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Salva Moya

“El racismo es como un volcán dormido, no nos relajemos”

Salva Moya escribió Tarjeta Negra al Racismo, un repaso histórico a los gestos racistas en el fútbol español apoyado en testimonios. "Son gestos aislados que se suceden".

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“El racismo es como un volcán dormido, no nos relajemos”

—¿Tiene el fútbol español un problema con el racismo?

—El problema no es del fútbol, sino de la condición humana.

—Usted escribió un libro, Tarjeta Negra al Racismo...

—Terminó surgiendo de mi tesis doctoral. Soy un gran aficionado al fútbol, y decidí hacerla sobre este tema aunque resultase incómodo. Sobre esto no se había investigado nada o casi nada.

—¿Qué descubrió?

—Pues, por ejemplo, quién fue el primer futbolista en España de raza negra.

—Cuente, por favor...

—El primero en debutar en Liga fue Betancourt, de origen cubano pero español, en la 1942-43. Luego está Lucio Baptista da Silva, brasileño, en 1947. Es te fue el primer extranjero de color en debutar en Liga. Ambos con el Barça. Pero antes hubo dos, en 1931, Fausto Dos Santos y Jauaré, ambos de origen brasileño, que no pudieron jugar porque entonces no se permitían extranjeros. El Barça les organizaba amistosos en Les Corts para que la gente los viera. Pero se cansaron de no competir y creo que se fueron a Francia...

—¿Hubo árbitros de color?

—Hago memoria y en España no se me ocurre ninguno. No hay árbitros negros, no. Y los entrenadores se cuentan con los dedos de una mano. Seedorf es el primer técnico de color en el Calcio. En España recuerdo a Maturana...

—¿Qué más descubrió en su tesis doctoral?

—Pues el primer gesto racista documentado en el fútbol. La víctima fue Ben Barek, el jugador marroquí del Atlético, en 1951. Lo cuenta Gonzalo Suárez en El País. Fue al finalizar un partido en Sevilla. Apedrearon el autobús del Atlético. Un energúmeno tiró un ladrillo a la cabeza de Ben Barek, éste lo esquivó, pero le rompió la ceja. Hizo parar el autobús y corrió por el descampado hasta capturar al energúmeno y entregarlo a una pareja de la Guardia Civil que miraba la escena atónita. Cuando se lo llevaban, lo amenazó: “No vuelvas por Sevilla, negro de mierda, porque te mataremos”.

—¿A qué conclusión llegó con su tesis, entonces?

—Que no se puede decir que el fútbol español, ni ningún otro, sea racista. Son gestos aislados que se suceden en el tiempo. En la época del franquismo tener un futbolista negro era una nota casi de distinción, o así lo percibo yo. Luego se me viene a la cabeza cómo en los 70 a Guerini o Rubén Cano los llamaban ‘indio’. A Guerini, estando en el Málaga (luego jugó en el Madrid), un árbitro le dijo: ‘¡Indio, saca ya! Le puedo buscar el extracto. O a Cunningham, del Madrid, al que le decían aquello de ‘negro zumbón bailando alegre el baion...”. O el hecho de que, estando de moda la serie ‘Raíces’, al mismo Cunningham le llamaran, en Almería, Kunta Kinte. No es agradable.

—¿Cómo está viendo la situación actual?

—Para mí hay un antes y un después. En 2006 hubo una moda peligrosa en los estadios, el gritar “mono” o imitar el sonido que hacen. Lo sufrían los Roberto Carlos, Ettien, Ronaldinho, y sobre todo Etoo. Hasta que Etoo se cansó e hizo el amago de irse de La Romareda. Ahí las autoridades se lo tomaron en serio y se creó la Ley contra el racismo de 2007.

—¿Seguimos con esa ley? ¿No es antigua?

—El problema es que las autoridades no la conocen. Es una buena Ley y luego se hizo una reforma para tratar lo que pasa en los aledaños, con los ultras y demás. Pero no se aplica con contundencia. Esa Ley tipifica desde la multa económica hasta la clausura de un campo o la pérdida de puntos en caso de reincidencia o gravedad de hechos racistas. Y aquí en España eso nunca ha pasado. La Ley es buena, pero ni se conoce ni se aplica con contundencia.

—Entiendo.

—Le pongo un ejemplo de cómo se funciona aquí. A Mourinho, por lo del dedo en el ojo, le cayeron dos partidos. Luego Villar lo indultó. Pues el entrenador del Newcastle le pegó un cabezazo a un jugador y le multaron con 120.000 euros. Y la Federación le puso otros 70.000 y siete partidos de suspensión.

—¿Cómo tratan en otros países el racismo?

—Los ingleses mejor. No son más listos. Es sólo que sufrieron el problema dos décadas antes por la proliferación de jugadores de color por el tema de las colonias. Los plátanos, e incluso los cacahuetes, se los tiraban a John Barnes y compañía en los 70 y los 80. Nos llevan ventaja en eso...

—¿Y en la legislación?

—No, pero se cumple y es contundente. El racismo es un atentado a los derechos fundamentales, y sólo por eso no hay que poner paños calientes. Clubes y Prensa han hecho una labor de concienciación, pero no hay que bajar la guardia. Estamos viendo algún rebrote. Nyom en el campo del Elche, Paulao en el derbi con el Betis, Alves, Diop...

—¿Qué papel tienen los árbitros en esto?

—Pues yo no sé si lo de Diop lo está investigando la Policía porque el árbitro no lo reflejó en el acta. El árbitro es el mejor cronista de estas situaciones. Y tiene la obligación de denunciarlo. Y los futbolistas igual.

—No ayudan mucho episodios como que Busquets llamase a Marcelo mono.

—Por contra, Guus Hidinck se negó a empezar un partido con el Valencia hasta que no retiraran de su estadio una pancarta pronazi. Fue el primero que lo hizo. Un gesto espontáneo. Como conclusión, diré que parte de la solución está en los líderes mediáticos. Además, en lo educacional, luego en la sanción ejemplar, que funciona objetivamente, y por último en evitar la relajación. El Observatorio contra el Racismo no se reúne hace años. Es un fenómeno controlado, pero también un volcán dormido que en cualquier momento puede entrar en erupción.