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BETIS 1 - LAS PALMAS 0

Rubén Castro da el pase al Betis ante un buen Las Palmas

Un gol de Ruben Castro en la recta final le dio la victoria a los andaluces, que se enfrentarán al Atlético en la siguiente ronda de Copa.

Actualizado a
Rubén Castro
Rubén CastroMIGUEL ANGEL MORENATTIDIARIO AS

Pidiendo la hora pasó a cuartos un Betis gris que vio como Las Palmas, a lomos de un magnífico Thievy, creaba un puñado de ocasiones claras en los últimos minutos y metía a la grada verdiblanca el corazón en un puño. Les valía a los verdiblancos el 1-1 de la ida y pudieron pagar una primera mitad vigilante, a medio gas. En la segunda, Beñat y Vadillo tiraron del bando local y Thievy y Vitolo del visitante, pero no era el día mundial del gol, sobre todo por los fallos de Molina y Chrisantus. Tuvo que ser Rubén Castro, otra vez ese un hijo pródigo de los canarios, el que volviera a matar las ilusiones amarillas cuando más sufrían los aficionados verdiblancos.

Salió un Betis repleto de suplentes y un Las Palmas con alguna novedad de última hora, como la inclusión del ex sevillista Deivid en el centro de la defensa y la de Hernán en el centro del campo. Buen encuentro de estos dos, sobre todo del que se lo debía tomar como un derbi, Deivid. Se anticipó bien el defensa, concentrado y mandón, jugando el clásico que nunca pudo con el primer equipo del Sevilla pero sí cultivó como capitán en el filial nervionense.

Los verdiblancos acusaban la precipitación momentánea de Vadillo y la crónica de Agra, al que quizá le hubiera hecho falta una cesión antes de poseer un dorsal como futbolista de la primera plantilla bética. Al puertorrealeño, lo contrario: tiene una clase que detectaría un ciego en un caballo galopante, su nerviosismo proviene de la falta de confianza, de minutos, de adaptar su ritmo de vértigo a lo que le pide un equipo con el que no ha jugado demasiado.

Le valía al Betis el empate a cero y necesitaba Las Palmas marcar un gol, y con esos roles amareció el partido. En 20 minutos, poco se movió, con los verdiblancos sin nadar y guardando mucho la ropa. Pero las ocasiones comenzaron a llegar y con ellas, a estirar al Betis, primero con Molina solo pero forzado ante Barbosa (otra vez gran partido del meta), luego con una internada de Chica y un chut desviado, más tarde con dos muy buenas jugadas de las perlas Vadillo y Pozuelo a las que le faltó solamente y sobre todo una mejor definición.

El trianero se lesionó y la lesión aturdió al Betis, al que Vitolo hizo un roto por la izquierda con dos jugadas que acabaron en el área. La primera, casi sin peligro. La segunda, con la oportunidad más clara que hasta ese momento había alumbrado el encuentro, pero Thievy, tan participativo como fallón, la echó fuera cuando lo tenía fácil para embocarla, solito en el punto de penalti.

Segunda mitad. Un pase de Beñat que dejó a Molina ante Barbosa inauguró segunda parte. Con el vasco en el campo pasan cosas, casi siempre buenas para el Betis. Y más pasarían si no ocurrieran asuntos de CSI como que Agra tirara una falta de esas que la gente dice "ideal para Beñat". El desenlace fue más lógico: a las nubes. El Betis había tomado entonces el mando del encuentro gracias a la estrella de Igorre y a Vadillo, que percutía por su banda y mandó un balón al travesaño.

Pero no marcaba el equipo de Mel y era normal que aparecieran los fantasmas, transfigurados esta vez en el loco peinado de Thievy, que con sus jugadas frenéticas pudo cambiar el signo de la eliminatoria. Chrisantus no acertó en dos remates a pocos metros de Caso y Vitolo acabó de provocar la histeria local cuando se quedó solo y no supo si chutar o centrar. Por momentos, la Unión se hacía acreedora al pase, atacando con hasta seis futbolistas, valiente como esos equipos que saben que no tiene nada que perder. Pero Castro, al que le duele que le piten en Las Palmas, se ganó un poco más de enemistad en la Isla y de idolatría en Heliópolis, su casa ideal, el lugar donde le adoran.