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VILLARREAL 1 - BETIS 1

El árbitro machaca, el Betis resiste y los porteros salvan

Iglesias Villanueva castigó al Betis con un penalti que no fue y expulsó a Uche sin deber. Rubén Castro empató en el 85’. Gran debut de Óliver.

MadridActualizado a
El árbitro machaca, el Betis resiste y los porteros salvan

Al Betis le faltan puntos pero le sobra orgullo. En El Madrigal demostró que no se va a rendir aún pese a cargar con una penosa temporada y aunque haya tenido que sufrir el empujón definitivo del estamento arbitral en el tramo decisivo. Con las piernas sobrecargadas aún tras la batalla de Kazán, jugó de tú a tú al quinto clasificado de la tabla, llegando a merecer durante varias fases del partido la victoria. Se sobrepuso al cansancio y a un nuevo penalti inventado, esta vez por Iglesias Villanueva. En la jugada que marcó el partido, Chica tocó balón antes que a Uche pero el colegiado puso en bandeja el 1-0 a Bruno. El capitán engañó a Adán y enrabietó aún más al Betis.

Hasta ese minuto 70, nadie mandaba ni merecía la victoria. El Villarreal porque ha bajado la intensidad y el Betis porque su potencial actual sólo le da para pelear. El primer tiempo fue espeso y aburrido. El Betis inició el partido con tres centrales que arrinconaron a Gio y Perbet. El Villarreal no supo hincar el diente a esa defensa y sólo disparó una vez con peligro. Con lo que él suele ser. Perbet, de rosca, fue la única amenaza para Adán. El conjunto verdiblanco, por su parte, acumulaba tanta gente en su campo que luego, a la contra, tenía demasiado aislados a Cedrick, el mejor, Leo, el más esforzado, y Rubén, el que siempre decide.

Si realmente el árbitro fue el que cambió el partido con ese penalti y una posterior expulsión a Uche por dos faltas que no hizo, quien modificó las sensaciones y el ritmo fue Óliver. La perla del Atlético cedida al Villarreal imprimió más ritmo a su equipo e insufló más miedo al rival. Por la virtud de tener talento y ojos con los que mirar. Tanta fue su insistencia en diagonal desde el costado izquierdo que Calderón tuvo que reforzar esa banda (Chica por Leo). Óliver fue quien mejor encontró a los delanteros. Por eso Uche gozó de la mejor ocasión en el 49’, tras controlar de espaldas a Adán y revolverse como hacen pocos. Su disparo se pasó de potencia y de altura.

Al Villarreal le había costado pero, por fin, parecía mejor y más animado. Luego, con el penalti transformado por Bruno se vio su panorama mucho más aclarado. Pero el fútbol es impredecible. Por eso nos mueve. Cuando el mundo entero esperaba la rendición de un Betis agotado, sus jugadores sacaron el orgullo y la rabia contenida para sobreponerse a las nuevas injusticias. Su arrebato coincidió con la roja a Uche y con los cambios de refresco. El Betis comenzó a llegar por ambas bandas como tan solo Cedrick había logrado en el primer tiempo. El extremo redujo a Mario a la mínima expresión y gozó de buenas ocasiones. ¡Ay si tuviera más técnica…!

El Villarreal, con diez, se echó atrás para mantener una victoria. Aquel físico del que presumía parece algo más desgastado. Pero como no sabe hacer eso con la misma pulcritud que atacar, sufrió, falló y lo pagó. En una buena jugada de Dídac Vila por banda, éste puso un centro al área medido para que Rubén Castro, con pocos centímetros pero con mucha inteligencia, se colase entre Bruno (una torre) y Jokic (una madre) para batir a Asenjo. Empate justo.

El final fue una bendita locura. Otro partido bien distinto al visto al inicio. Idas y venidas. Todos al galope. Nadie quería perder. Y todos deseaban ganar. Por un lado, Óliver se echaba al equipo a su espalda como si ya acumulara quinquenios. Por otro, Rubén Castro y Brian Rodríguez, recuperado para la causa, se empeñaban en hacer saltar la sorpresa. Adán y Asenjo lo evitaron. Ambos porteros fueron claves para conservar un empate que no vale a ninguno. El exmadridista detuvo un mano a mano contra Gio. Y el guardameta prestado por el Atlético frenó un cabezazo de N’Diaye a bocajarro. Fue duro ver acabar a los jugadores por el suelo. Exhaustos. Viendo cómo a unos se les aleja la Champions de su estadio y a otros, la élite de sus manos. Peor fue cómo todos, futbolistas y aficionados, coincidieron en cruzar una última mirada con el colegiado antes de abandonar el estadio. Preguntándose por qué. Maldiciendo sus errores.