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EUROCOPA | ESPAÑA-CROACIA

España pasa a cuartos al borde de un ataque de nervios

Un gol de Navas asegura el primer puesto. Casillas mantuvo en el partido a España, que no se encontró nunca cómoda, sufrió ante una buena Croacia y tuvo un aliado en Stark.

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España celebra el gol de la clasificación.
España celebra el gol de la clasificación.Juan Carlos CárdenasEFE

Al borde de un ataque de nervios. Al borde de un penalti de Busquets a Corluka. O de un planchazo de Ramos a Mandzukic. Al borde del fuera de juego en el pase de Cesc a Iniesta, al borde de la mano en el control del geniecillo de Albacete, al borde de lo correcto en la aistencia a Navas. Al borde, en el alambre. En un ejercicio de supervivencia y currículo, España ganó 1-0 a Croacia y cerró su clasificación para cuartos de final para la Eurocopa. Jugará en Donetsk, Donbass Arena, el próximo sábado contra el segundo clasificado del grupo D (presumiblemente Inglaterra o Ucrania), pero tendrá que solventar ciertos desajustes que le pudieron costar la resurrección de viejos fantasmas. Un disgusto histórico.

Hasta el gol de Navas, en el minuto 88, España fue primero un equipo espeso y sin ninguna gracia y, finalmente, un manojo de nervios que no paraba de mirar el reloj y que se agarró, una vez más, al ángel de Casillas. Un portero increíble. La efectividad de Iker en jugadas determinantes, de todo o nada, es histórica y quedará en los libros. Su parada al cabezazo ante Rakitic, su temple, sostuvo a España en momentos difíciles en los que la guerrillera Croacia mereció por momentos la clasificación con un despliegue valiente y honesto que tal vez mereció mejor suerte. Croacia fue la España de hace una o dos décadas, la del casi. España fue la grande de toda la vida. La que quiso sufrir y supo ganar. España ya es una selección experta. Y ganadora. Y eso, por supuesto, también tiene su mérito porque fue lo que envidió muchísimos años de aquellos dinosaurios, Italia, Alemania, Francia, a los que hoy puede mirar de frente. La liberación del gol de Navas pone a España en la carrera. Hay que enmendarse, pero la campeona está viva.

Croacia recuperó su independencia hace 21 años. Desde entonces, y hasta hoy, considera el deporte como un excelente instrumento de exaltación y propaganda nacional. Desde la plata olímpica de Petrovic y compañía ante el Dream Team, al triunfo de Ivanisevic en Wimbledon o las medallas de Janica Kostelic en los Juegos de Invierno. Todo vale para inundar las calles de Zagreb y ponerse en el mapa. Bilic, héroe nacional en el Mundial de 1998, la de Boban y Suker, lo entendió entonces y hoy llena de esos valores de orgullo y pasión a su Selección. Así que España ya sabía lo que le esperaba mucho tiempo antes de jugar. Croacia es pasión y así salieron: a comerse la hierba, ni tan seca como ante Italia ni tan húmeda como ante Irlanda, del Gdansk Arena.

El plan de Bilic siguió las coordenadas clásicas de las fórmulas anti-tiqui-taca estudiadas ya como la teoría de la relatividad en las escuelas de fútbol. Acumulación de jugadores en el centro (Jelavic en el banquillo a favor de Pranjic), defensa de ayudas, agresividad, recuperación y salida rápida con una brújula: Modric. Croacia no inquietó demasiado en la primera parte, apenas con un disparo de Pranjic, pero a cambió espesó hasta el límite el juego de España. Torres, un islote, peleó con criterio e inquietó a Pletikosa. Xavi, Busquets y Alonso combinaron demasiado en horizontal e Iniesta y Silva no encontraron el desequilibrio porque después del primer enemigo encontraban el segundo. Y hasta el quinto.

Paciente, Croacia vivió tranquila en la primera parte. Iniesta inquietó con un punterazo y Silva se resbaló cuando iba a encañonar, pero cuando de verdad se encogieron los corazones fue después de un plantillazo peligroso al límite de Sergio Ramos a Mandzukic que Stark, el árbitro que no perdonó a Pepe con Alves, obvió con una bondad que se agradece.

Con Italia marcando en Poznan, al descanso se llegó con un inquietante 0-0. Sobre todo porque España estuvo irreconocible, con un control artificial del partido que nunca resultó real. Cargado de suerte y del gen competitivo de alguno de sus jugadores (muy bien Jordi Alba). El funambulismo es un mal compañero de viaje y a España el partido empezó a parecerle el calvario muy pronto en la segunda parte. El fantasma de la eliminación recorrió peligrosamente Gdansk y, casi como nunca, en el minuto 59, cuando Modric se inventó una jugada preciosa culminada con un centro con el exterior de su pierna derecha (de ahí lo del Cruyff croata) que Rakitic cabeceó. Por allí, por Gdansk, pasó un santo: Casillas, como tantas otras veces, voló suspendido, angelical. Impecable.

Tal fue el miedo que le entró a España que no sabía si ir o no hacia adelante. Del Bosque, ofuscado, acertó en sacar a Navas, pero esperó demasiado para hacer comparecer a algún delantero. O al menos a un llegador: llámese Cesc. Navas fue un soplo de aire fresco magnífico y hasta hizo eso que tantas veces le pidieron sus técnicos en el Sevilla, desde Jiménez a Míchel pasando por Manzano o el mismo Juande: meterse al centro. Con él, con Cesc y con el ataque desesperado de Croacia, llegó el desequilibrio. Y el gol de Navas (el primero de un sevillista en una fase final) que tumbó a una Croacia que merece un aplauso y que metió a Italia. España no quiere biscottos, por eso no consintió el 1-1 que hubiese metido a los croatas. Pero tampoco estos disgustos. Debe hacer un ejercicio de introspección y enmendarse en cuartos. Pero también disfrutar.