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ESPAÑA 3-URUGUAY 1

Mucho Pedro, poco Uruguay

España ganó al tran-tran. Una jaimitada del meta Muslera abrió el camino, empató Cebolla y Pedro firmó el doblete definitivo. Debutaron Azpilicueta, Isco y Mario Suárez.

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Los jugadores de España celebran el primer gol a Uruguay.
Los jugadores de España celebran el primer gol a Uruguay.Juan Flor

Una victoria y dos conclusiones en la tarde en que Del Bosque cazó a Kubala: España es mejor que Uruguay en el desierto y en los polos, pero necesita un mínimo de pulsaciones para evidenciarlo, e Iniesta y Pedro son capaces de bordar cualquier papel. Valen para comedia y drama, y para conducir el equipo, para alargarlo por una banda o por otra y para meter el gol que vale un Mundial o los dos que deciden un amistoso, según convenga. Dos yernos perfectos en cualquier familia, dos futbolistas perfectos en cualquier once. Con su impulso y la irrupción final de Isco, que llega para echar la puerta abajo, liquidó España a Uruguay en Catar, país que quedará consagrado para el fútbol en nueve años. La selección de Tabárez, que combinó bien a lo largo de la historia jugar y pegar, no hizo lo uno ni lo otro. No hay demasiado a la espalda de dos delanteros enormes y tampoco se agarró a la fiereza para sobrevivir al Europa-América que se ventilaba en Doha.

Para cuando llegó la jaimitada de Muslera, la Selección tenía el partido en un puño. Decidían Iniesta y Cazorla; apretaban, a banda cambiada, Mata y Pedro, y se movía aquí y allá Cesc, en ese papel de nueve que está al plato y a las tajadas, que participa en la elaboración y en la definición. Del Bosque, además, adelantó mucho la línea defensiva para quitarle campo a Uruguay y a sus dos puntas, Cavani y Luis Suárez, más galgos que pitbulls. Y mandó España sin exageración y sin vértigo, al paso. El resto lo puso el meta uruguayo, al que se le fue entre sus guantes de aceite un disparo lejano sin colocación ni veneno de Cesc.

Y en aquel 1-0 sesteó la Selección, subrayando el carácter amistoso del compromiso. Uruguay respondió moderada pero inteligentemente. No adelantó a sus centrocampistas, mantuvo a Lodeiro muy lejos del marco ajeno y se ahorró trámites con sucesivos envíos largos a Cavani y Suárez. La reacción lógica en una selección con más gol que fútbol. El ariete del Nápoles le ganó una vez la espalda a Puyol y el del Liverpool amagó en dos galopadas que hicieron sufrir a los centrales españoles. No fue demasiado pero dio para el empate. Puyol le regaló un metro a Cebolla, quien orientó bien el pase vertical de Martín Cáceres y despachó magníficamente el mano a mano con Valdés a la media hora.

Con el reloj de nuevo a cero, los uruguayos se recogieron en torno a Muslera y España retomó la pelota, durante unos minutos sin darle rapidez ni utilidad. Fue un dominio a fuego lento, sin desborde ni emoción ni ocasiones. Jordi Alba, el relámpago de la temporada, sólo rompió la barrera del sonido para interrumpir un contragolpe de Suárez. En ataque apenas tuvo voz. Azpilicueta, debutante, empezó atrevido y acabó aburrido. Al Puyol centenario y ejemplar se le recuerdan noventa y tantas tardes mejores. Falló una buena ocasión, le anularon un gol y perdió el rastro de Cebolla en el empate antes de recibir un homenaje en el descanso, con el resto de compañeros como testigos. Un festejo que retrató bien la caída de tensión en tan bien remunerado bolo.

Del Bosque le dio una vuelta al ataque en el segundo acto. Metió muy arriba a Villa, goleador con hambre de gloria, y cambió de banda a Pedro, tratamiento de efecto rápido, porque a los siete minutos el canario puso de nuevo por delante a España, imprudencia de Godín en la salida de la pelota y pase profundo de Piqué mediante. Y dos minutos después estaba en el otro área, limpiándole al Cebolla un remate franco.

A partir de ahí el partido se soltó el cinturón, en parte por los cambios. Valdés le sacó un gran remate cruzado a Cavani, Villa no ajustó su rosca cerca de Muslera e Isco y Mario Suárez tuvieron su bautismo internacional. El evento agrandó al genio del Málaga, que dejó grandes muletazos en la recta final. Con Piqué junto a Ramos sufrió menos España y Forlán resultó menos inquietante que Cavani. También con el partido al galope fue mejor La Roja, que en una combinación en azul y grana Villa-Cesc-Pedro abrochó una faena que pareció sencilla. Todas lo parecen desde hace cinco años. Felizmente.