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Los debutantes del Mundial

IIslam Slimani: el pescador de plástico de Ain Benian

Hasta los 20 años IIslam Slimani jugaba en su barrio y con su gol contra Rusia ya es historia de Argelia. Uno de los equipos punteros de Argelia pagó sólo 8.000 euros por él.

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IIslam Slimani: el pescador de plástico de Ain Benian

IIslam Slimani (Argel, 1988) estaba predestinado a entrar en la historia del fútbol argelino y su gol ante Rusia así lo ha permitido: por primera vez Argelia jugará unos octavos de final de un Mundial. No fue un gol más entre los muchos que ha marcado este espigado delantero del Sporting de Portugal, un nueve que desde pequeño supo que cambiaría la historia futbolística de su país. Este por fin le ha hecho alcanzar su sueño.

El pequeño Islam nació en una banlieue, un suburbio por lo general muy modesto, a las afueras de Argel, la capital. Allí, en Ain Benian, pegado a la bahía de Argel, miró tantas y tantas veces al horizonte a través del mar imaginando que algún día sería futbolista profesional. Le encantaba el fútbol, lo practicaba a todas horas, aunque para ayudar a la economía doméstica tenía que pescar desde unas rocas y con los pocos medios que disponía. Él, junto a sus amigos, diseñó una forma de hacerlo: en vez de cañas de pescar, por lo general más caras, utilizaba botellas de plástico que le permitían atrapar pescado para después venderlo.

De barrio. Sus primeros pasos los dio en el equipo de su barrio, en el que jugó hasta los 20 años. No tenía mayores pretensiones en el fútbol más allá de divertirse con los amigos haciendo lo que más le gustaba, darle patadas a un balón. Veía por la televisión a sus ídolos futbolísticos (Ronaldo, Benzema...) pero no tenía muchas esperanzas de poder llegar a jugar algún día un Mundial como ellos.

Sin embargo, la historia cambió en un momento clave. Un ojeador del Cheraga, conjunto de la segunda división argelina, se cruzó con él en un partido y lo sacó para siempre de la quinta categoría en la que militaba. Su carrera futbolística adquirió desde entonces una velocidad incalculable.

Tras sólo un año en el fútbol semiprofesional le contrató el Belouizdad, uno de los equipos más laureados de Argelia, que pagó por él 8.000 euros. En un equipo de tanta exigencia maduró como persona y como jugador. Marcó tantos goles que acabó derribando una puerta que parecía impenetrable, la de ser convocado por la selección habiendo nacido en Argelia y no en Francia. Sólo hay siete en este Mundial, de hecho.

El salto al fútbol europeo con el Sporting y sus dos goles en el Mundial, uno de ellos para la historia, sirven para confirmar que el sueño de aquel joven que pescaba con botellas de plástico es ahora el de un país entero. Cosas del destino. Cosas del fútbol.