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CRUZADA ANTIVIOLENCIA

Sandro Rosell dio un paso atrás a la estrategia de Joan Laporta

Preso de un pacto electoral, reabrió las puertas del Camp Nou a los ultras. Cardoner llegó a reconocer que mintieron sobre el pacto “porque estaban en campaña electoral”.

Actualizado a
Imagen de uno de los fondos del Camp Nou donde se agrupan las principales peñas.
Fernando Zueras

El 16 de mayo de 2010 se empezó a desandar el camino que inició Laporta para dejar el Camp Nou sin ultras. Ese día, en casa del entonces candidato a la presidencia, Sandro Rosell representantes de diez grupos de animación (KF, Tóxicos Ventura, ICC, Talibán Blaugrana, Grup Fidel, Nostra Ensenya, Unibarçataris, Almogàvers, Supporters Puyol y Boixos Nois) firmaban con el aspirante un documento de seis folios titulado Proyecto de Grupo de Animación del FC Barcelona para crear una grada que iba a denominarse Fanàtics. Junto a las firmas de los líderes de esos grupos aparece la firma de Rosell. La novena firma de la última página es la del expresidente, y la del representante de los Boixos, Josep Lluís Sureda, es la quinta. Durante la campaña, la candidatura de Rosell negó que esa reunión de apoyo a su lista hubiese existido jamás.

Esa grada nunca llegó a crearse. Había que mover a muchos socios y porque los Mossos nunca la vieron con buenos ojos. A pesar de que en el proyecto de ‘Grada de Animació’ (se descartó lo de ‘Fanàtics’) se aseguraba un rechazo a la violencia y un control exhaustivo (se habló de acceder al campo con la huella dactilar) la Policía no tragó. En el proyecto había demasiados nombres con antecedentes y que eran sospechosos habituales en tiempos convulsos del Gol Sur.

Mientras prometían a esas peñas que lo suyo se arreglaría, la directiva facilitó entradas bajo mano a estos grupos a un precio entre 15 y 25 euros tal y como demostró la Cadena SER. Es en ese contexto cuando en la visita del Madrid en partido de Copa al Camp Nou en febrero del 2013 regresan las bengalas, desterradas hacía 10 años. La junta ya no pudo ocultar más su connivencia con esos grupos. El vicepresidente Cardoner llegó a reconocer que mintieron sobre el pacto “porque estaban en campaña electoral”. Y no pasó nada. Pero la puerta a los desterrados se abrió de nuevo.