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ESPANYOL 1 - REAL MADRID 1

Gris adiós a la Liga del Madrid

Un gol de Higuaín equilibró el tanto de Stuani, pero el Madrid reaccionó tarde y con precipitación. Nada salió bien: Varane se lesionó y se perderá la Copa.

Actualizado a
Gris adiós a la Liga del Madrid
QUIQUE GARCIAAFP

Desde la perspectiva del Madrid, salió todo mal. Desde la perspectiva del Espanyol, casi todo salió bien. El visitante tenía el doble objetivo de aplazar el alirón el Barça y no contabilizar heridos. No logró ni una cosa ni la otra: Varane se perderá la Copa y el Barcelona ya celebra el título. De eso es de lo único que se lamentan los pericos a estas horas, del ruido que impide dormir.

Dicho esto, jugar al fútbol sin querer hacerse daño es un peculiar modo de invocar a las lesiones. Algo así como comer spaghetti con una camisa blanca y pretender salir indemne. Ocurre, simplemente, que el destino, además de implacable e imprevisible, es un bromista sádico. Y que los cuerpos se sienten atraídos hacia los precipicios, ya tengan forma de esguince, de salsa boloñesa o de París Hilton. Por si hacía falta, lo comprobamos anoche. Varane se lastimó de gravedad en un tropiezo como hay mil, un contacto con Wakaso que le trastocó la carrrera y le hizo trastabillarse como un caballo sobre adoquín mojado. Dicho de otro modo: tan preocupado estaba por no lesionarse, que se lesionó. Qué decir, salvo que el destino canalla tiene buen gusto.

El accidente empañó aún más un partido que no nació bonito. Los minutos de tanteo dieron paso a otros minutos de tanteo, y así pasó gran parte del primer tiempo sin más novedad que el tipo de tanteo: de tobillos, de cabezas y de patadas. La presión adelantada del Espanyol asfixiaba al Madrid y el propio Espanyol se asfixiaba en ausencia (espiritual) de Verdú.

El encuentro se convirtió, a ratos, en una prueba de contorsionismo. El Madrid atacaba por la banda izquierda, donde estaban Nacho, que es diestro, y Morata, que no es extremo ni cosa parecida. Su rival, entretanto, insistía en la fórmula que coloca al tanque Stuani en la posición teórica de fino interior. Canguros con guantes contra avestruces con patines.

Sólo el afán competitivo de Sergio García le ponía picante al partido, y gracias a ese interés marcó el Espanyol. El delantero pugnó por un balón al segundo palo y Stuani remató la jugada con un pateo de delantero centro, lo que es. Casi a continuación se enlazaron dos acciones que estuvieron a punto de fulminar al Madrid: un nuevo tiro de Stuani que paró Diego López y un cabezazo de Héctor Moreno que acabó en la red; las razones por las que el árbitro anuló el gol se nos escapan.

A esas alturas, el árbitro ya estaba contagiado del caos reinante. Quedó claro cuando obvió un penalti por manos de Javi López, que tocó el balón como si fuera una caja de percusión. El tétrico resumen de la primera mitad es el siguiente: un lesionado, un banderín roto, varias magulladuras (casi todas de Nacho) y un par de goles en el limbo.

La segunda parte mejoró, o tal vez sólo nos agitó la emoción por el resultado y el inminente alirón. Será casualidad, pero Cristiano entró por Kaká y el Madrid empató dos minutos después. Si el crack tuvo influencia fue paranormal, porque no tocó la pelota. Modric sacó una falta e Higuaín, falso torpe, peinó hábilmente (14 goles en Liga).

El partido se puso de cara al Madrid, pero al Espanyol le estimuló la dificultad. Fue cuando disfrutamos de los minutos más intensos, plagados de alternativas y nervios. Prueba del desquiciamiento general es que Cristiano se enredó en las provocaciones que suele ignorar y hasta coqueteó con la expulsión. Quien se la ganó a pulso fue Víctor Sánchez, máquina barredora ante el atónito Higuaín.

Así acabó el partido. El Barça es campeón a falta de cuatro jornadas y al Madrid sólo le queda la Copa. Los pericos, entretanto, disfrutan de un empate peleado, del primer punto contra los madridistas en Cornellà. Lástima que no se pueda dormir con tanto jaleo.