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LA ENTREVISTA

Wallraff: "Todavía hay rechazo hacia los turcos en Alemania"

Günter Wallraff (Alemania, 1942) elaboró un testimonio que conmovió al mundo. Se hizo pasar por inmigrante turco para denunciar la situación de dicha comunidad en su país.

Actualizado a
Günter Wallraff.
Getty

¿Por qué se le ocurrió pasarse por un inmigrante turco en Alemania durante dos años?

Tuvo mucho que ver con la aventura y con la opción de ver la realidad desde una óptica más cercana, con más claridad. Arrastraba un proceso de despersonalización completa desde los cuatro años y decidí embarcarme en aquel proyecto.

¿Cómo era la vida de los turcos en los años 70 y 80?

Tenían los peores trabajos y atravesaban por una penosa situación de miseria. Su condición era muy grave en Alemania. Eran la última suciedad, sin ningún tipo de derechos y expuestos al racismo.

¿Qué queda de Ali (el personaje por el que se hizo pasar) en su persona?

Ali sigue vivo en mí, sobre todo en la identificación con las clases minoritarias. Yo tengo muchos amigos turcos y cuando voy a Berlín, donde viven muchos de ellos, me saludan amistosamente: "Aquí viene Ali" (risas). Soy uno más para ellos. Me pasa igual en Colonia, donde nací. Pero también tengo enemigos provocados porque soy un crítico fiel de las tendencias islamistas.

¿Cómo se disfrazó?

Me tuve que poner una peluca y lentillas. Pasé de ser un chico joven a simplemente un cincuentón con la nueva caracterización. Joven en el fondo pero mayor en apariencia (risas). Había que mitigar mis genes alemanes.

¿Y el idioma?

Al principio fracasé por mis pocos conocimientos de la lengua turca. Intenté hablar un alemán muy básico para no llamar la atención. Balbuceaba y todo. Todo vino precedido de un intenso tiempo de práctica. No me salió al momento.

¿Qué recuerda de su investigación?

Trabajé como dependiente en un McDonalds, como cobaya en un laboratorio farmacéutico, de limpiador en una central nuclear sin ningún tipo de protección, de deshollinador de los altos hornos en la empresa alemana Thyssen Estuve con muchos extranjeros (turcos, árabes) que estaban desde primera hora de la mañana hasta la noche trabajando sin descanso, por dos o tres euros diarios. Era una situación lamentable y yo me sumergí en ella como uno más, sin concesión alguna.

Físicamente debió ser difícil para usted.

Me entrené muy duro para ponerme en forma. Era un gran deportista en aquella época. Corría el maratón en menos de tres horas, pasé mucho tiempo en el gimnasio Aun así, cuando acabé la investigación sufrí una bronquitis crónica de la que por suerte ya me he recuperado.

¿Pasó miedo?

Por supuesto.

¿Qué cree que hubiese pasado si le hubiesen descubierto?

La verdad no lo sé, por suerte nunca me ha sucedido.

En Grecia, en uno de sus trabajos, estuvo preso 14 meses durante la dictadura militar.

Sí, por rebelde. No me vino mal en mi trabajo posterior. Me volvió más auténtico, más cercano con la gente que sufre y me ayudó para entender mejor el propio mundo.

Una vez le acusaron de ser un agente de la Stasi

Sí. Todavía me produce una sonrisa recordar aquello. Fue la prensa conservadora y todo vino porque me hice con un archivo de la RDA a finales de los 60 para investigar los crímenes e injusticias cometidas. Me frieron a querellas, pero gané casi todas.

Todo puede derivar de la extrañeza que produce ver a un alemán denunciar la realidad de su propio país. ¿Es sorprendente, no?

No lo veo así. Uno debe mostrar lo que acontece, sin rasgadura alguna. Eso me ha convertido en alguien más libre en la vida.

¿Consiguió cambiar el pensamiento de sus compatriotas alemanes?

En todas las investigaciones que he hecho pasa algo. En parte mejoran las condiciones, se denuncian ciertas situaciones, pero creo que es llamativo que tengas que escribir un libro para poner en relieve esta realidad. Algunas circunstancias siguen siendo penosas, pero otras han mejorado. Mi libro sirvió para eso. Favoreció la integración y el diálogo y la sociedad se percató de esa verdad latente que existía.

¿Varió entonces la situación de los inmigrantes turcos en Alemania?

