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El exalcalde recuerda su niñez en Vallecas

Juan Barranco: “De pequeño yo veía al Rayo desde mi balcón”

Fue alcalde de Madrid entre 1986 y 1989. Nacido en Santiago de Calatrava (Jaén), llegó a Vallecas con cinco años y vivió en el barrio más de veinte. Jugó en el juvenil del Rayo.

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Juan Barranco: “De pequeño yo veía al Rayo desde mi balcón”

—Hábleme de Vallecas.

—Soy hijo de la inmigración de los años 50, mis padres vinieron a Madrid cuando tenía 5 años. Vivíamos detrás del fondo del estadio donde está el muro, en un segundo piso. Antes, ahí había huertas. Los domingos veíamos al Rayo desde el balcón, parecía el camarote de los hermanos Marx. Era casi como verlo desde el anfiteatro, daban los balones en la pared. Cuando los enfocan por televisión lo busco y siempre sale. A la gente le choca el horario matinal, a mí no. He visto jugar toda la vida al Rayo a las 11:30. Ves el partido, sales y te tomas el aperitivo... Jugué de juvenil en el Rayo e íbamos al campo que hay detrás del estadio, que era de tierra. Era extremo porque era delgadito y corría mucho.

—¿Coincidió con algún futuro jugador en ese juvenil?

—No llegó nadie de mi época. Siendo chaval, los más famosos del Rayo eran Felines y Potele. Eran pequeñitos, pero muy buenos. También estaban los hermanos Peñalva, Bustamante Cobo... Cuando lo hicieron sociedad anónima, compré una acción de forma simbólica.

—¿Por qué Vallecas marca?

—Es un barrio fruto de la inmigración y esa relación de vecindad se ha mantenido. Su historia de lucha ha marcado el barrio. La gente no olvida sus orígenes. En Borondo, unos cerros que hay, había cuevas y la gente vivía allí. Un día inaugurando una estación de Metro con el Rey se lo decía y no se lo creía. Existe un orgullo de pertenencia que yo sigo teniendo.

—¿Qué da el Rayo a Vallecas?

—Es nuestro emblema. Le da nombre y prestigio al barrio.

—El Rayo ha demostrado su vertiente más social ayudando a una anciana desahuciada.

—La gente más humilde es la más generosa. El club más modesto es el único que ha tenido ese gesto con Carmen y con la familia de Wilfred. No me chocó, responde a la grandeza del barrio. Vallecas es solidario.

—¿Sigue yendo al estadio?

—Soy futbolero y madrileñista. Tuve muy buena relación con Vicente Calderón y Ramón Mendoza. El equipo que mejor se portó con el Ayuntamiento fue el Atlético, con el Trofeo Villa de Madrid. Hubo un tiempo en que Mendoza pensó que les daba suerte: llegué tarde a un partido que iba perdiendo el Madrid y tras decirles que remontaría, lo hizo. Cogí fama y me llamaban para que fuera. Era supersticioso. No quería que nadie vistiese de amarillo, Mendoza se solía poner una camisa ya desgastada como amuleto... El público del Bernabéu es exigente, he visto pitar a Di Stéfano. En Vallecas he ido al palco y alguna vez a comentar para una radio. Otras veces, con la Peña Cota y con la Peña El Cencerro. La última vez que estuve fue con mi nieta pisando el césped y le enseñé dónde vivía su abuelo.

—¿Cómo llega el Madrid?

—Tras las Navidades pegó un bajonazo, pero se está recuperando. Se ha notado mucho Modric. Paco no renuncia a su estilo, un síntoma de personalidad. Me gustaría que el Rayo ganara 4-2, pero lo más probable es que sea un 2-4. A veces también se dan las sorpresas. Confío en que hoy vuelva ese Matagigantes. Como el campo es tan pequeñito espero que el Madrid se sienta incómodo y Cristiano mande el balón a la ventana de casa (risas).

—¿Aún pueden ganar la Liga?

—Sí. El Barça sufrió en Vigo y aún hay margen. Me gustaría que el Madrid ganara la Liga. Y hay que quitarse el sombrero con el año pasado del Atlético.

—Para un ‘madrileñista’, lo de la Champions será un drama...

—Bueno, bueno... Eso va a ser... Lo sentí mucho porque con otro sorteo los dos habrían pasado a semifinales, seguro.

—En un momento determinado de la historia del Rayo se dice que usted lo salvó.

—Es una exageración. Mi gran apuesta siempre fue el deporte base, por eso hicimos muchas instalaciones en los barrios de Madrid (este 15 de mayo se cumplirán 30 años del Trofeo que lleva su nombre, organizado por la Asociación de Vecinos La Chimenea) para que los niños puedan hacer deporte. Además, siempre he procurado ayudar a los equipos madrileños. Al Real Madrid ya le hicimos algún favor, se acometió una remodelación urbanística para que pudiera tener unas tiendas. Al Atleti también. Yo llegué a firmar con Calderón la cesión de unos terrenos por Carabanchel para una Ciudad Deportiva, que luego no hicieron. Vino Gil y no le interesó porque como no se podían hacer chalets... Aquello sólo podía ser zona deportiva. El Rayo pasó una crisis en la que le llegaron a cortar el agua, no se podían ni duchar, y la luz. Yo era primer teniente de alcalde y le dije a Tierno Galván que teníamos que ayudarles y así lo hicimos.

—¿El alcalde era futbolero?

—No. Tierno Galván era más taurino, de hecho escribió un libro sobre toros. Yo iba a los partidos como aficionado y él iba como figura institucional. El Madrid tuvo que jugar en su campo vacío por una sanción de la UEFA, contra el Nápoles, y en ese partido sólo estábamos las directivas y yo. Esa costumbre de llevar los trofeos a la Plaza de la Villa empezó con Mendoza y siendo yo alcalde. Recuerdo cómo me decía: “¿Ves a toda la gente que nos aclama? Mañana no entra el balón y no podemos salir ni al balcón...” (risas).

—¿Pudo presidir el Rayo?

—Coincidí en una radio con Ruiz Mateos, que acababa de comprar el Rayo. Durante la entrevista me ofreció ser el presidente, pensé que era una broma y le dije que no. Al terminar, incidió en que iba en serio. Y le decía: “Pero vamos a ver, ¿cómo voy a ser yo presidente con usted de accionista mayoritario si estamos en las antípodas el uno del otro?”. Y me respondió: “Mire usted, yo he comprado el Rayo y no sé dónde está Vallecas, pero me consta que allí a usted le quieren mucho”.

—¿A qué se dedica ahora?

—He dejado la política. Empecé a trabajar con 14 años y ahora atiendo a mis nietas y mis aficiones, me voy al pueblo a coger espárragos o a dar clases de arte e informática. Soy consciente de que no llego al balón, mi cuerpo no responde como antes, no corro la banda igual. No hay que arrastrarse por los campos de fútbol, ni en la política, ni en la vida.