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GRUPO A | RUSIA-REPÚBLICA CHECA

La tapada Rusia se exhibe y deja la huella de la Euro'2008

Los rusos ganan con comodidad en su estreno ante la República Checa con doblete de Dzagoev y otros dos tantos de Shirokov y Pavlyuchenko.

Dzagoev celebra uno de los goles de Rusia.
ARMANDO BABANI
Juan Jiménez
Redactor jefe de AS. Fue colaborador en AS (2000-04) y, después de pasar por Málaga Hoy, regresó como jefe de Sección en Málaga. Delegado de Andalucía entre 2009 y 2012, colaboró en la integración digital-papel de AS en Madrid. Cubre la información del Barça y la Selección de baloncesto. Tres Juegos Olímpicos. Colaborador de SER, Canal Sur y Gol.
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Dirk Advocaat puso muy fácil el titular en la previa. “Podemos ser los tapados”. Nadie cree en los rusos. Su falta de carácter en los momentos decisivos, tan lejos del orgullo que siempre demostró la vieja madre Rusia en otras disciplinas deportivas colectivas, genera desconfianza. Con la goleada ante la República Checa no le saldrán muchos más fieles a Rusia, entre otras cosas porque esa frialdad excesiva que le ha condenado tantas veces estuvo a punto de complicarle durante un rato un debut que terminó como debía, en plácida victoria. Pero es cierto que Rusia, esta Rusia de Advocaat, tiene jugadores de una sensibilidad especial que permiten saborear algún muy buen rato de fútbol cuando se inspiran. Sin duda, las huellas de esa selección tienen mucho, casi todo, del equipo que en Austria 2008 sólo se despeñó las dos veces que se cruzó con España, que era un rodillo exuberante. Rusia tiene pinceladas realmente estéticas, especialmente cuando las defensas se desparraman como le ocurrió a los checos, un equipo que ya no sabe si viene o va, en una mezcla de la que ni Bilek sabe aún si es principio (Pilar) o final (Cech. Rosicky, Baros). Las transiciones nunca fueron fáciles.

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La República Checa, protagonista grande en recientísimas Eurocopas, especialmente aquella de Inglaterra donde las melenas de Poborsky se ganaron la complicidad de las clases populares, empezó como un ciclón. Los rusos no vieron la pelota los diez primeros minutos, exactamente los que le duró el gas a Rosicky para coger el mando y a Plasil y Jiracek para recuperar balones. Los checos parecieron por un momento acumular más centrocampistas y tener más presencia que su rival, pero el efecto gaseosa recordó al de Polonia en el partido inaugural. Rusia se ordenó pronto y pegó dos dentelladas de esas que le dieron fama hace cuatro años. Guiada por unos bajitos (Arshavin, Dzagoev) cuyo parecido con el de los españoles a veces asombra, Dzagoev y Shirokov hicieron dos goles en un periquete que pudieron multiplicarse desde ese momento. Kerzhakov, que como Arshavin recupera la luz en el Zenit, se pegó una paliza de categoría pero estuvo obtuso delante del gol.

Pilar animó el partido con el 2-1 y, a falta de maldad en los rusos, Rosicky estuvo a punto de empatar. Malafeev se quedó con el balón de una forma casi acrobática después de despejarlo como pudo. Advocaat, viejo zorro, se temió lo peor y movió ficha. Reventado, Kerzhakov se fue al banquillo y entró Pavlyuchenko, que como Arshavin nos recuerda lo gran jugador que es en estos eventos grandes que no merecen una preparación continuada. A Arshavin y Pavlyuchenko, embajadores durante un buen tiempo en Londres (Tottenham y Arsenal) de la versión relajada y occidentalizada de la nueva Rusia, les cuesta horrores sufrir durante el año y resistirse a ciertos encantos. Arshavin y Pavlyuchenko terminaron por reventar un partido que no aumentará demasiado la cotización de Rusia pero que permite legitimar esa frase de Advocaat que quién sabe si no leeremos alguna vez más. En Wroclaw, llena de rusos a pesar de los recelos con que se miraron siempre ambos países, tuvimos noticias de la tapada. Ante ustedes, se presenta Rusia.

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