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Antonio Ramallets

"No hay nadie perfecto, pero Casillas es de 9,99"

Erguido, alto, orgulloso, lúcido, con una memoria prodigiosa y con una buena dosis de retranca, a sus 86 años Antonio Ramallets repasa sus años de gloria y la actualidad del fútbol con la autoridad que da ser un mito indiscutible de la historia del fútbol. Un lujo hablar con él.

Actualizado a
Antonio Ramallets.
enric fontcuberta

Lo primero es obligado: ¿cómo se encuentra, don Antonio?

Bien, bien, un poco acalorado por el cambio de temperatura, pero bien, muy bien.

Y encima viene de un homenaje que le han hecho en que en Sant Joan de Mediona, donde reside...

No fue un homenaje, inauguraron el pabellón polideportivo y le pusieron mi nombre.

Usted vive allí, pero es de Barcelona, ¿no?

Sí, de la Vila de Gràcia y a mucha honra, jugué en el Europa antes que en el Barça, pero en Sant Joan tengo mi casa.

Y a raíz de esa inauguración recibió un regalo especial.

Pues sí, señor.

¿Y se puede saber?

Claro, Iker Casillas me envió su camiseta del partido ante Chequia dedicada, por iniciativa de Albert Soler (nuevo presidente del CSD). Me hizo mucha ilusión.

¿Qué le parece Casillas como portero?

Extraordinario. Yo siempre digo que perfecto no hay nadie, pero a Casillas le tengo catalogado de 1 al 10 con un 9,99... y a Valdés, con un 9,98.

Y usted, ¿qué nota se pondría como portero?

Yo me pondría un 1.000.

Su época fue de grandes porteros. ¿Cuáles recuerda?

A Velasco, Eizaguirre, Carmelo, Lezama, Bañón, Iribar, que por entonces era más moderno, y también Bustos, Martorell, Trias. En fin, era una época dorada de grandes porteros. Todos ellos eran de 9.

¿Con qué guardameta se queda de los de su época, cuál el referente para usted?

Sin duda Velasco, que fue mi predecesor y mi maestro en el Barcelona. Él e Eizaguirre fueron los que marcaron la pauta.

Usted da el salto a la fama con su actuación en el Mundial de Brasil de 1950...

Y eso que iba de tercer portero.

Y acabó triunfando, ¿cómo fue eso?

Pues la verdad no lo sé, aún no me lo explico.

No me eche balones fuera, que ya han pasado 61 años. Supongo que ya lo puede explicar.

Eizaguirre no estaba demasiado fino. Tenía tratos con el Valencia para renovar, pero no se pusieron de acuerdo y creo, no lo puedo asegurar, que le declararon en rebeldía y eso le afectó; no estaba muy por el juego. Acuña, que era el segundo, tampoco estaba muy fino y el seleccionador, que era Guillermo Eizaguirre, que se llamaba igual pero que nada tenía que ver con el portero (uno era vasco y el otro era un andaluz que había hecho la Guerra en la Legión y fue portero en la época de Zamora), consultó con sus ayudantes, Benito Díaz y Eduardo Teus y no sé con quién más, pensaron que yo estaba en buen momento y aprovecharon la circunstancia.

Y ahí nació 'O gato do Maracaná'

Exactamente.

¿Cómo recuerda ese Mundial?

Con gran satisfacción. ¡Usted dirá!, hasta el verano pasado ese equipo era el que mejor lo hizo en los Mundiales para España.

¿Había estado antes en Brasil?

No, era la primera vez. Había estado en Sudamérica. En Perú y en Colombia. Los futbolistas teníamos suerte de viajar entonces. Ya me entiende.

¿Que sintió cuando vio Maracaná por primera vez en 1950?

Impresionaba, pero desde fuera. Por dentro, tampoco era para tanto. El jugador que sale al campo es consciente de que al pisar el césped te olvidas de todo. Ya te haces a la idea de que te silbarán o te ovacionarán dependiendo si juegas en casa o fuera. Lo mismo de siempre.

¿Vio el Maracanazo en directo?

En el campo no, porque estábamos en Sao Paulo jugando por el tercer y cuarto puesto del Mundial, pero claro que lo vimos y lo vivimos. Fue un drama para Brasil. Hacía dos horas que había acabado el partido y la gente seguía en el estadio porque no se atrevían a volver a casa. Estaban paralizados por la derrota. No la asimilaban. Y encima contra Uruguay, su gran rival de entonces.

¿Decepción comparable, y perdone que lo mencione, a la decepción de la final de la Copa de Europa en Berna?

Ese partido aún me pone de muy mala leche, mejor no hablar de eso.

Lo he entendido perfectamente, pero usted ganó muchas copas y mucho éxito.

Sí pero ese partido, mire, le voy a enseñar una cosa (en ese momento, don Antonio se levanta del sofá y se va a buscar en un perchero su maleta. De ella extrae una hoja de currículum autografiado y escrita a máquina en la que relata todos sus éxitos y condecoraciones, y me la entrega). Todo esto es lo que gané, ¿qué le parece?

Viendo esta hoja, veo que usted tiene incluso la Cruz de Caballero de Isabel la Católica. ¿Cómo se gana eso?

Estas condecoraciones las daban cuando una persona prestigiaba a su país fuera de las fronteras y yo por aquel entonces tenía mucho nombre en el extranjero.

Y todo ello, saliendo del modesto Europa. ¿Cómo llego al Barça?

