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Real Madrid 4 - Celta 0

Cristiano es lo importante

Marcó tres goles y fulminó al Celta. Iker Casillas fue clave cuando apretaron los gallegos. Iago Aspas no salió hasta el minuto 55. Sergio Ramos fue expulsado.
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PARADAS DECISIVAS. En la segunda parte, Casillas hizo dos paradas que valieron parte de la clasificación. La primera a Krohn-Dehli (77') y la segunda a Augusto (77').
PARADAS DECISIVAS. En la segunda parte, Casillas hizo dos paradas que valieron parte de la clasificación. La primera a Krohn-Dehli (77') y la segunda a Augusto (77').

Cristiano Ronaldo hizo ayer mucho más que marcar tres goles al Celta y clasificar al Real Madrid para los cuartos de final de la Copa. Además, salvó el fútbol, rescató a su entrenador y minimizó su importancia. El especial es Cristiano, el que podría mirar por encima del hombro, al que se podría admitir la altivez de prima donna que no acostumbra. Y tras él Casillas, ese portero otoñal que anoche sacó tres manos, aunque los porteros normales sólo tienen dos. Lo demás es teatro, juegos de entrenadores para darse importancia, artificios muy contagiosos. Ayer, Paco Herrera comenzó con Iago Aspas, su mejor futbolista y su única esperanza, en el banquillo. Según parece tocaba dosificar a un chico de 25 años que la próxima temporada jugará lejos de Vigo. En el Bernabéu no se recordaba una gentileza semejante, 55 minutos libres del diablo de Moaña.

Pero Cristiano lo borra todo, también eso. Su poder es tan grande, que además de resolver los partidos, arregla los panoramas. De pronto, ya no hay ruido y la niebla es romántica. Casillas en su lugar y Cristiano en el de todos.

La ubicuidad no es metáfora. Cristiano es mucho mejor futbolista cuando olvida la banda izquierda y se mueve por todo el campo, cuando pide y apoya, cuando colabora en el inicio y cuando surge de improviso como el delantero centro que niega ser. Con un cuerpo como el suyo no existe en la vieja Castilla un campo demasiado grande. Cristiano nunca parece tan extraordinario como cuando abarca el césped entero y se convierte en motor, además de escopeta. Los goles dan puntos y victorias, pero el prestigio definitivo se gana al influir sobre todo y sobre todos, al hacer que juegue el equipo y al lograr que marque Khedira.

Poder. El primer gol de Cristiano fue la perfecta demostración de su superioridad física y de su ambición personal. También de su picardía. Él sabe que el balón Adidas de la Copa Confederaciones está relleno de folhas secas. Por eso probó el disparo al minuto y por eso marcó al cumplirse el segundo. Para conseguirlo chutó desde un lugar remoto e insensato, desde un rincón sin antecedentes. Cafusa, que así se llama la nueva pelota (conjunción de carnaval, fútbol y samba) voló con la fiabilidad de una serpentina. El mérito es que las serpentinas de Cristiano nunca buscan los guantes del portero, sino las guaridas de las arañas.

En seis minutos, del 86' de Balaídos al 2' del Bernabéu, Cristiano había girado una eliminatoria cuesta arriba, ahuyentado los fantasmas y deprimido al Celta. El siguiente golpe encontró a un adversario conmocionado, en mitad de ninguna parte. Modric advirtió el desmarque por el centro y la fiera remató con la izquierda, que para eso tiene dos piernas y cien cañones. A esas horas, Sergio, el portero del Celta, ya era un liliputiense más, asombrado, como todos, ante el tamaño de Gulliver.

Después, el partido se llenó de grumos y lesiones, y hasta de amagos de sorpresa. Salió Aspas y se encogió el Madrid, diezmado tras la expulsión de Ramos. Pero quedaba Cristiano, zurdazo y asistencia, jugador total. El especial es él. Y tal vez Casillas, el portero otoñal.