El Madrid tiene un plan contra el Bayern: todos contra el fuego

El riesgo de incendio en Múnich es bajo. Ayer llovió y continuarán los chubascos en la mañana de hoy. La humedad es del 82% y el Jardín Inglés, un parque urbano más grande que el Central Park, disfruta a estas horas de la ducha primaveral. Si Rummenigge se pasea por allí con una antorcha conseguirá poco más que quemarse las pestañas.

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La posibilidad de incendio en el Allianz Arena tampoco es elevada. Ya no quedan infiernos sin señalizar, ni futbolistas de primer nivel que se impresionen por un ambiente adverso. Hace 34 años, cuando el Madrid perdió 9-1 contra el Bayern en singular amistoso (tres penaltis en contra y apenas diez días de pretemporada), el recién fallecido Boskov señaló que su equipo había subestimado al rival. Tal cosa ya no es posible. Hoy en día, del Bayern se sabe todo. Desaparece, por tanto, el factor sorpresa. También se anula la confianza del visitante. “La subestimación”, que diría el inolvidable Vujadin.

El rendimiento del Madrid esta temporada en sus excursiones europeas nos ayudará a entender. Del averno de Estambul salió con el mismo marcador que del estadio del Schalke, plagado de mineros rugientes: 1-6. Si sufrió dramáticamente en Dortmund fue porque lo imaginó demasiado fácil (3-0, en la ida) y porque jugó a lo que no sabe: contener. La experiencia de aquella noche debería ser decisiva hoy. Cualquier intercambio de golpes (léase goles) favorece al Madrid. Cualquiera.

Marcar no debería ser tan complicado. De los 54 partidos disputados por el equipo de Ancelotti en esta temporada, sólo en tres no hizo goles: Xàtiva (0-0), Atlético (0-1) y Borussia (2-0). Cristiano, además, acumula 14 goles en el torneo; Benzema y Bale, cinco por barba, los mismos que Müller, el más goleador de los alemanes.

Me detendré en Müller, nacido en Baviera, como Schweinsteiger. Lo haré para desarrollar la teoría de los ocho apellidos bávaros. Si algo puede amenazar hoy al Madrid es la concentración de alemanes, de espíritus puramente germánicos; se comprobó en los últimos minutos del Bernabéu, cuando el Bayern cambió el toque por la patada en la puerta. Es cruel decirlo (y quizá un atrevimiento), pero esta noche no asusta el aire mediterráneo de Pep. Probablemente porque, en el fondo, el actual Real Madrid no es un equipo construido contra el Barça, sino contra Guardiola.

Debilidad. Sergio Ramos y Xabi Alonso jugarán con una espada más afilada que la de Damocles sobre sus cabezas: una tarjeta les dejará sin final. Es de las pocas debilidades que se le adivinan al Madrid: amarillas inapropiadas, rojas inesperadas, un árbitro tan casero como el del 9-1 (Herr Walz). Algunos jueces están menos acostumbrados al ruido. Esperemos que no sea el caso del lisboeta Proença.

Guardiola, algo populista en sus declaraciones de ayer, dio en el clavo cuando dijo que pasará el equipo que lo desee más. Ahora sólo falta saber con qué golpeará el clavo. Si con un martillo pilón o con una pluma de ganso.