Me fichó Pepe Samitier, que me vio jugar un par de veces, además de los informes que tenía. Fue cuando estaba cedido al Mallorca por el Europa.

Usted jugó en el gran Barça de Helenio Herrera. ¿Se parecen Mourinho y H.H.?

¡Nooooo! Ni hablar. Helenio Herrera era un señor muy educado.

No me diga más. ¿Era Helenio Herrera tan motivador como explican?

Psicológicamente era perfecto, técnicamente casi perfecto y estratégicamente casi perfecto también. Pero lo mejor de todo es que era un entrenador que no cortaba nunca la iniciativa de los jugadores. Su mérito era el de acoplar la calidad y la cantidad de talento que tenía en la plantilla.

Siendo usted el mejor portero del mundo de su época, ¿no recibió ofertas para cambiar de aires e irse a otro equipo?

Sí, cuando H.H. se fue del Barça me dijo que me fuera con él al Inter.

¿Y cómo es que se quedó?

Porque ni en sueños me movía de aquí. Mi ilusión era seguir de titular en el Barça hasta que me retirara.

Y en su carrera en el Barça, ganó cinco Trofeos Zamora...

No es cierto. Lo agradezco y sé que está en el palmarés, pero no es así.

¿Me lo explica?

Bueno, fui cinco veces el portero menos goleado de la Liga, pero sólo gané dos Trofeos Zamora, porque en los tres primeros, el trofeo no existía. Se instauró el premio en a temporada 58-59. Gané las dos primeras ediciones y los tres anteriores son atribuidos.

En todo caso, Víctor Valdés puede superarle, va camino del cuarto. ¿Cómo lo ve?

Es un fenómeno. Poco trabajo, pero muy bien hecho

¿Eso es lo más difícil, no?

Absolutamente. Estoy muy orgulloso de él. Siempre creí en Valdés y siempre le defendí. Subía de la nada, de la base y lo que le pasaba sólo era que necesitaba continuidad. Siempre fue mi favorito.

¿Es muy difícil jugar de portero en el Barça?

Sobre todo en casa.

¿Por el público?

¡Nooo! Con un par de buenas actuaciones te ganas al público enseguida. Se trata de no hacer fantochadas ni fanfarronadas. Al público te lo ganas en el campo siendo siempre correcto. El problema es que tu equipo ataca todo el rato, pero cuando te llegan los rivales tienes que estar atento y preparado. Eso es lo dificil, créame.

¿Supongo que empezó a jugar sin guantes?

Desde que debuté jugué con las manos desnudas.

¿Y no cedió a los nuevos tiempos y acabó jugando con guantes?

Jamás jugué con guantes. Mire, ¿puedo explicarle una anécdota?

Por favor.

El día del España-Inglaterra en Maracaná, el partido del gol de Zarra, al acabar Williams, el portero inglés, vino a buscarme para cambiar los guantes y me iba diciendo "change, change". Y le tuve que decir que yo no gastaba de eso. Y me dijo, "¿cómo juegas sin guantes?". Mire, no sé aún lo que le dije, pero nos dimos la mano como buenos amigos.

Ahora sería impensable jugar sin guantes.

Las pelotas no eran tan ligeras como ahora, bueno, es cierto que pesan lo mismo y tienen el mismo diámetro, pero se cogían mejor antes. Ahora con los materiales que las hacen son más imprevisibles, pero a cambio no cogen el barro del campo, por ejemplo.

Permítame una curiosidad, le he visto en las imágenes de época y usted siempre se levantaba de las palomitas perfectamente peinado, ¿cómo lo lograba?

Entonces tenía mucho pelo, no como ahora. Pero es cierto que procuraba estar siempre elegante. No había los estilistas que hay ahora, pero entre mi hermana y una novieta que tenía por aquella época me cortaban el pelo y me asesoraban de cómo vestirme.

Me han dicho que usted tenía mucho éxito con las mujeres y que Biosca y usted eran algo así como los Piqué de la época. ¿Me han engañado?

Bueno sí, uno hacía lo que podía.

Que según parece, no era poco...

Siempre se exagera, pero un poco sí, en ese equipo teníamos fama de conquistadores, que tampoco era para tanto.

Y encima salían en el cine...

Sí hice casi de protagonista en Once pares de botas de Rovira Veleta, con José Isbert, que ya está muerto.

¿Cómo era su relación con los jugadores del Madrid de la época?

Muy buena, pero en el partido cada uno tiraba para lo suyo. Pero en el equipo nacional, como me parece que pasa ahora, hay una convivencia que hace que mejore la situación deportiva dentro del campo.

Hábleme de Di Stéfano

Era el mejor. Un crack como era Kubala. Impresionantes los dos. Humanamente y en el campo.

¿Recuerda el partido en el que el Barcelona eliminó por primera vez en la Copa de Europa al Real Madrid con el famoso gol de Evaristo?

Sí, claro, fue una eliminatoria muy disputada y ellos acabaron muy dolidos con el árbitro míster Ellis, pero realmente no tenían razón. El gol de Marquitos en el último momento era un fuera de juego clarísimo. Es normal que piensen eso porque que te anulen un gol en el último minuto siempre es polémico y puedes pensar que el árbitro se equivocó. Pero Marquitos sabe que no.

Pues en Madrid aún critican al árbitro por ese día.

Mire joven, lo importante es que hablen.