La gente turca recibió temporalmente atención y, en ocasiones, hasta cariño. Se mejoraron las condiciones de trabajo entregándoles, por ejemplo, máscaras contra el polvo. El gran gigante siderúrgico Thyssen tuvo que pagar multas de un elevado importe económico. Después han vuelto a empeorar las cosas.

¿Pero siguen discriminados hoy en día?

Ahora no están en el escalón más bajo, están en otra posición. Los inmigrantes turcos de segunda y tercera generación no están cohibidos y existe un proceso de normalización. Están más integrados, pero sigue viva una sensación de rechazo y marginación. Continúa habiendo desigualdades en cosas tan relevantes como la sanidad o la educación.

¿Cómo valora el hecho de que futbolistas como Özil o Gündogan, de origen turco, jueguen con Alemania?

¡A esto le podría contestar mejor mi mujer! (risas). No sé mucho sobre fútbol. Le puedo decir, desde fuera, que se trata de una decisión personal. Si se sienten alemanes, sólo lo saben ellos y tienen que adoptar una resolución en este sentido. Crecieron en Alemania y juegan con Alemania. Es su decisión, pero no quita que pueda ser discutida por otros. Özil fue abucheado en Estambul cuando jugó con el Madrid y es tratado en el país de sus antepasados como un traidor.

Sahin, en cambio, prefirió jugar con la selección otomana

En ambos casos es una decisión irreversible e individual. Son ellos los que deben soportar las consecuencias derivadas de su elección.

¿Piensa que en Turquía se ve con recelo lo alemán?

Hay cosas que deben cambiar, eso es evidente.

¿A qué se refiere?

Yo soy el crítico más duro con los desarrollos negativos de mi país, pero Turquía padece un proceso islámico muy fuerte. Se están depurando profesores, periodistas laicos, y produciéndose detenciones y causas judiciales injustas. Desde ese punto de vista, soy el defensor absoluto del estado de derecho jurídico de Alemania.

¿Piensa que hay una gran rivalidad entre ambos países y sus ciudadanos?

Sí. Concepciones distintas del mundo y procesos que chocan uno contra el otro. El orgullo nacional sigue arraigado en las dos naciones.

¿Cree que la situación de los turcos en Alemania se asemeja a la que puede padecer la comunidad magrebí o latina en España?

Es difícil pronunciarse en este sentido. Lo que es seguro es que la xenofobia y la marginación no es un fenómeno exclusivo alemán. Se extiende por el mundo.

¿Es el racismo una tendencia generalizada en Alemania?

Gerald Asamoah, jugador negro muy conocido, me contó cosas sobre la discriminación y el racismo en el fútbol. Todavía tiene que aguantar insultos sobre su color de piel. Es bastante lamentable.

Usted también se hizo pasar por una persona de raza negra.

Un año entero. Lo pasé mal. Un día me infiltré en una manifestación de un grupo ultra del Dynamo Dresden antes de un partido con el Energie Cotbuss. Advertí de primera mano cómo es ese mundo. Eran 600 tipos alcoholizados, semifascistas, llenos de odio, casi todos iban con la cabeza rapada y sin apenas control policial. Había mucha tensión. Llevaban pistolas, navajas ¡Querían lincharme! Me insultaban, se burlaban de mí y me desafiaban con sus gestos. Cuando me atacaron, quise arrancarme la peluca y decir: "¡Soy uno de ustedes!". Fue una situación muy peligrosa. Pienso que equipos como el Dynamo Dresden no deberían participar en las competiciones nacionales. Se deberían tomas medidas ejemplarizadoras.

Algunos critican su método de periodismo de inmersión. ¿Qué les diría?

Cambiando los papeles se aprende más. Es una experiencia de pedagogía. El estudio es vital, simplemente. Me gusta sentirlo así y así es mi investigación.

¿Tiene algo de actor?

¡Soy un pésimo actor! Sólo cuando soy espontáneo se me ocurren las mejores ideas y hago bien mi papel de investigador.

¿Cómo realiza sus trabajos?

Antes llevaba una maleta de trabajo que pesaba unos siete kilos, más o menos. Y la cámara estaba camuflada con un termo. Ahora es más fácil. Tengo una microcámara. Tomo notas de lo que hago y, para organizarme mejor, realizo unos pequeños resúmenes por las noches. Luego, con mucho más tiempo, empiezo a desgranar los detalles y a dar forma a mi relato. Antes no.

Un día fue Ali, ¿pero seguía siendo Wallraff?

Cuanto más tiempo estoy en mi papel, más me crece mi segunda identidad. Pero no olvido la persona que soy. Ali sigue en mí y estará por siempre.