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Café, Copa y Fútbol | Miguel Ríos

"El problema del Madrid es su presidente, no el entrenador"

Miguel Ríos defiende con ardor los valores clásicos del madridismo. Lo hace mientras nos presenta en Casa Juan su libro de memorias ‘Cosas que siempre quise contarte’.

Actualizado a
"El problema del Madrid es su presidente, no el entrenador"

¿Es verdad que se hizo del Madrid jugando a las chapas?

Real Madrid Club de Fútbol

—Nací en Granada y era del equipo de la ciudad. Pero a uno de mi barrio le mandaban cromos del Barcelona y los ponía en las chapas; y claro, la única manera de competir era poner en las mías las caras de los del Madrid. Y este simple gesto, unió mi sino a los blancos.

—¿Cuándo se vino a Madrid, a finales de los 50, tenía la sensación de que el Madrid era el equipo del régimen?

—Bueno en aquellos años todo era régimen. A mí lo que realmente me preocupaba cuando me hice cantante era que me mandaran actuar en El Pardo, porque no te podías negar. Pero tuve la suerte de que Fraga vino a un concierto y le gustó tan poco que se marchó. Y supe que jamás me llamarían.

—En los sesenta, ya famoso, se trataba con las grandes estrellas del fútbol. ¿Eran muy distintos a los de ahora?   

—Eran unos tipos geniales. Hasta tuve un negocio con Félix Ruiz y Pepe Santamaría. Pusimos una fábrica de pan de molde y Félix se iba a las seis de la mañana a supervisar antes del entrenamiento. Eran serios, currantes y los tipos más honrados que he visto en mi vida.

—¿Di Stéfano era una estrella aparte?

—Alfredo tenía sus momentos. Algunos días era muy simpático y otros te metía un bufido y te dejaba temblando. Pero cuando quería era encantador. A mí me llamaba “tigre”.

—Y jugaban ustedes al fútbol.

—Hacíamos pachangas en la Ciudad Deportiva. Pero esta gente era competitiva hasta descansando. Me acuerdo una vez que le hice una entrada a Alfredo y se acercó Marquitos y me dijo: “Vete inmediatamente al vestuario que éste te rompe la pierna”.

—¿Cambiaron las cosas con la Quinta del Buitre y los contratos millonarios?

—No, entonces todavía no. Míchel, Butragueño, Sanchís, eran gente muy normal, muy sencilla. Realmente cambiaron las cosas con la llegada al club del hacedor del Madrid moderno, Florentino Pérez y los fichajes estratosféricos que empezaron con Figo.

—¿El de la Quinta era un Madrid más reconocible?

—Desde luego. La Quinta del Buitre era el paradigma de lo que el Madrid siempre tuvo que ser. Gente de la cantera acompañada de algunos fenómenos de fuera. Era un Madrid que tenía otro sentido de pertenencia. La gente se reconocía en aquel equipo y en su forma alegre y brillante de jugar al fútbol.

—Sin embargo cuando el Madrid se cruza con el Granada, usted ahí no duda.

—Es que lo del Granada es una cosa de la infancia. Me he criado junto al estadio jugando al fútbol. Siempre pienso que el Madrid debería dejarse ganar cuando visita Los Cármenes.

—¿Y ahora que se ha retirado no le tienta involucrarse con este Granada de Primera?

—Me gusta demasiado el fútbol. Pero tengo una razón más poderosa. Yo siempre he trabajado para que la gente me quiera y jamás me vería como directivo pendiente de que la pelotita entre para que el público no te grite. Además no me interesa la ingeniería del fútbol.

—¿A qué se refiere?

—A que el fútbol de hoy es una réplica de la realidad política y social del mundo. Hay un par de entidades poderosas y el resto se reparte las migajas pasándolas canutas para poder pagar a su gente. Yo no comulgo con eso. El fútbol reproduce la peor versión del neoliberalismo. Sólo existe el poder del dinero.

—¿Cuál considera que ha sido el mejor presidente del Madrid, sin contar con Bernabéu?

—Bernabéu en mi época no te creas que era algo tangible. No le veías nunca. Era como una entelequia. Para mí el mejor presidente fue Ramón Mendoza. Hizo la Quinta del Buitre y la mantuvo. Era un tipo muy asequible, muy campechano. Me caía muy bien.

—¿Y cuándo conoció a Florentino?

—Pues en un partido en que el Madrid jugaba en Sevilla y Florentino empezaba a hacer campaña y a darse a conocer. Coincidimos en el AVE y me pareció un tipo muy comedido, parecía un jesuita. Se le veía muy inteligente. Al principio me gustó porque hizo del Madrid una marca.

—¿Y luego?

—Pues luego creo que Florentino confundió el mensaje. Y mezcló el “señorío” con el dinero. Y yo he visto gente muy humilde pero auténticos señores. Quiso convertir al Madrid en algo muy elitista.

—Y usted cree que el Madrid tiene otros valores.

—Desde luego. Además él cree que por repetir mucho las cosas se convierten en verdad. Y utiliza una serie de ‘muletillas’ que las repite continuamente como si fueran un mantra: el señorío, la historia, el poderío, etc. Y en definitiva, ¿sabes lo que pasa? Que al Madrid se le quiere ahora menos que antes.

