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Academia en honor a Puskas

Una academia de fútbol honra a Ferenc Puskas en Hungría

La academia tiene nueve campos de fútbol, un estadio, 111 chicos internos y recuerdos suyos. El estadio y la residencia son casi un museo con objetos de la carrera de Puskas.

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Una academia de fútbol honra a Ferenc Puskas en Hungría
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Pisa el balón y sal en la dirección opuesta, como hacía Puskas”, le dice su entrenador a uno de los niños en la Academia que rinde homenaje al mejor jugador húngaro de todos los tiempos. Hoy les toca entrenamiento en el campo Hidegkuti, el más pequeño de los nueve con los que cuenta esta maravillosa y moderna ciudad deportiva situada 40 kilómetros al oeste de Budapest.

No es casualidad lo de Hidegkuti. El resto de campos también tiene nombre de miembros de la inolvidable Hungría de los 50: Kocsis, Czibor, Bozsik, Grosics. Todos alrededor del flamante estadio de última generación inaugurado hace sólo unos meses, el Pancho Arena, la joya de la corona, el recinto en el que los chicos sueñan con jugar algún día en el equipo profesional de la Academia. Por primera vez esta temporada milita en el máximo nivel del fútbol magiar.

Primer ministro. Redescubrir y pulir el talento futbolístico de Hungría es precisamente uno de los grandes objetivos que se marcaron los fundadores cuando fue ideada y posteriormente inaugurada la Academia Puskas, allá por 2007. Lejos quedan los tiempos en los que el mago húngaro y sus compañeros conquistaron el oro olímpico y rozaron el Mundial. Después de aquello nunca hubo una generación magiar ni siquiera parecida y los últimos años han sido especialmente duros y deprimentes. La solución para acabar con ello fue la creación de una gran escuela, un vivero de talentos que pudieran ser controlados y perfeccionados.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, gran aficionado al fútbol, trazó un plan para que así fuera y levantó, gracias a la Fundación que lleva su nombre, unas instalaciones de primerísimo nivel. Lo hizo en su pueblo natal, Felcsút, y no en Budapest, de donde era Puskas, lo que levantó una gran controversia. El respaldo de la familia del exfutbolista, sin embargo, convirtió aquella primera ambición en una realidad palpable que ya funciona a pleno rendimiento.

En las seis hectáreas que ocupan las instalaciones hay nueve campos de entrenamiento, el estadio con capacidad para 3.500 personas, una residencia que acoge a 111 chicos internos y todo tipo de facilidades para trabajar con los mejores talentos del país. Los chicos que viven allí durante todo el curso tienen entre 13 y 21 años. Hay otros 26 que también pertenecen a la Academia, pero van y vienen a diario desde sus casas. Además de estos, se controla a otros menores de 13 años que pertenecen a los pueblos cercanos y se entrenan del mismo modo en las instalaciones.

En todo el recinto se respira el legado que dejó Puskas para siempre en el fútbol húngaro, pero especialmente intenso es en la residencia de los jugadores y en las entrañas del Pancho Arena. La aportación que hizo su familia en forma de objetos convierte cada sala de estar, cada rincón, en un auténtico museo dedicado a su persona.

Está la camiseta con la que jugó su primer partido con el Madrid, aún manchada. También otra de la Selección, azul, de uno de los cuatro encuentros que jugó con España. Hay innumerables copas y trofeos conquistados durante su época más brillante. Cuelgan fotos legendarias en los pasillos que conducen al comedor, en las salas en las que se reúnen directivos y jugadores.

Se puede ver la huella de sus pies sobre cemento o una estatua a tamaño real de su figura, mientras por allí pasan alumnos que la observan a diario con la mirada del desconocimiento. “Todos aquí queremos ser como Puskas”, dicen de carrerilla. Sus técnicos sonríen. Una sonrisa de esperanza, pero también de nostalgia.