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Valencia 2 - Espanyol 1

El Valencia gana con penalti injusto y en el último minuto

Del Cerro Grande, a instancias de su asistente, castiga al Espanyol con unas manos que parece tener Héctor Moreno pegadas al pecho. Echó, además, a Héctor Moreno y Sergio García.

Actualizado a
Roberto Soldado
Roberto SoldadoALBERTO IRANZODIARIO AS

Roberto Soldado dio la victoria al Valencia tras transformar un penalti más que dudoso en el minuto 88. Del Cerro Grande, a instancias de su asistente, señaló el punto de los once metros por unas manos de Héctor Moreno cuando el central parecía tenerlas pegadas al pecho. Excesivo castigo para un Espanyol que no mereció marcharse de Mestalla de vacio ni mucho menos. Y demasiado premio para un Valencia que sólo dejó constancia de su superioridad durante fases de la primera mitad.

Valencia y Espanyol saltaron al césped con necesidades diferentes. Pero obligaciones al final y al cabo. Unos para no perder más aún el vagón de cabeza de la Liga, otros para despertar de una vez y buscar aire en Mestalla para salir del de cola. Pellegrino quería dar entrada a Jonathan Viera, pero ni quería dejarse fuera a Andrés Guardado ni tampoco a Jonas Gonçalvez. Damnificado, el canterano Gayà, que sin Mathieu ni Cissokho parecía que tendría su día. Pero no. Pochettino, además de volver a un 4-2-3-1, ideó el partido con movimientos de fichas: Forlín al centro del campo con miras a tener más consistencia en esa zona. Pero el mal del Espanyol lo iba a tener en la espalda de los centrales.

En cuanto el Valencia se asentó en el partido, Cristian Álvarez comenzó a sufrir. Al menos así fue hasta que Jonathan Viera le batió de un disparo cruzado en el minuto 15. La acción del gol del canario nació de la nada, del infortunio, de un despeje de Raúl Rodríguez que le pegó en la cara a Jonas y en el rebote el balón cayó a los pies de Viera. Pero lo dicho, si bien fue el canario el que abrió el marcador, bien pudieran haber sido Jonas o Soldado en tres jugadas en las que se marcharon con inusitada facilidad de los centrales blanquiazules.

Pero al Valencia le está costando darse cuenta de que los partidos o se matan o a la mínima se complican. Sucedió lo segundo. Tras el gol de Viera, los de Pellegrino retrocedieron unos metros. Los suficientes como para que el Espanyol perdiera menos balones en zonas comprometidas y pudiera llegar a ver a Diego Alves. Y en la mejor ocasión ofensiva del Espanyol llegó el gol de Longo. Curiosamente lo hizo un minuto después de que Jonas se lanzara a la piscina de manera absurda. El brasileño se marchaba de dos defensas y en lugar de mirar a un compañero para dar un pase de la muerte, buscó engañar al árbitro. Del Cerro Grande no picó y como castigo, además de una tarjeta, gol del Espanyol en la siguiente acción. El empate llegó en la jugada más trenzada y precisa de los periquitos: Víctor Álvarez, Sergio, Verdu y Longo participaron en la misma.

Ese golpe de Longo conllevó que el Valencia volviera a adelantar posiciones. Sólo unos metros. Los suficientes para que recuperara el dominio, aunque para entonces el Espanyol ya no era ese equipo blandito de principio de partido. Los de Pochettino habían mordido una vez y le habían pillado gusto. Por ello, aunque cierto es que se llegó al descanso con empate a uno como mal menor para el Espanyol, en la reanudación los catalanes salieron con los dientes afilados y no tardaron ni diez minutos en inquietar lo suficiente a los che. Hasta el punto de sacar los silbidos hacia los suyos del público de Mestalla.

Verdu tomó el mando y Wakaso y Longo obligaron a Diego Alves a mancharse la camiseta. El Valencia parecía anestesiado. No triangulaba, no asustaba, no aparecía. Pellegrino se percató y trató de meter velocidad con la salida de Bernat y control con la de Banega. Pero su Valencia seguía sin contagiar, sin transmitir. Todo lo contrario que el Espanyol, que durante prácticamente toda la segunda mitad estuvo más certero y con un mayor criterio en su juego.

En verdad, suerte tuvieron los blanquinegros (y desdicha los blanquiazuales) de que Del Cerro Grande pasara primero de complicaciones y después, en la jugada clave, se dejara llevar por su asistente. Porque primero el colegiado vio como algo natural una pugna de Albelda y Longo en el área de Diego Alves que terminó con el italiano en el suelo y, sobre todo, prefirió limitarse a señalar falta y no castigar con tarjeta un agarrón de Tino Costa, que le hubiera supuesto al argentino la expulsión, porque apenas dos minutos antes había visto una amarilla. Pero lo peor para el Espanyol en lo que al arbitraje se refiere estaba por llegar. Hablamos de la acción del penalti. Ni lo fue (porque Héctor Moreno tenía las manos totalmente pegadas al pecho) ni tan siquiera el Valencia debería haber llegado a pisar el área, porque Banega cometió una clara falta al borde de la misma, y sin embargo el juego continuó. Roberto Soldado no desaprovechó el error arbitral.