—Pero el Madrid tiene más seguidores que nunca y en todo el mundo.

—Sí pero eso es por la promoción y el márketing. Los seguidores van más al fetiche, a la camiseta, a la estrella y no a la esencia real del club. Como te digo, siempre fue un club muy querido en toda España. Precisamente por la imagen de Di Stéfano y de esa lucha infatigable por ganar todos los partidos. Aquello producía asombro, simpatía y admiración y el Madrid era el segundo equipo en todas partes. 

—¿Y usted cree que eso se ha perdido?

—Yo lo que veo es que para la directiva lo más importante es la cuenta corriente. Que mientras el club esté saneado y gane dinero, les vale. He oído recientemente a Florentino hablar de una tuneladora para las obras del campo y sin embargo no le escucho hablar de la cantera. Las preferencias de Florentino son contables antes que deportivas.

—¿Qué diagnóstico hace de este arranque de temporada?

—El Madrid no puede acabar bien una temporada cuando la empieza reconstruyéndose. Y eso le pasa año tras año. Empieza la temporada y hay un equipo nuevo que construir y una idea nueva. Y encima con el lastre que ha supuesto Mourinho.

—No le iba el portugués...

—Jamás entenderé cómo se ha aguantado a un tipo tan indeseable como fue Mourinho, que es el personaje que más daño le ha hecho al Madrid en toda su historia. Mourinho ha subvertido todos esos valores de los que hablábamos y de los que Florentino tanto alardea. El ejemplo más flagrante fue lo del dedo en el ojo. ¿Cómo pudo tolerar algo así el madridismo? Fue de vergüenza. Yo siempre me imaginé a un Madrid con Del Bosque de entrenador y un tipo como Valdano llevando la imagen y la comunicación. La sobriedad siempre ha ido con nuestro equipo.

—¿Y Ancelotti?

—A mí me parecía una buena solución para el Madrid. Le he seguido y fue un grandísimo jugador y su trayectoria entrenando ha sido impecable. Ahora, claro, no entiendo cómo el Madrid se ha deshecho de Özil. Y no sé si ha sido decisión de Ancelotti o no.

—¿Qué le pasa al Real Madrid que parece devorar a todos sus entrenadores, ya sea Schuster, Pellegrini, Mourinho y ya veremos Ancelotti?

—Es una cuestión de impaciencia. Yo creo que Pellegrini era un entrenador para haberle dejado en el club cuatro o cinco años. Pero aquí parecemos nuevos ricos que todo lo queremos y lo queremos ya. Y eso en el fútbol no puede ser por mucha pasta que tengas. El Madrid tiene un problema de presidente y no de entrenador. De todas formas quiero decirles que yo había venido aquí a hablar de mi libro y me están liando.

—Oiga el libro está presente en toda la entrevista. Por cierto ¿lo cuenta usted todo en esta biografía?

—De verdad que es un libro muy sincero. Incluso cuento cosas en contra mía, cosas que no son agradables. No me gustan las hagiografías. Creo que es un libro entretenido; se habla mucho de la época en que llego a Madrid, del fútbol, Alfredo Di Stéfano y de cómo me cambio de barrio para estar mas cerca del Bernabéu. Cómo jugábamos al fútbol en la esquinita del Bernabéu antes de que fuera un emporio de grandes almacenes.

—Y de sus novias.

—Sí, claro, y cómo se ponían los futbolistas cuando íbamos a jugar con ellos y nos acompañaban nuestras novias, las novias de los rockeros. Cómo les gustaban y con qué envidia nos miraban. Supongo que la misma envidia con la que miramos nosotros ahora a las novias de los futbolistas de hoy en día.

—¿Y cuál es la clave para mantenerse tantos años en la cumbre de la música?

—Muy sencillo: centrarse en un camino y no tener plan B. Para mí la guía una vez que salí de mi tierra era no volver a Granada fracasado. El qué dirán en aquella época era lo más terrible y por eso eras capaz de superar todas las dificultades.

—Y ahora retirado de la música, dispuesto a triunfar con la literatura.

—He entrado en esta industria también para hundirla, ja, ja. En serio, vivimos una situación lamentable. La industria de la cultura ha desaparecido. Y si al fútbol le aplicaran el 21 por ciento, la gente dejaría de consumirlo.

—¿A quién le cantaría el ‘Himno a la Alegría’ a Ancelotti o a Muñiz Fernández?

—Lo de Muñiz en Elche fue un elogio a la insensatez. Allí se cumplió esa frase que decían antes los fanáticos de “quiero ganar en el último minuto y de penalti injusto”. No sé si será la edad o qué, pero me he vuelto más desapasionado. Hasta el otro día me alegré cuando vi jugar tan bien al Atlético y ganar en el Bernabéu. Tengo una muy buena relación con el fútbol y me interesa más eso que los colores.

—¿El viejo rockero sigue loco por el fútbol?

—El fútbol es, junto al rock and roll, uno de los inventos más gloriosos del ser humano. Pase lo que pase y estés como estés, el fútbol permite abrir un paréntesis de dos horas con la realidad que te ha tocado vivir. Y durante ese tiempo, consigues esa sensación de pertenencia  y que es imprescindible para seguir cuerdo en esta vida.