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VALENCIA-REAL MADRID

Jesé salvó un match-ball

Providencial entrada del canterano, cuyo gol evitó que el Madrid se descolgase. Piatti y Matthieu igualaron los tantos de Di María y Cristiano. El Valencia peleó sin suerte.

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Jesé salvó un match-ball
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Jesé hizo en diez minutos lo que se espera de un niño prodigio: primero metió un pase a Carvajal que era medio gol y después marcó un gol entero. Cierto es que Guaita ayudó al descubrir el palo que debía ser suyo. Pero también es verdad que el canterano salió con un entusiasmo incontrolable. Luego, se tranquilizó. Se impone un estudio genético del futbolista canario: mito, genio y psique.

Jesé rescató a un Madrid que tenía la Liga en vilo y la Navidad también. En esta ocasión, Ancelotti acertó con los cambios. Carvajal y Jesé, casi instantáneamente, el dieron al equipo la profundidad que no encontraba, algo atascado en la creación y algo perezoso en la fontanería. Quien supuso un triunfo fácil se equivocaba de rival y de estadio. Mestalla, próximamente Singapur Airlines (es broma, o no tanto), acostumbra a hacer pocos regalos.

Al Valencia sólo le queda consolarse con lo que pudo ser y no fue. No sólo cayó a diez del final: su gran mérito fue reconstruirse hasta tener opciones de victoria. Sin duda, Nico Estévez tiene responsabilidad en esa capacidad de auto-reparación. Ya sea por lo que dijo o por lo que dejó hacer. Lástima que le retiren del bólido después de una buena primera vuelta. Para el que venga quedará el brillo de una banda izquierda prometedora: Bernat y Piatti.

Si en el Madrid el héroe fue Jesé, en el Valencia la estrella fue Bernat. El chico se puso más medallas que la asistencia del primer gol. Desde su banda se generó la revolución y la esperanza. Recuerda mucho a Jordi Alba: es la misma ardilla con cuchillo. No debe ser casualidad que Emery los descubriera a ambos.

Para el Valencia no fue fácil, ni el principio ni el final. Los equipos en su situación dudan de todo. Cambian de ánimo de jugada en jugada. Se emocionan y se deprimen en el mismo minuto. Viven en las sombras pero de pronto emiten destellos. La prueba es Oriol Romeu. Se trata de un jugador que lo tiene todo y sólo le falta ordenarlo en cajones. Hablamos de un centrocampista que vale por dos y que corre el riesgo de quedarse en la mitad de uno. Ayer alternó aciertos y errores, fallos de principiante con arrancadas de purasangre. Ojalá venga alguien que le entienda.

Mientras el Valencia intentaba reconocerse en el espejo, el Madrid se empleaba con paciencia, confiado en su potencial, sin el menor atisbo de preocupación. Una vez más, el carácter del equipo era el de Xabi Alonso, tranquilo e inalterable. Creímos que el enamoramiento del madridismo podría aturdirle, pero le inspira, le hace moverse con la seguridad del cantante en el club de fans. Xabi, como los guapos y las guapas, gusta sin pretenderlo. Y cuanto menos lo pretende, más gusta.

El primer gol fue una biografía de Di María: controló un balón en la banda derecha, recortó hacia dentro y disparó con el látigo de su pierna zurda. Salvo Cristiano, no hay en su equipo un jugador con una visión más limpia de la portería contraria. Por eso es fundamental Di María y por eso resulta básico que se sienta importante. Alonso debería cederle una parte de su club de fans.

El Valencia empató gracias a un cabezazo de Piatti, el más bajito sobre el campo (1,63). El argentino culminó una excelente internada por la banda izquierda de Bernat, convertido ya en capitán de 15 años, aunque tenga 20.

Después de tanto esfuerzo por mantener la posición, debió ser terrible para el Valencia y su entrenador recibir un gol a balón parado. Di María la puso en el área, y Cristiano, ligeramente adelantado, cabeceó sin oposición. Ante un gol así sólo cabía otro de factura similar y lo logró Mathieu, desafiando la rotación de los cuellos humanos. Diego López, por cierto, no quedó en buen lugar, especialmente en el primer aniversario de la suplencia de Casillas.

El Valencia igualó el duelo e incluso lo puso levemente de su lado. Hasta que Ancelotti dio entrada a Carvajal y Jesé. Lo demás está contado. La Liga sigue viva para el Madrid, la emoción persiste y la Navidad es blanca. Todavía.