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ATHLETIC

Adiós al mejor lateral derecho de la brillante historia del Athletic

Iraola no es potente ni rápido, sí meteórico viendo la jugada. Un gran conversador con y sin balón. El anuncio de su despedida inundó de nostalgia y pena Lezama.

Actualizado a
Presidente y plantilla, en el anunció del adiós de Iraola
JUAN FLORDIARIO AS

Andoni Iraola Sagarna nació en Usurbil un 22 de junio de 1982. Aquel bendito niño que se convertiría en león 21 años después se había enterado en la tripa de su madre que en esos días se jugaba un Mundial en San Mamés. Enamorado del fútbol como es, se apuntó a la vida para el Inglaterra-Kuwait que cerró el torneo en La Catedral. Por entonces, Urkiaga jugaba en la selección española. Estaba considerado uno de los mejores laterales derechos de la historia del club, en la que Jose Mari Orue se llevaba la palma con 481 partidos. Se puede decir sin rubor que Iraola ha sido más técnico. Orue era una pared defensiva y Urkiaga una locomotora que llevó a Clemente a los últimos títulos.

Andoni no nació para ser defensa. Fue fichado del Antiguoko juvenil como jugador de medio campo, capacitado para organizar el juego. Valverde le fue moldeando para ser interior derecho. No era rápido para el puesto, tampoco potente... Todo lo suplía con una velocidad mental meteórica. Veía la jugada antes que nadie y gracias a su técnica en la conducción era capaz de hacer un eslalon dejando por el camino a rivales más dotados físicamente. Más o menos como en el no gol ante el Manchester United en San Mamés, cuando falló con el estoque ante De Gea tras irse en un palmo de terreno de tres defensas ingleses. El comentarista de Sky Sports enloqueció con la jugada. De haberla terminado en la red, estaría en un museo del fútbol.

Txingurri, que también había llegado como futbolista a Athletic y Barça sin grandes dotes físicas, no tuvo rubor en hacerle debutar contra el equipo de Rijkaard. Eso sí, una horita. Le fue dosificando con cambios, no quería quemarle ante los ojos de la afición, acostumbrada a jalear a leones como empuje. De hecho, su segundo partido completos en La Catedral no llegó hasta la jornada 29, en un apoteósico 4-2 al Real Madrid.

Para ese final de campaña, ya le tenía tirando penaltis decisivos en busca de la UEFA, en la que al año siguiente viviría una cita histórica con el 1-7 ante el Standard. Era un Athletic fantástico, llamado a ganar un título. Su exhibición en el Bernabéu (0-2 y golito con todo el temple a Casillas) puso a los leones en el camino. La mala tarde ante el Austria de Viena y el infortunio en los penaltis de la semifinal de Copa ante el Betis acabaron con el proyecto campeón.

Vivió el lado oscuro del Athletic con la marcha de su valedor, las de Del Horno y Ezquerro. Pasó dos años de perros. Clemente le pidió llegar como un cohete a la línea de fondo e incluso jugó de interior izquierdo en Balaídos para tapar al canario Ángel. Jamás puso una mala cara. Tenía tanto talento táctico y con balón que Mané tiró de él como medio centro en plena angustia e hizo un doblete en Anoeta, muy cerca de su casa. Acabó así con la rabia del derbi que perdió años antes, la única vez que se le ha visto llorar de impotencia.
Fue con Caparrós con quien se ubicó ya definitivamente como lateral, un puesto en el que Valverde le había probado para asfixiar a Ronaldinho con sus desdoblamientos. El brasileño le calificó como el rival más difícil que tuvo enfrente.

Bielsa le exprimió el anteúltimo jugo. Sus asociaciones con Iturraspe, Herrera y Susaeta en Old Trafford quedan ahí para la historia. ‘El Loco’ amagó con no darle bola al principio y se rindió a sus pies pubalgia mediante. Una lesión que le llevó a pedir a Del Bosque, con quien fue siete veces internacional, que no le llevase a la Eurocopa 2012 que ganaría España. “Es usted el mejor profesional que he conocido”, le dijo Bielsa en su despedida delante de la plantilla. De ahí que ayer le mirasen todos, viejos y nuevos leones, como si fuese una eminencia. Un ‘One Club-Man’. Irse del Athletic a un equipo que jamás le pondrá en la tesitura de ser rival no empaña su andanza. Ni aunque le pidiesen seguir. Iraola ha dicho basta porque no se siente útil. Tiene la experiencia de quien ayer se sentó a su lado, Urrutia, que sólo jugó por lesión un partido de Copa en el año de su despedida. Es la modestia, virtud y freno, de un grande.