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Betis 1 - Barcelona 2

Messi culmina una dura faena

El argentino regresó a lo grande en Sevilla tras el susto que dio su rodilla. Hizo doblete y superó a Müller. El Betis, que mereció más, tiró tres veces a la madera. El Barça, dos.

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PROTAGONISTAS. Messi saluda a Adrián, meta bético, al que batió en dos ocasiones.
PROTAGONISTAS. Messi saluda a Adrián, meta bético, al que batió en dos ocasiones.

En Sevilla tenía que ser. Una plaza en la que nada se queda a medias. En la que se fracasa y se duerme en el cuartelillo o en la que se abre la Puerta del Príncipe camino a la eternidad. Tenía que ser en una ciudad en la que los ídolos son inmortales donde Leo Messi culminara la faena que le convierte en el mejor goleador en un año natural. Pero el triunfo del Barça por 1-2 fue algo más que una demostración individual. Fue coral. Queda claro que quien triunfa en Sevilla sella su destino camino de la mitología, pero ese privilegio no es privado. Hubo un partidazo.

Todo el equipo culé estuvo torero a más no poder ante un rival bravo como pocos. Además, en el Villamarín, nada puede darse por seguro. Lo que parece estar en la mano del vencedor puede volar en un segundo gracias al aliento de una afición que es tan crítica como entregada. El beticismo es un sentimiento que le exigió al Barça su mejor versión para llevarse los tres puntos. Ante este escenario pasional, Messi interpretó a la perfección el papel de héroe en el mejor escenario posible, pero el resto del equipo supo ganar jugando a lo que no le gusta jugar. Al partido loco y de bulla que planteó un Betis valiente, directo y descarado.

Betis y Barça jugaron un estupendo partido de fútbol bajo las normas que menos le gustan a los de Vilanova y si ganaron ante un rival tan fenomenal, la pregunta para los rivales está clara: ¿si el Barça ganó ayer, cuando no ganará?

El triunfo del Barça ante el Betis supone ampliar el récord de un equipo en el inicio de una Liga y además, ojo al dato, ganar en un campo en el que el Barça de Pep Guardiola nunca había ganado. En el vestuario culé, temen los partidos en Sevilla más que a un nublao. Son partidos que se mueven a golpe de tripa. Por impulsos imprevisibles. Justo, lo que más detesta la escuela blaugrana.

Iniesta y Messi.  Si al Barça le plantean un partido pasional, de ida y vuelta, loco y frenético, el equipo blaugrana viaja protegido. Tiene jugadores para ir al intercambio de golpes y jugadores para desactivar el frenopático. Si la pelota la tenía Messi, que quería liarse a golpes (o a goles) contra el rival como si la tenía Iniesta, que jugó un partido diferente al de los demás, parando el tiempo, templando el balón, dibujando pases, los de Vilanova llevaban las de ganar. En ambos escenarios, el Barça cuenta con los dos mejores espadas. Nadie puede competir con Leo en el intercambio de golpes ni con Iniesta en la pausa.

Y eso que el Betis fue estupendo del inicio hasta el final. Probablemente, y que nadie se lo tome como una provocación, los de Mel jugaron mejor ante el Barça que ante el Real Madrid. Contra los catalanes perdieron y ante el Madrid ganaron. El Barça sabe a lo que juega, tiene paciencia y a Messi. Hace tres días el argentino estaba seguro de que el chut que le paró Artur era el último que haría en mucho tiempo. Creía que se había roto. Pues nada de nada. El siguiente balón que tocó tras el susto fue a la red. Y el segundo también. Goles históricos. El que se rompió fue Fàbregas, para cuatro semanas. Pero ni eso alteró a un Barça que sigue sumando a un ritmo inhumano. Tiene a Messi.