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El reportaje

Las favelas brasileñas se vuelcan con el gran Mundial de su país

Pasión por el fútbol y el Mundial en las zonas más desfavorecidas de Brasil. Varias selecciones participantes las han visitado. La Copa aumentó las pacificaciones.

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Las favelas brasileñas se vuelcan con el gran Mundial de su país
AStv

Lo primero que hacemos es ponernos en contacto con la BOPE. Este cuerpo policial controla la favela Tavares Bastos, una de las más cercanas a Copacabana y también de las más seguras de Río. Eso al menos se dice. Su recomendación al otro lado del teléfono es tajante: si van de día, no hay ningún peligro. Un Mundial en Brasil y con tanta gente viviendo en barrios tan humildes obliga a una visita a la zona. Hay que comprobar si la fiebre por la Copa también ha llegado hasta las favelas. Qué se respira dentro. Qué piensan del torneo. De Brasil. De lo de Neymar. Cómo es aquello.

En la favela Tavares Bastos viven unas 1.000 personas. La renta per cápita mensual no llega a los 200 reales (unos 75 euros). Está en una colina en el barrio de Catete, al sur de Río, y se accede mediante una tendida cuesta empedrada. La mejor forma de ascender es en moto-taxi. Algunos coches también se aventuran. A nuestro taxista no le importa hacerlo.

Nos dirigimos hacia el campinho, el lugar donde los chicos de la favela juegan al fútbol. El empeño de la Associaçao de Moradores (asociación de vecinos) logró lo imposible: levantar un campo de última generación, con hierba sintética y medidas reglamentarias, donde parece imposible hacerlo. El paisaje que dibuja es contradictorio. El fútbol exhibe en el barrio recursos que el resto de cosas no. No es la única favela que cuenta con tales modernidades. Rocinha o Santa Marta son otras en las que también se han construido campos de fútbol antes que mejorar bienes de primera necesidad.

Apoyo. Durante lo que va de Mundial varias selecciones han aprovechado días libres para visitar favelas y mostrar el lado más humano de los futbolistas. Todos los que fueron quedaron impactados. Querían recordar que el Mundial de Brasil no sólo se juega en fastuosos recintos para 50.000 espectadores, sino también en aquellos lugares donde la vida es complicada y dura. Australia lo hizo en Vitoria. Inglaterra en Río. Holanda, la última en animarse, también en la capital, en la ya citada Santa Marta.

De las 800 ó 900 favelas que se calcula que hay en Río repartidas por las colinas una cuarta parte están completamente pacificadas, según cifras oficiales. En las demás siguen habiendo problemas serios de tráfico de drogas, delicuencia y alcoholismo. Lo que es una realidad es que la celebración del Mundial, la llegada masiva de turistas y la mayor protección policial han aumentado el número de pacificaciones en estas zonas durante los últimos meses. Ese legado de la Copa es muy importante para los brasileños sólo con eso.

Se percibe esa tranquilidad en Tavares Bastos. Es día lectivo y hace calor. Amenaza lluvia. Una mujer peruana que trabaja como limpiadora nos aconseja que, además del campo de hierba sintética, visitemos el callejero entre casas que se encuentra cerca de allí. Convencemos a los chicos que juegan en su nuevo y moderno recinto de hierba para que lo hagan en el de toda la vida, el vetusto y desgastado.

‘Maracaná’. Acceder al sitio es complejo, pero merece la pena. Donde es imposible imaginarlo hay dos porterías y una planicie de asfalto que las tejavanas de las casas rodean casi de manera protectora. Sorprende ver allí pintados los rostros de Messi, de Neymar, de Cristiano. Los vecinos impulsaron la pintura con motivo del Mundial y han mantenido esa afición durante todo el torneo. Decoraron las fachadas de sus casas con los colores de Brasil y del resto de equipos participantes y las van actualizando.

A los niños de la favela les hace gracia nuestro acento, nuestra forma de vestir, nuestros gestos. “¡Thiago! ¡Edinho! ¡Joao! ¡Marcio! ¡Fernando!”. Recitan sus nombres con énfasis. También por supuesto el nombre de Brasil como ganador final del torneo, pese a la lesión del ídolo con quien todos los días sueñan ser: Neymar. Son muchachos de la calle, asilvestrados, alegres, que evocan el espíritu por el fútbol y por la Copa, el verdadero éxito de este Mundial. Muchachos a los que merece la pena sacar una sonrisa en su casa, en el Maracaná de las favelas.