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Real Madrid - Rayo | Luis Pastor

“Hay un gran vínculo emocional entre Vallecas y el Rayo”

Vallecas dio nombre a su segundo LP. El barrio al que Luis Pastor llegó con diez años. Su voz y sus versos le erigen en el mejor embajador. Su próximo destino es Portugal.

Actualizado a
Luis Pastor, al lado del estadio vallecano.
RAFA APARICIO

¿Cuáles son sus primeros recuerdos de Vallecas?

—Mi primera foto con un balón. Me lo echaron los Reyes, hasta entonces jugábamos con pelotas de trapo. Los emigrantes campesinos de los 60, que vinimos al extrarradio de las ciudades, éramos gente marginal. Al llegar a Madrid, primero fuimos al poblado dirigido de Orcasitas y con diez años nos vinimos a la Colonia Sandi, sólo había otra que era la Villota. Eran pisos de cuatro plantas y nos separaban descampados. De Sandi al Pueblo de Vallecas nos separaban campos de trigo y huertas.

—¿Cómo fue su infancia?

—Estaba relacionada con el deporte. Teníamos liguillas de fútbol de todos los barrios de Vallecas y uniformes que las parroquias nos compraban.

—¿Ha cambiado el barrio?

—La fuerza de los movimientos vecinales y ciudadanos hicieron de este barrio un valor. Ser vallecano ya no era sinónimo de delincuencia. Aunque aún le preguntas a un niño del Barrio de Salamanca y no ha venido nunca aquí. Era un estigma. Íbamos a la discoteca El Consulado y a las chicas no les decíamos que éramos vallecanos porque se asustaban. En el año 77, el paisaje urbanístico pasó de horizontal a vertical.

—¿Y el ‘Gayo Vallecano’?

—Con el ‘Gayo’ me encontré con otra manera de entender el arte. Estuve tres años retirado, por desencanto al llegar la democracia, pero no dejé la música. Fui a clase de canto, hice música para obras de teatro, trabajé de payaso en una obra para niños y dimos clases de percusión por las asociaciones. No hubiera sido la persona que he sido de no vivir en Vallecas.

—¿Qué opina del fútbol?

-—Los rojos como yo, a partir de los 17 años, nos prohibimos ver el fútbol y los toros porque era la droga del poder. Fuera de esos prejuicios que tuve de joven, es bonito. No soy de ningún equipo, me gusta el arte. Es similar a los toros. Existen instantes con ángel y justifican todo lo demás.

—Además, tiene valores…

-—Es un arma capaz de conseguir la paz entre dos pueblos. Además, vas a un país desconocido y encuentras personas cercanas, que te abren su casa, por hablar del Madrid y Cristiano. A mí me pasó en Marruecos. Su capacidad de hermanar es brutal. Admiro esos sentimientos que nos sobrepasan. Mucha de la frustración y la violencia que arrastra el ser humano en una sociedad injusta se canaliza gracias al fútbol. Es la válvula de escape en una vida que no nos hace felices. Tiene valores deportivos, colectivos, solidarios… más allá del negocio.

—Hábleme del Rayo.

—Perdió valor en los años de los Ruiz Mateos. Dejé de mirarlo con el cariño de mi niñez. Hay un vínculo emocional entre Vallecas y el Rayo.

—¿Venía al estadio?

-—Más a finales de los 80 que en los 90, por su ambiente. La afición del Rayo es diferente.

—Gracias a su hijo Pedro se reconcilió con el fútbol…

—Era muy futbolero de niño y me hizo ver partidos sin aquella comedura de coco de mi juventud. Pedro dejó de verlo y yo he continuado. Rufo, un cura obrero que fue mi mánager 17 años, era socio del Rayo y traía a mi hijo. Miguel Ríos se lo llevaba a ver al Real Madrid.

—Pedro también es músico.

—De niño pensé que sería periodista deportivo. Daba patadas a la televisión cuando perdía su Madrid. A los diez años dejó de jugar al fútbol porque no le sacaban y no le compensaba. Se apuntó a golf. Ya con 14 años se venía de guitarrista nuestro, luego empezó a componer. Él es la respuesta a ¿qué fue de los cantautores? Aquí seguimos. Me veo reflejado en él. Yo decidí dedicarme a cantar no para ser famoso o ganar dinero, sino para cambiar el mundo.

—¿Verá el partido?

—Por la tele, con los colegas.

—¿Puede ganar el Rayo?

—Fíjese en el Matagigantes. Es tanta la energía y el sentimiento colectivo de un modesto, que lo hace grande. Ojalá el Rayo gane, es capaz. Cuando veo al Madrid voy con él, pero en el Bernabéu iré con el Rayo. Ojalá demuestre que las fuerzas, las ganas y el coraje pueden más que los millones y las estrellas. El Rayo tiene su razón de ser en sus orígenes, en su barrio modesto, su historia y su afición. El fútbol desde ese sentimiento traspasa el propio deporte.