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Real Madrid - Barcelona | La contracrónica desde el lado culé

La estrategia del Gatopardo

Mourinho quiso cambiarlo todo, pero todo sigue igual, como en El Gatopardo. El partido deja a Mou como un escritor que es incapaz de improvisar una línea. Y eso aburre a los lectores, incluido a Guti. Por cierto, Ronaldo no leyó ni un verso.

Juan Cruz
Actualizado a
La estrategia del Gatopardo

Tanto calentamiento para esto. Se suponía que Mou estaba fabricando una estrategia decisiva. Pero su parto fue el del que busca cambiarlo todo para que todo siga igual, como en el Gatopardo, la novela de Lampedusa.

El Gatopardo. Mourinho debió leer esa novela cuando estaba en Italia. La aplicó muchas veces, y una de ellas le costó la Copa de Europa al Barça. Anoche exageró las notas que debió tomar para derrotar a este rival que tanto se le resiste. Se dice en El Gatopardo que hay que moverlo todo para que todo siga igual. Y puso ahí a Pepe a descontrolar al Barça, cuando le dejó la posibilidad de jugar como en casa. El Madrid se quedó quieto.

El entrenador lector. Guardiola ha leído esa novela, seguramente. Pero él es más creativo que su rival. Dispuso de Puyol, que anoche volvió como el Cid Campeador. Y disfrutó de este debate hasta que se le rompió el cuerpo. Este regreso le dio al Barça cierto aire heroico. El equipo jugó en torno a estos símbolos, y venció al Madrid en posesión, que es donde el Barça marea. El equipo blanco fue tan complaciente aguantando que desató este comentario de Guti en Carrusel, desde Estambul: "El Madrid fichó al mejor para ganarle al Barça, no para jugar como el Racing". El partido de anoche deja de Mourinho una estampa, la del escritor que es incapaz de improvisar una línea. Y eso aburre a los lectores, incluido Guti, claro.

Los ases. Si algo hay que reprocharle a Mourinho, aparte de los reproches que ahí quedan implícitos, es que renunciara en la primera parte al poder creativo de uno de sus mejores futbolistas, Özil. Privar a un espectáculo de este as indiscutible es una declaración de principios que le hubieran afeado Lampedusa e incluso Maquiavelo. Cuando entró Özil el Madrid abandonó el grado cero del fútbol y empezó a entrenarse, imagino, para el partido del final de la Copa. Los otros ases empataron a penaltis, como el partido; pero Messi puso el arte y Ronaldo no leyó ni un verso, hasta que le regalaron el penalti.