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Real Madrid | Santillana

“Antes era más difícil hacer goles; barro, juego duro...”

Habla un mito. ‘La mejor cabeza de Europa’, se decía de él. Fueron 17 años en la entidad, titular indiscutible desde que llegó. Marcó 290 goles en un fútbol más rudo que el actual.

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“Antes era más difícil hacer goles; barro, juego duro...”

¿Cuántos goles habría metido usted en este Madrid?

—Difícil comparar. En mi época había muchos campos muy difíciles para jugar. Había cuatro buenos, y el resto, muy complicados. Incluso algunos los ponían mal a propósito. Ahora sólo hay alfombras. También había mucha más igualdad entre los equipos, porque sólo se podía tener dos extranjeros. No era tan fácil meter goles, y el juego durísimo, sin televisión que vigilara. Y para que a un tío le sacaran tarjeta tenía que hacer algo muy grave (risas). A mí me costó muchísimo hacer los 290. Muchísimo, ya le digo, y muy orgulloso que estoy. Los valoro mucho. Eso sí, Cristiano y Messi son dos superclases.

—Innegable...

—Ahora Madrid y Barça fichan lo que quieren, y están muy por delante de los demás. Si en mi época hubiera estado Maradona y Cruyff en mi equipo imagínese, hubiera sido campeón de Europa y Pichichi todos los años (risas). El fútbol es mejor en general, con más táctica, con los jugadores técnica y físicamente mejor preparados...

—¿Es ahora más fácil marcar?

—Hombre, antes habría sido impensable que un jugador marcara 40 goles por temporada en Liga y ahora con estos dos monstruos es lo habitual.

—¿Tiene Cristiano techo?

—Es un pedazo de jugador increíble. Si no se lesiona, superará a Di Stéfano y Raúl, seguro, a pesar de que ya tenga 30 años. Los mete con la derecha, con la izquierda, va muy bien de cabeza. Por eso los hizo en tan poco tiempo. Tampoco yo, o nosotros, nos fijábamos en eso, en los goles que llevábamos. Nosotros lo que queríamos era ganar la Liga, títulos. Otra cosa es que cuando el Madrid marcaba cinco y yo no hacía ninguno llegara a casa que echaba humo. Y mi mujer me preguntaba: “¿Qué te pasa, Carlos?”. A Cristiano le pasará igual, seguro.

—¿Siempre fue usted ‘9’?

—Yo no pisé un campo de fútbol hasta los 14 años. No lo había en Santillana del Mar, donde dicen mis paisanos que es la villa de las tres mentiras: ni es villa, ni es llana, ni tiene mar. Allí poníamos cuatro piedras y a jugar. Cuando fui al Barreda empecé con el ocho. Nunca destaqué por ir bien de cabeza. Incluso la primera vez que fui a la Selección, con Santamaría, en París, jugué de ocho.

—¿Entonces?

—Empecé a desarrollar el remate en el Racing. Estaban Aguilar e Isidro en los extremos, y Fernández de Mora; el técnico quería aprovechar eso.

—¿Cómo recuerda su llegada al Madrid?

—Era un chaval. Me buscaron sitio en el hostal Santa Isabel. Lo pasamos bien allí, convivíamos con universitarios...

—¿Hacían fiestas de cumpleaños como Cristiano?

—(Risas) ¡No vea el control al que nos sometía la señora Pilar! Imposible. La veíamos como una madre superiora. Aún tengo contacto con su hija, Marisa, que se casó con un chico, Pedro, que se hospedaba allí porque hacía Caminos. Uno de los hijos de aquel matrimonio es Quico Catalán, del Levante.

—¿Cómo hizo para ganarse tan pronto la titularidad?

—Por suerte, no había delantero centro. Grosso, que Dios tenga en su gloria, era medio. Entonces el Madrid jugaba como ahora, sin un ariete puro. Entraba Amancio, Pirri desde atrás. El puesto estaba libre. Miguel Muñoz, que vio que el equipo adolecía de eso, vio la oportunidad y me puso a jugar.