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MÁLAGA 1 - MILÁN 0 | LIGA DE CAMPEONES

Un Málaga histórico tumba al Milán y acaricia los octavos

El equipo de Pellegrini ganó su tercer partido consecutivo en la Liga de Campeones y acaricia los octavos de final gracias a un gran partido de Iturra y un gol de Joaquín, que volvió a fallar un penalti.

David F. Sanchidrián
Actualizado a
Un Málaga histórico tumba al Milán y acaricia los octavos

Hubo un tiempo en el que Milán se escribía con letras de oro en el mundo futbolístico y la mayoría de récords y elogios giraban a su alrededor, pero esos tiempos fructíferos se han disipado a la vez que el Málaga, un equipo que por entonces luchaba por ascender e incluso lloraba su desaparición, ha pegado una zancada de gigante en sus aspiraciones hasta reinar en Europa a costa de equipos multimillonarios como el Zenit o legendarios como el Milán. A estos dos, y al Anderlecht, el Málaga les ha metido mano y dando motivos para tomarle en serio de aquí al futuro, aunque Pellegrini se empeñe en pensar partido a partido sin hacer cábalas.

Porque el equipo blanquiazul sigue haciendo historia en su debut en la Liga de Campeones por infinidad de motivos. Comanda su grupo en solitario con pleno de victorias y sin encajar un solo gol. Se ensalza, y con razón, la calidad y la contundencia en ataque, pero su hermetismo en defensa es digna de alabanza e incluso de estudio (en Liga es el menos goleado con cinco goles). Como de admirar es el nivel al que están rindiendo todos los jugadores. Porque esta noche no se hablarán de los slaloms de Isco, ni del oportunismo de Saviola, pero quedará en el recuerdo la labor de Manuel Iturra en el centro del campo. El chileno barrió todos los balones que pasaron por su zona y encima los depositó en el lugar indicado. De él nació el tanto de la victoria. Un tanto que se lo apuntó Joaquín. Y ahí también saca pecho el Málaga porque el del Puerto volvió a fallar un penalti y se desquitó un rato después. Para que nadie esté a disgusto en un equipo que sigue haciendo historia y acaricia con los dos dedos la clasificación para los octavos de final de la Liga de Campeones.

Todo blanquiazul soñó alguna vez con este partido, con ver a su equipo paseando con orgullo su escudo por Europa y ante el Milán, un coloso con siete cetros continentales aunque ahora con aspecto añejo, vacío de fútbol y con el presidente "avergonzado". Esta vez los elogios no recaían en los hombros de los milanistas y sí en los hombres de Pellegrini. Un equipo inamovible en su concepto del toque ya tenga enfrente al último clasificado de la Liga o al mismísimo Milán.

Sin miedo a nadie pero con respeto hacia todos, el equipo de Pellegrini recibió un Milán con lo puesto (sin Abbiati, Abate y De Jong) y encomendándose a la pegada del imberbe El Shaarawy. Sin embargo el Málaga seducía con un reparto formado por actores en dulce como Isco, Joaquín o Saviola y 'secundarios' de confianza como Portillo, Camacho o Iturra. Allegri no pecó de soberbia y por si acaso plantó una hilera de cinco torres en defensa, con la ayuda de soldados rasos en el medio del campo para salvaguardar el fortín de Amelia. El plan funcionó a los italianos porque el Málaga se sintió agobiado y algo indeciso, propio de la escasez de metros para maniobrar con soltura.

No era un Málaga en tromba como el día del Zenit o Anderlecht, era un equipo más conservador, rumiador, pero con las intenciones crueles de siempre. Cierto es que los de Allegri cortaron la respiración de la grada blanquiazul con un disparo a bocajarro de El Shaarawy a la media hora, pero Isco no tardó ni cinco minutos en hacerlo olvidar. El de Benalmádena se alió con Joaquín para probar fortuna desde lejos pero uno se fue por arriba y el segundo a las manos del portero italiano.

El mayor sobresalto llegó al filo del descanso pero el arma del Málaga se engatilló en el peor momento. Cuando el colegiado Proença entendió que una carga de Constant sobre Jesús Gámez era suficiente para pitar penalti. A Joaquín no le temblaron las piernas por el penalti errado ante el Real Valladolid, pero calcó el disparo del sábado y el balón salió por alto.

Joaquín se desquita otra vez más

El paso por los vestuarios apaciguó el ritmo de ambos equipos. El Milán cargó su fútbol más por su banda derecha y en alguna ocasión divisaron a Caballero, en el resto apareció la barredora oficial del Málaga: Manuel Iturra. El chileno se dedicó a barrer, barrer, barrer y volver a barrer... como diría Luis Aragonés. Impoluto en tareas defensivas y además inmaculado a la hora de distribuir. No se codeó mucho, porque eso es tarea de Isco, pero esta noche él lo guisó y Joaquín se lo comió. A los veinte minutos del segundo tiempo, el chileno puso un balón entrelíneas a Joaquín para que éste se resarciera del penalti con un disparo raso que golpeó en el palo antes del rugido de La Rosaleda.

Allegri quedaba literalmente contra las cuerdas y se vio obligado a recurrir a Pato y a Bojan y mantuvo a El Shaarawy y Pazzini. Vamos, que el Milán comenzó con overbooking en defensa y al final lo sufrió en la zona de ataque. Y el centro del campo seguía siendo un solar...

Sin embargo el Málaga lo hizo todo con orden, mostrando osadía y confianza al mantener el mismo dibujo hasta el final de un partido que pasará a la historia del club.