El francés sigue jugando en la MLS
Thierry Henry: “El 2-6 no se me olvidará nunca; fue una gozada”
A Henry se le iluminan los ojos cuando le hablan de una de las históricas victorias de los culés en Chamartín. El francés repasa para AS aquel partido y su etapa como azulgrana.
—¿Ve a Xavi en la MLS?
—Puede hacerlo donde él quiera. Es tan bueno, lo tiene todo tan claro, que elija lo que elija sobre su futuro deberá ser aceptado por todo el mundo.
—¿Encajaría bien allí?
—Deje que le diga que mi consejo es que se lo piense todo muy bien, que él puede jugar en cualquier sitio, pero el Barça es el Barça. Su manera de actuar sobre el terreno de juego invita a que todo el equipo se mueva acompasado.
—Y usted, ¿hasta cuándo jugará?
—(Ríe). Tengo contrato en vigor y no quiero pensar más allá. Me lo sigo pasando muy bien.
—¿Y luego?
—Mi vida está en Londres, donde reside mi hija.
—Allí pasó sus mejores momentos.
—Futbolísticamente amo al Arsenal. Será mi casa. Allí encontré la felicidad, tras pasar por el Mónaco y la Juventus. Jugar en Highbury era especial, como tener a los hinchas cerca en cada partido. Luego apareció el Barcelona, una entidad diferente al resto en muchos sentidos, un club especial que me hizo sentir el fútbol, la cultura y la vida de otra manera.
—¿Aprendió con Rijkaard?
—Claro, como también con todos los entrenadores que tuve en mi carrera. El primer año en el Barcelona no fue tan bueno como el resto de temporadas que viví en el Camp Nou, pero fue importante.
—Su fichaje fue muy sonado.
—Se habló durante mucho tiempo sobre eso. Tras la final de la Champions de París en 2006, decidimos seguir en el Arsenal; al año siguiente llegó el momento de cambiar.
—¿Qué significó para usted vestir de azulgrana?
—Que lo ganamos todo jugando muy bien al fútbol. ¡Qué manera de disfrutar! Fue sensacional, increíble. El Barça de las seis Copas. Suena bien, ¿eh? ¡Las seis copas! Lo ganamos todo, conquistamos el mundo del fútbol asombrando a los rivales.
—De la mano de Pep Guardiola.
—Y eso que le acusaban de no tener experiencia en la élite. Menudo entrenador. Ahora es fácil hablar bien, pero tuvo la fuerza suficiente como para coger un grupo de futbolistas exquisitos y llevarlos a la gloria.
—¿Con qué título se queda?
—Con un partido que nos dio la Liga, aunque no matemáticamente.
—¿Usted hizo dos goles?
—(Ríe). Sí. Aquel 2-6 en el Bernabéu no se me olvidará en la vida. ¡Goleamos al Madrid en su casa! ¡Guau, qué gozada! ¿Sabe qué fue lo que más me impresionó?
—¿Los goles de Messi?
—No. La llegada a Barcelona. Samuel Etoo me lo dijo en la celebración que hicimos en el vestuario. “Verás ahora cuando lleguemos a El Prat. Sabrás lo que es el amor a unos colores y lo que significa el Barça”. No se equivocó. Los aficionados vinieron a buscarnos. Fue sensacional y muy emotivo. Aún hoy, cuando alguien me ve por Barcelona, me habla de ello.
—¿Qué opina de Leo?
—No tengo dos horas para poder hablar de él. Es el mejor del mundo. Siempre juega con una sonrisa, quiere la pelota cerca. Sólo le puedo dar las gracias a las coincidencias, al Barça y a Messi por haber jugado a su lado.
— Si Wenger fuese su padre deportivo, ¿qué sería Guardiola?
—Mire, quiero dejar una cosa clara. Wenger y el Arsenal, comparado con el resto, serían como los Chicago Bulls y Michael Jordan en el baloncesto; algo diferente, una sensación inexplicable. Dicho esto, Guardiola es el mejor entrenador que existe en la actualidad. Lo tiene claro. Controla todos los aspectos del día a día y aunque eso parezca agobiante, a la larga no deja de ser un beneficio para el jugador, ya que le libera de muchas cosas. Pep sabe qué pasará en los partidos y cómo sucederá en todos los sentidos. Y lo más grande es que siempre acierta. Lo tiene todo en la cabeza. Es especial. Guardiola es un confidente que pide contundencia; lo solicita de tal forma que lo consigue. Todo eso le hace ser diferente al resto.