NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

JUVENTUS 2 - REAL MADRID 1

El Madrid se obliga a remontar

Su mala salida al comienzo de cada tiempo le llevó a remolque. Cristiano hizo el gol de la esperanza. Antes y después marcaron Morata y Tévez, de penalti. Ramos estuvo mal como centrocampista.
Juventus-Genoa: Serie A

Actualizado a
El Madrid se obliga a remontar
CANAL+

El resumen es que el Real Madrid no estuvo a la altura de las circunstancias. Por complejo de superioridad o por pura distracción, que vendría a ser lo mismo. Quizá por falta de carácter. O tal vez sólo fuera una mala noche, una terrible, de amnesia colectiva. El campeón lo olvidó todo: la dignidad del torneo y del rival. El suspenso es en actitud y en historia. La buena noticia, la única, es que el desastre no se saldó con un marcador desastroso. Triste consuelo.

Empezó mal y pudo acabar mucho peor. Durante los primeros veinte minutos (parecieron 19 días y 500 noches), el Madrid fue desarbolado de modo sorprendente y casi sonrojante. Como corresponde a un anfitrión de su categoría, la Juventus invocó a su historia y a los espíritus que la habitan. Presionó, jugó, atacó y, lo más importante, creyó. No se había cumplido el primer minuto cuando disfrutó de su primera ocasión. La presión de Morata propició un error de Casillas y el balón acabó en Vidal, neutralizado dentro del área, en el último instante, al borde del penalti.

Más que una oportunidad fue una declaración de intenciones. Cualquier acecho culminaba en Morata o comenzaba en él. Los italianos lo llaman La Ley del Ex y no hace falta alargarse en explicaciones. Nadie te puede hacer tanto daño como aquel que conoce la localización exacta de tus lunares. Nada inspira tanto como el despecho.

La absoluta confusión del Madrid recordó a la que sufría en campos similares en los años 80 y 90, cuando los desmayos le abocaban a remontadas milagrosas. Era el mismo desconcierto, parecida inacción. Entonces había una disculpa económica, incluso física, que ya no existe. Ahora no los hay más ricos, ni más fuertes, pero sí más orgullosos.

La Juve se adelantó a los siete minutos. Marchisio lanzó a Tévez, Casillas desvió a duras penas su disparo y Morata marcó en el segundo palo. 'Alvarone' no lo celebró, pero tampoco lo pasó por alto. De haberse llamado Samuel Etoo hubiera señalado al palco. Como es alumno de El Prado de Mirasierra se limitó a mirar a la cámara, como si fueran los ojos de una ex novia que le abandonó en verano.

El Madrid tardó en entender que lo mismo que le hacía daño podía minar a su enemigo. La presión alta, la ferocidad, el amor propio. Pudo comprobarlo las pocas veces que lo intentó. El pecado fue no insistir, no tratar al rival como merecía ni a la competición como exige. La prueba es que Cristiano empató en la primera jugada que el Madrid cocinó a fuego lento. James se inventó el espacio en compañía de Carvajal y su último pase fue cabeceado por el portugués.

Pensamos que había pasado lo peor. La segunda combinación colectiva terminó con un cabezazo de James al larguero, a centro de Isco. Discurría el minuto 40 y la Juventus hubiera firmado ese marcador, para qué seguir sufriendo.

El Madrid, sin embargo, no sólo era un peligro para su adversario, sino también para sí mismo. Sergio Ramos y Marcelo fallaban una y otra vez provocando una fatídica contaminación en el resto del equipo, incapaz de disfrutar de diez minutos de felicidad. Nunca imaginamos que echaríamos de menos de Coentrao, que el cielo nos perdone. Jamás volveremos a suspirar por Ramos como centrocampista, prometido queda. Tampoco podrá hacerlo Ancelotti.

La segunda mitad reavivó el ánimo de los italianos y el aturdimiento del campeón. El gol de Tévez fue una concatenación de desdichas y despropósitos. Marcelo chutó a puerta y el balón rebotado en Chiellini propulsó el contragolpe del 'Apache', sin centrales en el horizonte. Carvajal, superado en velocidad, remató su frustración con un penalti indiscutible y algo burdo. El argentino concretó la pena y el estadio se erizó.

El esfuerzo posterior por igualar el combate tampoco estuvo a la altura del Madrid. En lugar de abrir espacios con fútbol, los jugadores se empeñaron en colgar balones al área, un recurso demasiado primitivo para un equipo tan sofisticado. No estamos en los 80, ni en los 90, para desgracia de nuestro cutis.

El castigo fue merecido y al mismo tiempo piadoso. Ganó quien quiso y quien supo, quien creyó. Para el Madrid es un golpe y una advertencia. O lo da todo o no tendrá nada.