manos de Curro: “Una es la que pinta y la otra es la que graba. Una es la que sueña y otra es la que toca la guitarra”. Curro Romero acababa de salir a hombros por la Puerta del Príncipe (tras lidiar toros de Carlos Núñez)... y el mismo día en que se publicaban esas líneas de Caro Romero, ese 20-4-1980, domingo de preferia en Sevilla, el Betis, uno de los mejores Betis de todos los tiempos (Esnaola, Cardeñosa, Gordillo, Biosca...), firmaba en Heliópolis un histórico 4-0 sobre el Sevilla de Miguel Muñoz, Scotta y Bertoni. Ese día resurgió en todo su esplendor la leyenda del CurroBetis, la misteriosa vinculación de esas dos entidades (en sí, sendos vínculos) en las penas y las alegrías, en la suerte y en la muerte. El 15 de mayo de 1966, un Betis recién descendido a Segunda hizo pasillo en el Bernabéu al Real Madrid que regresaba de Bruselas con su sexta Copa de Europa. Después de 149 minutos de partido de alta tensión en un Chamartín atónito, el Betis apeaba de la Copa del Generalísimo al hexacampeón de Europa con dos goles de Landa: fue 3-2 en Villamarín (último partido de Ferenc Puskas en competición oficial) y 2-2 en el Bernabéu. Y fue en aquella trepidante primavera de 1966 cuando el cronista Emilio Vara abrió, en el diario vespertino Sevilla, la esotérica baraja de los caminos comunes entre Camas y Heliópolis. Nada de eso olvida Curro Romero. Nada de eso olvidan los béticos viejos, en ese restallante caldero verde de Heliòpolis, a 30 grados al sol húmedo del octubre sevillano... cuando se encuentran Curro y Joaquín.

Ahora, cuando el Betis de Joaquín vuelve a caminar firme sobre las aguas de Primera, Curro Romero aprecia: “Me gusta el equipo que se ha podido armar. Y Mel es un señor entrenador para este equipo”. Joaquín Sánchez confirma: “Estamos demostrando que podemos competir y creo que todavía podemos ir a mejor”.

Cuando Romero mece el capote bajo el cielo protector de Heliópolis en una verónica que trae el recuerdo del ole desde el albero del Baratillo, Joaquín se conmueve: “Que difícil es hacerle sentir a la gente lo que uno está sintiendo... y sin poder explicarlo”. En realidad, Romero se explica sin palabras. Se explica con un lance de capote que es una catedral de pureza varada en el tiempo. Y Joaquín se explica con regates que traen el eco de las alegrías del Puerto de Santa María. Curro toca el balón. Joaquín se deja querer con el capote. Entonces va el Faraón y en mitad del mediodía dibuja una media verónica. Hay un eco de Salomón Vargas, genio y gitano. Romero lo hace todo templado. En él, todo es puro temple, incluso cuando conduce por el Paseo de Colón. El tenis deleita a Curro. Le emociona Rafa Nadal. Y admira “lo valiente que es Garbiñe Muguruza”. El sumo sacerdote del toreo disfruta con un tenista sobre todos: “Lo de Federer es la perfección sobre la pista. Pero si ese hombre no suda...”

La escenografía de Heliópolis se traslada a la mesa del Puerta Grande, calle Antonia Díaz, a una decena de metros de la entrada a la plaza de la Real Maestranza por los tendidos 8 y 10. Joaquín y Curro conectan: el Beni, Caracol y Camarón. “Una vez, Camarón me cantó desde el tendido, en un festival. Lo más grande. Pulpón, el representante, nos dijo que había que repetirlo. Le dije que era imposible. Lo de Camarón era inexplicable, es uno de esos fenómenos extraños y geniales que aparecen una sola vez. Iba a cantar a los sitios y ni siquiera sabía cuánto dinero iba a ganar. Venía con letras de Lorca o de Miguel Hernández y pensaba cómo darles su estilo. Todo en él era un milagro”. Y Joaquín revela: “En mi vida he visto a mi madre más triste que cuando murió Camarón”.

Ocaso. La luz de ocaso del Arenal de Sevilla explota en la cal de la Maestranza. Y Curro Romero piensa en voz alta: “Yo no creo que un jugador andaluz pueda vivir a gusto, por ejemplo en Inglaterra. Yo, si me tengo que perder, me pierdo por Jerez”. Pincelada de Joaquín: “El Duomo de Florencia es grandioso, pero allí no vas a ver a nadie enfoscando una pared”.

Romero habla despacito: “En esta vida, lo bonito es callarse. Hablar mucho es lo peor”. Joaquín asiente, pero ríe cuando recuerda a ese Beni que, enrolado de electricista en un barco, le dijo al capitán que “el problema de la luz viene de calle”. Curro Romero, monumento viviente al toreo, no piensa hacerse fotos con su propio monumento: “Antes, muerto”. Cae la luz en el Arenal. Ríe Joaquín y Romero templa. Así habla el Real Betis Balompié.