Cristiano amenaza a un Atlético de Madrid que salta sin tener red

Apunte inicial: si el Atlético pierde se quedará a diez puntos del Real Madrid en la Liga, a falta de 16 jornadas. Salvo un milagro comparable al de los panes y los peces, el actual campeón estaría virtualmente eliminado de la lucha por el título en el mes de febrero. La primera conclusión no se discute: el equipo de Simeone se juega mucho más que el de Ancelotti. O dicho de otro modo: el anfitrión debería sentirse más presionado, más tensionado, más nervioso y, probablemente, más motivado.

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Existe otra posibilidad, no obstante. Quién sabe si el Cholo, maestro en el arte de la persuasión, no habrá soslayado el problema numérico (los puntos) en beneficio de una perspectiva más general. En ese caso, la orden de Simeone a sus muchachos habrá sido: “Hagan lo de siempre”. Desde la final de la Champions, el Atlético no ha perdido en sus cinco enfrentamientos contra el Madrid: tres victorias y dos empates.

La aproximación de los madridistas al derbi es distinta, nada agónica, aunque igualmente pasional. Si la victoria resulta estimulante no es por sus implicaciones en la Liga (objetivo muy lejano), sino por la revancha. Los últimos tropiezos contra el Atlético han dejado heridas en el amor propio que no se curan aludiendo a Lisboa. Prolongar la mala racha sería tanto como inaugurar un trauma.

Para Ancelotti, 3-4 en sus duelos contra el Cholo, el derbi sigue siendo un acertijo: cómo neutralizar la fogosidad del Atlético, cómo jugar en un césped tan duro por las heladas, cómo hacerle daño antes del 93’. En este caso, su plan estará condicionado por las bajas de Ramos, Marcelo y James, sustituidos por Nacho, Coentrao (o Arbeloa) y Khedira (o Illarra). Nada grave. Ninguna ausencia pesa tanto como el regreso de Cristiano tras dos partidos sancionado, doce días rumiando su venganza, imaginando su trigésimo gol en Liga (suma 28), dibujando su próxima portada.

En el Atleti, Griezmann y Mandzukic serán la punta de lanza; el resto es lanza con pinchos. La ferocidad no es violencia hasta que el lobo se come a la abuelita. Entonces, cuando menos, es falta.