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Difícil tránsito a la normalidad

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No termina de normalizarse el Málaga. La sacudida de la UEFA, por más que controlada, no es una noticia feliz porque significa que queda un rastro. Cazorla explicó bien en una excelente entrevista que publicó el pasado martes El País la casa de los líos que fue La Rosaleda durante unos meses: "Hubo un poco de caos. No había información. Afortunadamente, parece que se ha arreglado". Porque, así es, lo parece. Después de semanas jugando al ajedrez, con Casado poniendo a Tapia y Pellegrini a Husillos con la connivencia de Shatat y, supuestamente, del dueño, el mapa ha quedado normalizado. El chileno es el hombre fuerte y, si es así, bien que lo ha merecido. Porque lo único que ha estado normalizado íntegramente en el Málaga este verano ha sido el vestuario, que ha hecho un esfuerzo gigantesco por aislarse del tornado institucional y se ha situado en la cima de la Liga y en los 32 'Champions'.

La demostración de madurez y equilibrio tiene fascinada a la afición, que ha decidido entregarse incondicionalmente a sus jugadores. Ya saben quiénes les han traído donde están, quiénes han huido y quiénes han permanecido en el barco (Monreal) pese a suculentos cantos de sirena. Weligton llevará con orgullo el brazalete este martes, Toulalan será la cruz de guía y falta por saber qué dan de sí Santa Cruz y Saviola, delanteros de tronío que apuran sus días en el fútbol pero que se saben el manual de memoria. Que se peguen a Joaquín. Al shico, que decía Lopera, no le gana a fútbol nadie.