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Liga BBVA | Zaragoza 3 - Osasuna 1

Un enemigo muy generoso

Osasuna se equivocó mucho atrás y cara al gol. El Zaragoza toma aire con un triunfo holgado. Buena segunda parte local. Los navarros siguen últimos.

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<b>EL PRIMERO DE LOS TRES. </b>Apoño, Víctor Rodríguez y Hélder Postiga se abrazan eufóricos en la celebración del primer gol, mientras llegan Sapunaru y José Mari.
EL PRIMERO DE LOS TRES. Apoño, Víctor Rodríguez y Hélder Postiga se abrazan eufóricos en la celebración del primer gol, mientras llegan Sapunaru y José Mari.

Para ser un enemigo enconado, particularmente peligroso en sus últimas visitas, Osasuna se comportó ayer con excesiva generosidad y pavimentó con un puñado de errores gruesos la victoria del Zaragoza. El equipo de Manolo Jiménez siempre estuvo más orientado al triunfo, por juego y disposición, pese a que permitió serias dudas en algunos pasajes y acusó hacia el final un temblor que los navarros no acertaron a aprovechar ante el gol. El partido dejó otra vez una impresión menor, con un Zaragoza algo más dispuesto con la pelota gracias a la fresca osadía de Víctor Rodríguez, pero aún aquejado de irregularidades y con muchas cosas que resolver en el medio campo y atrás. Enfrente, Osasuna sigue anunciando una temporada más que difícil: en cinco jornadas ha reunido un solo punto y todo tipo de preocupaciones; acusó las bajas, no jugó nada y se equivocó demasiado. Está último.

Ayer le faltaban sus laterales, Marc Bertrán y Adriá, lo que afectó a toda la estructura. El Zaragoza interpretó bien esa quiebra. O bien coincidió con sus necesidades: Jiménez precisa más desafíos en ataque, más uno contra uno de los jugadores de las bandas. Montañés cumple ese perfil, con más o menos acierto. Los demás futbolistas asomados al ataque (Apoño, Edu Oriol, Babovic...) frecuentan la conducción y el pase. De modo que la alternativa de Víctor encaja por ahí. Víctor salió con hambre juvenil y a los cuatro minutos ya le había ganado una disputa a Nano: su toque de cabeza liberó a Postiga frente a Andrés. Lolo quedó desairado y al portugués le bastó un remate mediano, bajo el cuerpo del meta, para el 1-0.

A Osasuna le fallaron enseguida los cuartos traseros. Y, lejos de ganar compostura, reincidió en su lastimosa tendencia a las concesiones, algunas ocasionales y varias decisivas. Los dos goles con los que el Zaragoza cerraría su victoria estuvieron a medio camino entre el mérito aragonés y la fatalidad osasunista. Si es fatalidad dispararse al pie, claro. El 2-1, cerca del descanso y en medio de un tramo de confusión notable del Zaragoza, ocurrió cuando Timor desvió con la cabeza a gol un centro templado de Víctor. Pérez Lasa se lo apuntó en el acta al zaragocista, lo que hace ley, pero pareció más un tanto en propia meta. El tercero, clavo definitivo para Osasuna, lo firmaría Apoño en el segundo tiempo, después de que Loe derribase a Movilla en el área, en un penalti bastante inhábil.

Desequilibrio. A esas horas el Zaragoza había logrado mejorar su gran desequilibrio: la superioridad por las bandas (que dejó a Víctor dos veces más en trance de gol ante Andrés) no encontraba correspondencia en el medio, con el desentendimiento táctico de Romaric en la contención. Tampoco Apoño puso mucha lucidez, así que José Mari debió atender demasiadas llamadas. Osasuna, escaso de todo, encontró en esos espacios muertos una puerta al choque. La abrió Armenteros, en una larga conducción que José Mari no supo atajar y que provocó las indecisiones de Paredes y Álvaro. Ante esa unanimidad defensiva, Armenteros remató el empate con un tiro cruzado. El Zaragoza acusó el golpe. Cejudo lo indultó después, al tirar al sumidero un remate en ventaja.

El orden lo restablecería Movilla, ovacionado como una aparición milagrosa proveniente de otro tiempo. El pelado resolvió mejor la ecuación entre el balón y los espacios. Y se fue arriba, al punto de soltar un sombrero y forzar un penalti, todo en uno. Un minuto antes, Mendilibar había dejado tres en el fondo para meter a Nino. El penalti se hizo una losa ya inamovible para un equipo en el estado de Osasuna, en una tarde sofocante y con el césped en terapia de rehabilitación. Aun con esas ventajas, el Zaragoza volvió a perder el control cuando se fue José Mari. Así de esponjoso es su gobierno. Y Osasuna reunió tres llegadas evidentes: ni Sola, ni Lamah ni el propio Cejudo pudieron concretarlas, lo que permitió al Zaragoza alcanzar su primera victoria en casa. Un soplo de aire para afrontar lo que aún tiene por resolver. Osasuna está peor. Según Mendilibar, no le llega ni para competir en Primera. Si lo dice el propio entrenador, no hay mucho más que añadir.