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URUGUAY

Villa Teresa: un equipo de barrio en la primera división uruguaya

Su reciente ascenso fue un hito. No tiene estadio ni web. Lo dirige un grupo de amigos. Federación, TV, 2.000 socios y hasta rifas para llegar a los 800.000 euros de presupuesto.
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Villa Teresa: un equipo de barrio en la primera división uruguaya
AStv

La historia del Villa Teresa es aquella que imagina cualquier club modesto del mundo, la que hace del equipo de barrio uno de Primera, esa que convierte el fútbol en magia, la vida en sueño. Ha ocurrido en Uruguay. El viejo Villa, orgullo de los vecinos de esta barriada de 3.000 habitantes de Montevideo, jugará en Primera para incredulidad de los uruguayos y satisfacción de su gente. Lo hará sin estadio de su propiedad ni tampoco página web. Da igual. Ya sólo el corazón pone límites a los jugadores y a la hinchada del camión, apelativo con el que se conoce al equipo por su tradición camionera.

No hay maestro, mecánico, restaurador, comerciante, vendedor o jubilado en Villa Teresa que no tenga relación con el club, bien porque en su día jugó en cualquiera de sus categorías o porque perteneció y aún pertenece a él en alguna de sus facetas, la más frecuente la de socio. Por eso el 13 de junio el barrio se paralizó por completo. Se produjo entonces el mayor acontecimiento jamás vivido en sus calles, el ascenso del Villa a la élite uruguaya.

La tanda de penaltis ante Boston River que le otorgó el último cupo para primera división fue seguida por los vecinos a través de los transistores como quien escucha una final de Champions o del Mundial. No. Como algo mucho mayor. “La gente quería el ascenso sobre todo por el barrio, más que por el equipo. Aquí todos somos trabajadores, gente humilde”, cuenta su presidente, Martín Sierra, de sólo 34 años.

Los festejos alcanzaron a todos los habitantes de este distrito situado entre Sayago, Nuevo París y Belvedere, en el centro-oeste de Montevideo. Tras sólo tres temporadas en segunda y la mayoría de sus 74 años de historia entre tercera y cuarta —en lo más profundo del fútbol amateur—, el ascenso fue un hito extraordinario lleno de matices.

Listos. No se celebró con un autobús descapotable ni mediante recepciones oficiales de las autoridades, sino paseando la copa por el barrio en la ranchera roja Nissan del club y colocando el trofeo en la modesta sede con suelo de cemento y paredes llenas de fotos de generaciones pasadas, el verdadero trofeo de la sala. El amor por el equipo que los padres traspasaron a sus hijos ha permitido mantener el carácter familiar del Villa Teresa. La directiva la conforman los hijos de quienes en su día fueron dirigentes. “Somos el grupo de amigos de siempre del barrio”, reconoce el presidente.

Todos preparan ya la inimaginable aventura que dará comienzo en poco más de una semana, el 15 de agosto. Sus partidos como local los disputará en el estadio José Nasazzi, libre por los problemas económicos que impiden competir desde hace dos años al Bella Vista. Cuando toque medirse a grandes como Nacional o Peñarol la intención es jugar en el Centenario, ni más ni menos. Los entrenamientos serán en la cancha que un aficionado dejó en herencia al club de sus amores tras fallecer. En total serán unos 800.000 euros de presupuesto provenientes de las televisiones, la ayuda de la federación y los 2.000 socios. Y por supuesto también de las rifas solidarias. Que no se pierda la esencia. Eso nunca.