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REAL MADRID 4 - REAL SOCIEDAD 3

La fuerza de la naturaleza

A los seis minutos, Iker Casillas relevó a Adán, expulsado por un penalti. Inútil hat-trick de Xabi Prieto. Al final, Cristiano Ronaldo se echó el Real Madrid a la espalda.

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CAPITÁN CRISTIANO. Con la suplencia de Casillas y sin Ramos, Higuaín ni Marcelo, Cristiano lució el brazalete de capitán y lo celebró marcando dos goles.
CAPITÁN CRISTIANO. Con la suplencia de Casillas y sin Ramos, Higuaín ni Marcelo, Cristiano lució el brazalete de capitán y lo celebró marcando dos goles.

Ya no habrá quien lo dude: meterse con Casillas es como meterse con Dios. La única diferencia es que Casillas contesta antes. Ayer su rayo justiciero apenas dejó transcurrir seis minutos. Todavía no se había acomodado en el banquillo, cuando Adán hizo penalti y fue expulsado. Se puede dudar de la severidad del castigo, pero no de su infinita crueldad. Su homónimo en el paraíso cometió el mismo error: mordió la manzana en vez de hincar el diente a Eva. La próxima ocasión en que Mourinho sienta la tentación de sentar a Casillas deberá acompañarse de un pararrayos. Adán se lo agradecerá. La humanidad, también.

El momento fue clave. El público celebró la entrada de su portero favorito con un jolgorio ruidoso, mitad asombro ante los poderes escapistas de su héroe y mitad burla hacia el celoso carcelero. Es curioso: nadie sintió la pérdida de un jugador, sino la recuperación de otro. No faltaron, incluso, los que apostaron a que Iker detendría el penalti; la repanocha, que diría un castizo. El público siempre tiene razón, al menos una buena. La pena es lo de Adán. Comparada a la de Casillas, la vida de cualquier portero es la vida de Brian.

Cuando Xabi Prieto transformó el penalti y empató el encuentro (antes, al minuto, había marcado Benzema) el partido regresó bruscamente a la terrible cotidianeidad de las tardes de invierno: Iker en su sitio, pero lo demás fuera de lugar. La inferioridad numérica no justifica el decaimiento que sufrió entonces el Madrid ni el cómodo dominio de la Real Sociedad, con tiempo para tocar y para admirar la puesta de sol.

Si no proliferaron los pitos es porque al público del Bernabéu se le ha endulzado el carácter, o ya no le pica el lóden, o le adormece la calefacción. Se repitió, eso sí, ese incómodo silencio que permite escuchar los cuchicheos de la grada opuesta. También los cabezazos de Adán en el fondo del vestuario.

Raza. La Real no supo aprovecharse de la cuesta abajo, ni del viento a favor, ni de la melancolía del rival. La consecuencia es que el Madrid se adelantó de nuevo por pura inercia competitiva: Carvalho chutó mal y Khedira desvió a gol con una parte de su bota fronteriza entre la espuela y el tacón. Eso no lo ha perdido el equipo y será lo último que pierda: siempre hay alguien dispuesto a tocar la corneta, alguien que arrastra a los demás. Carvalho, ayer mismo.

En líneas generales, se puede decir que la Real tuvo fútbol, pero careció de instinto asesino, aunque se entenderá mejor si citamos el nombre del asesino ausente: faltó Kodro, o Kovacevic, o Nihat. Lo demás, dicho con todos los respetos y admiración, es alumbrarse con vela, juntar mediapuntas con la esperanza de sumar uno entero.

Si Carvalho tocó la corneta, Cristiano tomó la bandera, al estilo de Jean Valjean. Su primer gol lo consiguió en íntima colaboración con Benzema, que ayer sólo se equivocó en el corte de pelo. Fue un tanto extraordinario, sublimación del contragolpe. A los dos minutos, reincidió Cristiano. En esta ocasión con un lanzamiento de falta que atravesó los guantes de Bravo, o que le esquivó en sus barbas; hay balones con efectos y los hay con efectos especiales. Por cierto: cuando decimos que el carácter aleja a Cristiano del Balón de Oro nos referimos, concretamente, al carácter de Mourinho.

Xabi Prieto, que empató a dos tras un rebote, completó su hat-trick con un disparo cruzado. Sus actuaciones en el Bernabéu demuestran que su talento está hecho para las alfombras mullidas. En su próxima reencarnación debería probar la vida disoluta y los cambios de club.

Así terminó el Madrid con la Real y así castigó Casillas el pecado original. Con un rayo exterminador y con un Cristiano igual.