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El peor momento de la temporada

Muchas críticas al Real Madrid: de la hierba a los despachos

La derrota ante el Schalke compromete el esquema y el modelo. Se especula con Zidane como futuro, con Míchel como transición. Se ha diseñado un once titular no negociable.

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Muchas críticas al Real Madrid: de la hierba a los despachos
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Si algo distingue la derrota del Madrid contra el Schalke de otros tropiezos es que hizo coincidir en un mismo partido todos los problemas que acucian al equipo, deportivos y directivos. La coincidencia ofrece una única ventaja: facilita el análisis y pone marco a la crónica de situación.

Deportivamente, el equipo tiene un primer defecto de diseño. Más que una plantilla, se ha confeccionado un once titular. El resultado es que no se aprovecha la riqueza del grupo, ni se reparten minutos. Lo impiden los “innegociables”, futbolistas que trascienden su importancia deportiva para adquirir una relevancia estratégica dentro del negocio. Si el éxito del modelo se basa en la contratación de estrellas, las estrellas deben jugar.

En esa frontera difusa se nos pierde la autoridad del entrenador y su defensa a ultranza del 4-3-3. Para el técnico queda el mínimo margen táctico que le permiten las lesiones. El resto es mano izquierda para mantener al grupo cohesionado y una labor en favor de la imagen del club muy poco reconocida.

Tampoco está claro el papel de Ancelotti en las decisiones ejecutivas, como el fichaje de Lucas Silva (de titular a descartado), el traspaso de Xabi o la continuidad de Khedira. La ausencia de un director deportivo alimenta la confusión.

La responsabilidad del ruido ambiental corresponde a la planta noble. Hay que remontarse años atrás para observar la radicalización de un club que ya no admite posiciones intermedias: conmigo o contra mí. Mourinho fue de gran utilidad en este sentido. Con él, los “pseudomadridistas” adquirieron la consideración de enemigos públicos, casi en mayor medida que los tradicionales adversarios deportivos. “Pseudomadridista” era todo aquel disconforme con el entrenador o la política del club. Con el paso del tiempo, “pseudomadridistas” fueron también todos aquellos capaces de defender a Casillas, Sergio Ramos o Del Bosque. Las fobias se transmitían de arriba abajo.

Instrumento. Florentino no se vio atropellado por la intolerancia de Mourinho, sino que se sirvió de ella. Difundía lo que el club quería comunicar: persecuciones, filtraciones... El presidente no podía imaginar que la exageración de Mou convertiría su forma de pensar en parodia. Pero ocurrió.

Con convicción o sin ella, Florentino varió el rumbo con Ancelotti, pero el cambio no fue seguido por el madridismo más fanatizado. Para ese sector, Casillas, los socios moderados (“piperos”) y los periodistas en general siguen siendo culpables. Los fallos de Iker contra el Schalke nos devolverán a un escenario insólito en cualquier club: parte del público contra su portero, capitán y mito.

También en los medios se traza una línea entre afines o no. A los no afines se los tiene por conspiradores enfermizos. Los afines gozan del favor de la declaración directa, de lo que se podría denominar la filtración oficial, casi propagandística.

La consecuencia es que todo se sabe y ni los jugadores ni el técnico son ajenos a esa música. Sólo cambia la letra: Zidane como futuro, Míchel como transición, Hierro como sorpresa, Löw como suspiro...

Por suerte, esto es fútbol. A pesar de la inquietud actual, el Madrid se encuentra a una sola victoria de la felicidad. Ganar en el Camp Nou lo arreglará todo. Hasta nueva orden.