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Europa League | Manchester City 4 - Oporto 0

Agüero se exhibe y elimina al campeón

El argentino, autor del primer gol a los 19 segundos, se marcó un partidazo para colocar al City en lo más alto de la lista de favoritos por la lucha por el título.

Rubén Jiménez
Actualizado a
Agüero se exhibe y elimina al campeón

Sergio Lionel Agüero, el Kun, se encargó de eliminar al actual campeón de la Europa League y de confirmar que su equipo es candidato máximo al título continental con una exhibición de velocidad, definición y fútbol que comenzó a los 19 segundos de partido.

Se tarda más en escribirlo (y casi en leerlo) que en verlo. Sacó de centro el Oporto, el balón llegó a Otamendi, que falló en su intento de pase largo, cortado por De Jong, el esférico cayó a los pies de Yaya Touré que vio el desmarque de Agüero y le puso un balón en profundidad que el argentino no desaprovechó para batir a Helton. Ese sería el informe forense, objetivo, del gol del Kun.

En un análisis más profundo habría que volver a decir "Qué bueno es el Kun". El desmarque fue sensacional y la definición, perfecta. La de un killer que no desaprovecha ocasiones, que huele sangre y mata, como hizo con el campeón de la Europa League.

Pero la reacción del City al gol no estuvo a la altura de su impresionante inicio. Se achicó, fue rácano, cedió el espacio al Oporto y el equipo portugués no lo desaprovechó. Se venía partidazo. Dominio portugués, toque y rapidez con un Hulk excelso que bregaba y bregaba pero que no obtenía premio. Y mientras, los de Mancini seguían a lo suyo, robar y correr, en busca del segundo tanto y la práctica sentencia de la eliminatoria.

Casi lo consiguió Agüero, siempre Agüero, después de un gran pase largo de Silva, siempre Silva. Dos jugadores que no están a la altura de su entrenador. O más bien al revés. Al borde de la media hora, el argentino se marchó de Helton en la frontal con un sutil toque de cabeza, pero cuando envió el balón por encima de Fernando para marcar su segundo gol, lo único que se introdujo en la portería fueron las gotas de agua que cayeron del larguero cuando fue golpeado por el esférico.

El fútbol mutó en ajedrez y se volvió precioso para la vista. El City se enrocó y lanzaba de cuando en cuando a sus torres a toda velocidad por el césped del City of Manchester buscando el segundo gol, el jaque mate. Por su parte, el Oporto enviaba a sus peones al ataque al servicio de Hulk, que se movía en todas direcciones y a toda velocidad, cual reina de ajedrez.

Debacle portuguesa tras el descanso

Tras el descanso, se mantuvo la estrategia. El City abusaba de la velocidad de Agüero. Y cualquiera que tuviera en su equipo al argentino lo haría. Esprinta al límite y, cuando parece que ha llegado al máximo, activa el KERS e imprime un último cambio de ritmo brutal, incapaz de seguir para el 99% de los defensas que se encargan de cubrirle. En una de esas arrancadas, dejó el balón atrás y el canario Silva a punto estuvo de firmar la sentencia.

Sentencia que llegaría a falta de un cuarto de hora para el final. Y que nacería, cómo no, en los pies del mejor jugador del partido. Agüero se inventó una cabriola en banda para combinar con Silva, que le devolvió la pared al argentino para que este, con la cabeza levantada, dibujara un pase al hueco para que el bosnio Dzeko marcase a placer.

Le quedarían dos arponazos más al campeón. El primero, una pared entre Pizarro y Dzeko que acabaría empujando Silva al fondo de la red. Un premio merecido al partido del español. El segundo, un barullo dentro del área que remataría Pizarro al fondo de la red de un Helton superado y hundido.

El partido se puede resumir en dos imágenes, llevadas al campo de la épica cinematográfica por la lluvia que caía sobre el terreno de juego. La primera, la de Otamendi en el banquillo, sangrando y con el ojo cerrado por culpa de una patada de su propio compañero Maicon, viendo cómo su equipo caía eliminado. La segunda, la de Agüero saliendo ovacionado por su afición, saliendo victorioso de la batalla, abandonando al rival derrotado a sus espaldas, dejando claro a toda Europa que su ejército es favorito para alzarse con el triunfo final.